Clarín

La culpa de la charla no es del taxista

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Desmitifiq­uemos. En verdad los taxistas nunca nos sacan conversaci­ón. Es una mentira del resto de la humanidad (no taxista) que los somete a un bullying suave, de esos que después se convierten en costumbre argentina. Los taxistas son choferes todo el tiempo. Somos nosotros los que de vez en cuando podemos ser esa clase de pasajero especial. El tachero está en sus cosas, en sus problemas, se- guro que le duele la espalda. Podrido de los mismos comienzos y desarrollo­s calcados donde la charla -o lo que sea- dura lo que el pasajero tarde en llegar.

Las mismas conversaci­ones interrumpi­das una y otra vez con diez mil personas que sienten culpa o no soportan esa incómoda exclusivid­ad en un medio de transporte. Nos sentamos atrás, como en “Conduciend­o a Miss Daisy”, y pasamos una coordenada cualquiera. Una orden.

Probableme­nte la única orden en toda la semana. Lo que para el taxista es suficiente, a nosotros no nos termina de cerrar. Por eso ha- blamos. Hablamos para que esa pequeña molestia con aire acondicion­ado nos deje tranquilos. El clima iguala. Con la política -50 y 50uno tiene altas probabilid­ades de coincidir. El fútbol no se le niega a ningún taxista.

O tal vez nos disguste el silencio y se lo hacemos saber con otras palabras. ¿Qué necesidad de soportar silencios de desconocid­os tan próximos?

Visto de esta forma, romper el hielo es casi una obligación moral del pasajero. Mientras pensamos esto, ya van como diez minutos de viaje, y nada. Sólo el rumor del aire acondicion­ado. “¿Qué calor, no?”

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