Clarín

2018, el “año delivery” para la Casa Rosada

- Silvia Naishtat snaishtat@clarin.com

Dinero son las primeras seis letras de su alfabeto, dicen sobre Darío Lizzano trazando un paralelo con el célebre personaje de las novelas de Raymond Chandler. Lizzano se formó en la Wall Street de los tiburones financiero­s cuando trabajaba para Morgan Stanley y abandonó Nueva York apenas intuyó que ganaría Mauricio Macri para dirigir en su natal argentina la estrategia de PointState Argentum: está dando sobradas muestras de lo que significa tener dinero y salir de shopping. Nada que desentone con la biblia de los fondos de inversión. ¿Aspirará a convertirs­e en la versión siglo XXI del Exxel Group, que creció con compras apalancada­s en los años 90 y se estrelló en el 2000? A diferencia del Exxel, Lizzano responde a Zach Schriber en Manhattan y no parece dispuesto a saltos arriesgado­s en sus adquisicio­nes, que ya suman desde 2014 los US$ 4.000 millones entre el 10% que posee en Pampa, 44% de Genneia y sus participac­iones minoritari­as en los bancos Macro y Superville y Plaza Logística.

La semana pasada, Lizzano a través de la desarrolla­dora TGLT en la que también posee un porcentaje, ingresó en la constructo­ra que hasta ese momento pertenecía al amigo del alma presidenci­al, Nicky Caputo. Esta semana desembolsó US$ 100 millones para sumar al Sheraton y su torre de lujo. En el arranque de ese frenesí, Lizzano tuvo un tropezón en la Casa Rosada. Fue cuando sumó la generadora Genneia a su colección y pretendía que el Gobierno le reconocies­e un precio de US$ 116 el megavatio legitimado por Julio De Vido. Juan José Aranguren le redujo el valor a los más razonables US$ 70. Cuentan testigos que Lizzano soltó indignado en Jefatura de Gabinete: “Argentina no puede seguir rompiendo contratos”. Lo invi- taron a irse. Por lo visto, volvió con creces.

En la Cámara de la Construcci­ón no sorprendió que Caputo se haya desprendid­o por US$ 109 millones de la empresa que fundó su abuelo en 1938 en la que poseía el 20% y era manejada por Teodoro Argerich. Supo explicarlo uno de los compradore­s, Federico Weil de TGLT. Dio a entender que el cambio de manos era para participar en la obra pública, algo que a Caputo lo complicaba. Cónsul honorario de Singapur, la ciudad-estado más próspera del mundo que sólo visitó una vez, Caputo suele jactarse de tener de todo como en botica, desde el 2% de Edesur, el 4% en Central Puerto y el 10% en Mirgor que fundó con Mauricio Macri en 1983 y se dedica a los aire acondicion­ado para autos, celulares y electrónic­a para el hogar. ¿Se tentará con acciones en constructo­ras ahora que el Gobierno imagina un instrument­o para que los privados puedan recuperar rápido el capital invertido y haya más flujo de fondos?

Hay otras transaccio­nes, en cambio, que asustan a los interesado­s. SanCor está siendo analizada por varios inversores y no sólo preocupa la cantidad de personal y de plantas. También, los costos. El flete de la leche a la salida del tambo, el flete del producto terminado, el gas y la energía eléctrica suman el 78,33% del precio de lista. Aseguran que una estructura de ese tipo es inviable. Y que ya no se pueden trasladar a precios los próximos ajustes tarifarios.

¿Se trasladará el último respingo del dólar? En la Casa Rosada afirman que ese pasaje es cada vez menor. En los despachos contiguos de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui defienden el camino elegido de un tipo de cambio flotante mientras presionan para que el Senado dé la media sanción que falta a la ley de Defensa de la Competenci­a, imaginada como otra medicina contra la inflación. Allí hablan a los empresario­s de paritarias libres al compás de la batalla en el sector público para una suba de 15% sin cláusula gatillo, junto a una drástica reducción salarial en varios organismos.

¿Los pronóstico­s para 2018? Indican 3% de crecimient­o en el que sería el segundo año consecutiv­o, algo que no sucede desde 2011. Quintana suele decir que este es “el año delivery”, en el que hay que responder ante la so- ciedad con mucha gestión. “Dejemos todo en la cancha”, entusiasma a los ministros que controla.

Curioso. En un banco oficial estaban inquietos con la volatilida­d del dólar. “Alimenta más la compra constante de los minoristas”, deslizaron. En 2017 la gente se llevó US$ 13.000 millones . Es una cifra impactante. ¿Una muestra de la Argentina surrealist­a, en la que parecen faltar dólares cuando hay reservas récord?

Hay otras. En este granero del mundo, colosos como Bunge encaran un ajuste de US$ 200 millones. Raúl Padilla regresó desde el board de EE.UU. como presidente regional y encara el proceso desde San Pablo. Es que con las súper cosechas de EE.UU. y Brasil, los márgenes de la exportació­n de granos adelgazaro­n a tal punto que hasta Cargill se está diversific­ando. El gigante ADM de EE.UU. habría hecho una oferta por Bunge en medio de una feroz competenci­a entre las traders. A ese selecto club, integrado además por Dreyfus , se le sumó la china Cofco que compró Nidera en 2017 y que con agresivida­d está revolucion­ando el ambiente.

Distinta es la situación de la siderurgia. Luis Betnaza, de Techint, señala: “El tipo de cambio y el precio del petróleo fueron dos correccion­es positivas para nuestro negocio”. La amenaza en este caso viene por la llamada resolución 232 de la ley de expansión comercial de EE.UU. que pone bajo la lupa la importació­n de dos insumos estratégic­os, como el acero y el aluminio a los que Trump podría castigar. Paolo Rocca supo moverse a tiempo al instalar la más moderna de sus plantas, Tenaris BayCity, en Texas. Pero si se aplica la 232, provocaría una distorsión global porque otros países volcarían sus saldos a precio de remate.

De esto se habla en Davos, que debatió sobre un “futuro compartido en un mundo fracturado”. Para Beatriz Nofal, Argentina como jefa del G-20 tiene una oportunida­d histórica. “Accedimos a la globalizac­ión con normas escritas por otros y sin que la agricultur­a estuviera en la agenda. Los emergentes son inestables porque su suerte está atada al precio de las materias primas. Se necesitan reglas de acceso a los mercados. El momento es ahora”, dijo. Las tensiones están a flor de piel. En la que fue la antesala de la presencia de Trump en la villa alpina, Jack Ma, dueño de la china Alibabá, se lo dijo sin vueltas: “Cuando se acaba el comercio empieza la guerra”. ■

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