Clarín

En un año asesinaron a 66 cóndores y aseguran que la especie está “amenazada”

Las aves comen carne evenenada que se deja en los campos para evitar que los pumas ataquen el ganado.

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En trece meses fueron asesinados 66 cóndores en Argentina y se encendiero­n las alarmas. Si bien no hay todavía peligro de extinción en nuestro territorio, los especialis­tas afirman que la especie está “amenazada” y aseguran que para el ecosistema es como si hubiese caído una bomba y generado un hueco que tardará años en reponerse.

La noticia sobre la aparición de 34 de estos ejemplares envenenado­s en Malargüe (Mendoza) con agroquímic­os por supuestos pobladores que de esta manera intentan resguardar su ganado, preocupó a todas las organizaci­ones ambientale­s. Pero se suma a un escenario peor.

Durante 2017 en todo el territorio argentino perecieron por diferentes causas 32 cóndores: 19 en Jujuy por envenenami­ento. En tanto, otros 5 apareciero­n sin vida en Malargüe y de esos, en tres casos se halló carbofurán tras las pericias toxicológi­cas. A eso hay que sumarles los 34 que apareciero­n el martes más otros 20 del 2016. “En Argentina no existe un censo para saber cuántos hay, pero la cantidad de asesinados el martes es igual a la población total de Venezuela. Es gravísimo. La mayoría de los muertos eran adultos, por lo que hay que pensar en que sus crías también morirán”, explica Jennifer Ibarra, veterinari­a y presidenta de la Fundación Cullunche.

Para entender mejor el problema hay que explicar que esta especie tiene una o dos crías cada dos años, por lo que ahora hay que esperar que los cóndores jóvenes crezcan y continúen reproducié­ndose: “Habrá que esperar años”, continúa Ibarra.

El objetivo de los puesteros que cuidan su ganado no es envenenar a las aves, sino que los pumas no se coman a sus animales. Entonces envenenan carne que dejan tirada por el campo. El problema es que los primeros en comer son los cóndores, que se alimentan de carroña.

Cuando un depredador -puma o zo- rro- mata a uno de sus animales, los criadores envenenan los restos del cadáver que estas especies dejan apartadas para continuar comiéndose los días siguientes. Generalmen­te utilizan carbofurán, que es un agrotóxico. cuando los carnívoros regresan y continúan saciando su hambre, ingieren el veneno con que fue rociada su presa, y mueren. Al ser carroñero, el cóndor se alimenta de restos que dejan los depredador­es y también sufre el envenenami­ento.

"Desgraciad­amente, algunos pobladores ilegalment­e usan veneno para tratar de controlar grandes carnívoros” como pumas y zorros, pero “no sólo causan la muerte de especies carroñeras” que mantienen la limpieza del ambiente, “sino también contaminan el suelo, el agua y ponen en peligro todas las formas de vida, incluso la humana", advirtiere la especialis­ta en diálogo con Clarín.

Vale recordar entonces el caso de la muerte de una niña de 12 años en septiembre del año pasado en Corrientes cuando murió al comer una mandarina envenenada con el pesticida Furarán. Por el caso no hay imputados y sólo declararon trabajador­es como testigos.

Los cóndores en tanto tienen un rol fundamenta­l en el medio ambiente ya que son los encargados de la limpieza de los animales muertos en el campo. Esta especie puede ingerir unos 5 kilos de carne en un día pero también puede ayunar hasta 5 semanas.

“Si se tendría que contratar una cuadrilla que se encargue de sanear todo el territorio sería súper caro e imposible. Porque habría que meterse por sitios entre las montañas que sólo el cóndor puede hacerlo. Pero no sólo es un gran problema por ello sino también por el turismo: muchos extranjero­s viajan a esta zona para el avistaje y cada vez es más difícil poder observarlo­s. Es una de las bellezas más grande que tenemos como país y los están asesinando”.

El cóndor andino se encuentra entre las aves más grandes del mundo. Llega a pesar hasta 15 kilos y sus alas alcanzan los 3 metros de longitud. Viven en zonas montañosas, como la cordillera de los Andes, donde soplan fuertes vientos que les permiten planear, lo que los transforma en una auténtica maravilla para los ojos. ■

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Martes. Una escena desoladora: la aparición de 34 ejemplares envenenado­s en Malargüe.

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