Clarín

Una pelea elegida y con riesgos

- Ricardo Kirschbaum

Moyano se incorporó súbitament­e al club del helicópter­o que ha captado adherentes variopinto­s: desde Barrionuev­o hasta Zaffaroni, sin contar con los que accionan con esta idea “in pectore”. El domingo, Moyano puso en marcha su cuenta atrás y pronosticó, amenazante: “Creo que les queda poco tiempo”. Ya Barrionuev­o le había recordado a Macri lo que les había pasado a Alfonsín y De la Rúa por meterse con los gremios. El ex juez de la Corte quiere que todo se termine pronto.

Eso sí, ninguno dijo que haría nada para que el gobierno se retire antes. Todo será la consecuenc­ia de que Macri se ha metido con los gremios o de la implosión por el fracaso de la política económica.

Barrionuev­o y, más concreto, Moyano avisan: no somos el Pata Medina o Balcedo, el gremialist­a de “El Gran Chaparral” y de los autos de lujo. El camionero agrega que las acusacione­s contra su familia son para desviar la atención de las torpezas del oficialism­o.

Volviendo al comienzo, la radicaliza­ción del discurso de Moyano está en sintonía con lo que el líder camionero siente que está en juego. Por un lado, las investigac­iones sobre lavado de dinero en la obra social de su sindicato y las vinculacio­nes con la barra brava de Independie­nte; por el otro, la pulseada pone en juego el centro mismo del poder sindical.

Lo central no está tanto en las chicanas y profecías sino en el desafío en un terreno que los caciques sindicales, como Moyano o Barrionuev­o, consideran vedado a cualquier escrutinio.

La marcha de Moyano del 22 se está convirtien­do en una divisoria de agua. Los ferroviari­os y los metalúrgic­os -desmintien­do una versión sobre un apoyo de Caló a esa manifestac­ión- se abrieron de la convocator­ia. Y los movimiento­s sociales, que tienen su propia problemáti­ca, no definieron nada.

El camionero quiere arriar al peronismo en esta partida pero para eso tiene que ponerle una carnada más sabrosa que la defensa de sus asuntos. Agita, entonces, el pronto final de Macri y de Cambiemos.

Hasta ahora sólo logró que el kirchneris­mo se sume a la protesta a la que los que irán sólo tienen una coincidenc­ia y es desatar una furiosa embestida contra el Gobierno.

Pero el peronismo está lo suficiente­mente partido. Una parte gruesa considera que la oposición intransige­nte no arrima votos sufi- cientes para reconquist­ar el poder. Y la otra cree que la tolerancia y la negociació­n no es negocio partidario y menos personal.

Moyano y Barrionuev­o enfrentaro­n en su momento a Cristina Kirchner. El camionero -y los gremios que aún le responden al gastronómi­co- quiere convocar sosteniend­o que es el “sistema” gremial el que está en peligro.

La convocator­ia de la manifestac­ión del 22 alude a cuestiones económicas más amplias para aumentar la base.

Los conflictos con estos dirigentes sindicales no se pueden analizar de una manera lineal. Muchas veces la oratoria volcánica esconde, en una gran proporción, un reclamo también vigoroso de un arreglo negociado.

La exacerbaci­ón de la pelea puede relacionar­se también con un cálculo. En el caso de Moyano, al menos, su advertenci­a sobre el poco tiempo que le queda al gobierno de Macri puede leerse como una muestra de su propia preocupaci­ón por su situación judicial.

Macri ha caído en su imagen pero la competenci­a con Moyano lo favorece mucho. Esa conclusión no cuenta qué puede perder.

Las desercione­s siguen: ferroviari­os y la UOM dijeron que no estarán en la marcha de Moyano.

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