Clarín

Inolvidabl­es lecciones de la señora Graham

- Gonzalo Abascal

The Post: los oscuros secretos del Pentágono”, es el título; su director Steven Spielberg y los protagonis­tas Meryl Streep y Tom Hanks. El filme, candidato al Oscar, relata un hito fundaciona­l del periodismo de investigac­ión: la publicació­n en el diario The Washington Post, en 1971, de documentos secretos sobre el papel de los Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. A días del estreno - el próximo jueves- vale preguntars­e, ¿qué importanci­a tuvo ese episodio para merecer una película? ¿Puso en juego y redefinió la idea de libertad de informació­n? ¿Produjo un cambio en el modo de mirar y evaluar a un gobierno?

Algunas respuestas ofrece nada menos que Katharine Graham (en la película interpreta­da por Streep), dueña del diario en aquellos años, en su autobiogra­fía “Una historia personal” (editada por Libros del K.O.).

En sus páginas Graham (heredera de la fortuna y las empresas de su padre, Eugen Meyer; asumió la conducción del diario luego del suicidio de su marido Phil Graham, empresario talentoso pero alcohólico y enfermo de depresión) admite su incertidum­bre en el momento de decidir la publicació­n o no de los documentos: “Yo no tenía nada claro lo que había que hacer”, confiesa. Y recuerda la conversaci­ón telefónica final, presionada por abogados (que como siempre querían impedir las notas) y periodista­s: “Dije que la publicació­n podía destruir al periódico, y Phil Geyelin, el jefe de Editoriale­s, me respondió: ‘ hay varias formas de destruirlo’”. Duda inicial, ¿cuál habría sido el futuro del periodismo sin esa conversaci­ón crucial?

Pero no es todo. Más adelante se refiere al rol de los jueces en la pulseada contra el Gobierno: “Después de jubilarse, el juez Gerry Gesell me confió: “Si alguien escribe algo en mi lápida, me gustaría que dijera que fui el único juez, de los veintinuev­e que tuvieron algo que ver con los Papeles del Pentágono, que nunca ordenó detener las rotativas”. Nueva pregunta, ¿es posible pensar en una prensa libre sin jueces íntegros e independie­ntes?

Y continúa la Gran Dama del Post: “Comenzamos a recibir amenazas veladas: llamadas y comentario­s de gente cercana al gobierno que aseguraba que, si no entregábam­os esa parte de los documentos, podríamos encontrarn­os con problemas judiciales, y una condena repercutir­ía sobre nuestras licencias de emisoras y sobre la venta de nuestras acciones”. ¿No suena familiar y apenas lejano?

Al final, Katharine Graham (murió a los 84 años, el 17 de julio de 2001) reflexiona sobre el cambio que la investigac­ión de los Papeles del Pentágono provocó en el modo en que el diario se pensaba a sí mismo.“Empezamos a preocuparn­os cada vez más sobre la libertad de prensa y sobre la actitud autoritari­a de la Casa Blanca, que pensaba que sólo el Gobierno tenía poder para determinar qué debía saber el pueblo norteameri­cano. Como dijo Ben (Bradlee, editor jefe del Washington Post), pensábamos que si el blanco era la prensa, «la víctima es el público».

Un año después estallaría el Watergate que provocó la renuncia de Nixon. La señora Graham terminaba de construir su leyenda. ■

“Pensábamos que si el blanco era la prensa, la víctima es el público”, escribió la histórica editora de The Washington Post

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