Clarín

Los diseñadore­s ambulantes le ponen color y estilo a las playas de Pinamar

Con sus carritos y sus diseños, caminan en la arena para vender sus productos a cientos de jóvenes.

- Paula Galinsky pgalinsky@clarin.com

Frena su carro en la playa de Barbados y se acercan varias chicas. Agustín Méndez sostiene un espejo mientras una interesada se prueba una enteriza. Lucina Migliarini, su amiga y compañera de ventas, ayuda a la chica con la malla. Le da consejos sobre los colores y las estampas que se usan este verano. El puesto móvil de Hector “Chino” Ballestero llega a la gente a través de los sentidos: siempre lleva algún sahumerio artesanal prendido y se mueve por la arena al ritmo de un jazz. De su puesto cuelgan pañuelos, pulseras de todos los colores y un cartel con su lema: “Buena onda, buen aroma” al que él le incluye un “buenas tardes”. No son solo vendedores ambulantes. Ellos diseñan sus productos y aprovechan la temporada para ofrecerlos en Pinamar.

Los días de Agustín y Lucina arrancan a las 10 y terminan tarde. “Vamos con la linterna del celular cuando se pone oscuro. Y tenemos franco cuando llueve”, cuenta Agustín, bronceado, con rulos al viento. Se mueven en- tre Marbella y Ufo Point y, a veces, visitan Boutique.

Agustín hace los bocetos de las mallas y se ocupa de elegir telas y estampados para su marca Quiwistore, que cuenta con prendas de mujer y hombre. Tiene un permiso municipal para andar por la playa. “Antes estaba autorizado sólo para vender alpargatas, que también diseñaba yo. Pero este año, conseguí que incluyeran el rubro ´traje de baño´ y amplié la oferta de mercadería­s”, explica el hombre de 28 años que, fuera de temporada, viaja al verano europeo a ofrecer sus mallas.

Asegura que en Pinamar son pocos los diseñadore­s, que la clientela reconoce la tarea artesanal y que eso marca la diferencia a la hora de ven- der. “Por día vienen muchísimas personas a consultar al puesto y tengo unos 30 que compran”, agrega Agustín, que ofrece conjuntos desde $590 y enterizas por El Chino, como los históricos de Pinamar conocen a Héctor, de 51, tiene un puesto ambulante en Palermo Soho pero durante la temporada traslada sus productos a la Costa. Lo hace desde hace 15 años. “Durante 10 vendí caminando y hace cinco que estoy con el carro. Yo no molesto a la gente, los turistas se me acercan por el aroma”, comenta sobre su “forma de trabajo”.

Gana también con la “buena energía”. “En realidad, lo que busco es sacarle una sonrisa a los clientes. Hay gente que viene de vacaciones y sigue amargada o nerviosa, yo intento alegrarlos, sacarlos un poco de lo negativo”, sigue el artesano, que también fabrica pañuelos, que sirven, entre otras cosas, para contener el pelo del viento. Y pulseras de cuero con imán. “Intento no repetir diseños, la gente lo valora”, afirma. Los pañuelos se consiguen a $100 y los 10 sahumerios salen $150.$890.

Para Juan Francisco Báez (35), que vive durante el año en Villa Pueyrredón, ciudad de Buenos Aires, es la octava temporada. Tiene su propia marca de ropa urbana para mujer, Santa Bohemia, y dice que vende en la playa a precio de comercio mayorista. Tiene dos carros: él recorre Ostende y su socio se mueve por Pinamar Norte, dos públicos diferentes.“Contamos con clientela fija, ya son muchos años. Nos conocen, nos ofrecen sentarnos con ellos a tomar mate”, comenta. Vende camisas desde $500. También tiene pantalones y vestidos. Según él, muchas mujeres eligen sus prendas para salir: “Me encuentro con mis diseños en la noche pinamarens­e”. ■

En realidad, además de vender mis productos, lo que busco es sacarle una sonrisa a los clientes” Agustín Méndez Vendedor y diseñador ambulante

Tenemos clientela fija porque son muchos años de hacer esto. A veces, nos sentamos a tomar mate” Juan Francisco Báez Vendedor ambulante de ropa

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ANDRES DELIA Frente al mar. Agustín Méndez, de celeste, su novia Lucina y un amigo, con sus productos.
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Compradore­s. La imagen se repite en cada playa: clientes que buscan calzados y atuendos de verano.

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