La emotiva despedida del Barça a Mascherano
Fue en el 2-0 a Espanyol, con una ovación de pie de todo el estadio.
Para Lionel Messi no hay un partido que resulte menor. No importa si es la final de la Champions League o un amistoso aburrido en Fecha FIFA. Si su equipo está goleando y gustando o si reclama alguna aparición propia de su condición de superhéroe. Cada encuentro es un desafío que renueva sus ganas de seguir siendo mejor. De seguir siendo el mejor de su tiempo, más allá de Balones de Oro entregados en París o de distinciones de la UEFA. No importa. El siempre encuentra una razón, una excusa. Esta vez, su actuación -que fue razonable, pero le alcanzó para ser la figura de su equipo y de su Camp Nou- estuvo impulsada por una amistad: en el día en el que el Barcelona despidió con honores a Javier Mascherano luego de siete años y medio y 17 títulos, Messi le regaló, además de palabras y abrazos , un gol que permitió la clasificación del gigante catalán a las semifinales de la Copa del Rey.
Tras la derrota por 1-0 frente al Esp- nayol, en la ida, Barcelona lo dio vuelta en 25 minutos: primero con un tanto de Luis Suárez, tras una asistencia de Aleix Vidal; luego con ese remate de Messi quese desvió y se transformó también en tributo para El Jefecito. Tuvo un dato agregado: fue el gol 4.000 que el Barcelona convierte en el Camp Nou.
Y un detalle cuenta la influencia de La Pulga en el equipo: ambos goles nacieron de pelotas recuperadas por Messi. Otra faceta del crack.
“La voracidad de Leo y el Barça no tiene límites”, titula el diario Mundo Deportivo, desde el lugar de los hechos. Es voraz Messi en cada partido. Sin querer queriendo, le da la razón al cuento de Hernán Casciari, “Messi es un perro”. Retrata el escritor de Mercedes: “No señor. Los perros no escuchan la radio, no leen la prensa de- portiva, no entienden si un partido es amistoso e intrascendente o una final de copa. Los perros quieren llevarse siempre la esponja a la cucha, aunque estén muertos de sueño o los estén matando las garrapatas. Messi es un perro. Bate records de otras épocas porque solo hasta los años cincuenta jugaron al fútbol los hombres perro. Después la FIFA nos invitó a todos a hablar de leyes y de artículos, y nos olvidamos que lo importante era la esponja”. La esponja esta vez fue la posibilidad del homenaje a su amigo de tantas conquistas.
Más allá de Messi, hubo un partido. En la antesala, con el “Gràcies Masche” como tributo de los culés para uno de sus capitanes. En la primera media hora con un Barcelona contundente que encaminó la serie en el duelo catalán. En el resto del desarrollo, con la habitual posesión del equipo de Ernesto Valverde, con un cabezazo del crack rosarino que rebotó en un palo, con varias atajadas valiosas de Pau López, con el debut de Philippe Coutinho, una de las vedettes del último mercado de pases.
Fue, más allá del suspenso generado porque un gol del visitante dejaba afuera al Barcelona, otra victoria protocolar de un equipo que arrasa en la Liga (suma 54 puntos de 60 posibles y le lleva 11 a su escolta, Atlético de Madrid); que va tras los pasos de su cuarta Copa del Rey consecutiva y de la trigésima de su larga vida de éxitos; y que asoma como candidato también en la Champions League (en octavos de final enfrentará al Chelsea).
El diario Marca, desde Madrid, cuenta otra verdad: “Messi tiene hambre de Copa”. Y en función de ese apetito juega. Pero la referencia luce incompleta. Messi quiere todo. Mucho más ahora, justo antes de ese objetivo que se vislumbra en su horizonte: el Mundial. ■