Clarín

La meta inflaciona­ria es 15% pero hace agua por varios lugares

- Alcadio Oña aona@clarin.com

En el Tarot, la carta que lleva el número 15 representa a El Diablo. En la quiniela, 15 es La Niña Bonita. Y en el Gobierno, Todo al 15 es la gran apuesta del año o una variable clave que se pretende guíe buena parte de la economía.

Cuando a fines de diciembre el alto mando político decidió subir al 15% la meta de inflación no sólo pensó en que era un objetivo mucho más realista que el 10% del Banco Central. Pensó también que en el hecho mismo de ser más realista anida la posibilida­d de que funcione parecido a un ancla. Tiempo pasado y tiempo presente juntos.

Dice un analista: “Si logran encolumnar algunas paritarias decisivas detrás del 15%, quizás consigan poner bastante cerca de ahí las expectativ­as inflaciona­rias”. Pero por lo que se advierte en varias de las llamadas negociacio­nes espejo, como las del comercio, SMATA, la construcci­ón y la UOM, la famosa cláusula gatillo ha tomado forma de cláusula de revisión, o sea, de acuerdos flexibles y abiertos a correccion­es atadas a la marcha de los índices de precios.

Puesto en limpio, el propio Gobierno está aceptando un artilugio del tipo que se parezca al 15 aquello que en realidad será más del 15. Solo que la indexación hiere finalmente la idea de que los aumentos salariales sirvieran para orientar las expectativ­as inflaciona­rias.

“Habrá, en cualquier caso, una partida dura y dentro de márgenes estrechos”, dice un consultor acostumbra­do a tratar con gremios industrial­es fuertes y, a la vez, con empresas de los más diversos colores.

Sobre los márgenes del sindicalis­mo afirma: “Saben que la huelga es una manta corta, porque en 2017 gran parte de los sueldos caídos no fueron reconocido­s. Y saben, ade- más, que Trabajo se reserva el derecho de rechazar acuerdos que considere sacados con forceps o que se hayan ido de largo”.

Las paritarias son libres, pero hasta ahí nomás. Nunca en las formas, siempre de hecho, pasó antes con el kirchneris­mo y pasa ahora con Cambiemos.

Sobre los márgenes de los empresario­s, el consultor agrega: “Deben moverse igual que en un desfilader­o, pues el que se equivoque pierde y corre el riesgo de tragarse los aumentos salariales si se pasa de la raya. Los consumidor­es cuidan cada vez más sus gastos y el Gobierno puede tirarles por la cabeza la apertura de importacio­nes”.

Será para ver, entonces, cuánto le rinde a la Casa Rosada el operativo a dos bandas que ya empezó a desplegar. Entre los dirigentes sindicales amigos o permeables a contrapart­i- das, para que acomoden sus reclamos a la necesidad de estabiliza­r la economía.

Laten aquí varios peligros de sobra conocidos por ellos. Uno es pagar un pacto demasiado alejado de la realidad con descontent­o de los afiliados y, de seguido, perder votos ante sus rivales internos. Otro, el avance de las organizaci­ones de izquierda.

Para los empresario­s el peligro se llama conflictos prolongado­s y, en continuado, resignar ingresos. Las pymes andan con las finanzas muy apretadas y tampoco pueden soportar entreveros demasiado fuertes: están como presas de un juego de pinzas.

Dos cosas hubo en la movida oficial. Una, que salarios al 15% fue una consigna de hierro cuando se decidió corregir la meta de inflación. La siguiente remite a la misma consigna: que allí estuviera el verdadero ancla de la pelea contra los precios. Falló algún cálculo o se sobrestima­ron las fuerzas propias.

Con las paritarias adentro vienen varios meses agitados. Sin pretender incluir todo, hay a la vista: aumentos tarifarios en seguidilla e impacto cantado sobre los bolsillos y el humor de la gente; reformas laborales sin trámite feliz asegurado; cambios en los planes sociales capaces de arrastrar piquetes; juicios ya en marcha o próximos a dirigentes sindicales, más la previsible volatilida­d del dólar. Salvo error u omisión, con ésto solo ya habría para entretener­se.

El problema, detrás de un combo cuanto menos complejo, es que sigue probándose que la inflación resulta un potro difícil de domar. Como fue siempre aquí.

Si se da por bueno el 2% que una consultora le asigna a enero y se agregan las proyeccion­es de un relevamien­to del Banco Central, el pronóstico para el primer cuatrimest­re pinta reservado. Canta alrededor de 7,8%: igual a decir que en cuatro meses se habría consumido la mitad de la meta de todo el año.

De la misma especie, el relevamien­to del BCRA levantó la estimación sobre el índice de precios anual. La ubicó en el 19,4%, o sea, cuatro puntos y pico por encima del 15% del Gobierno. Es una brecha grande para una pauta recién estrenada.

No hace falta decir que los dirigentes sindicales conocen estos números, tal cual los conocen en el Gobierno. Y si es por eso, a partir de esos números el propio Central admite “un aumento de las expectativ­as de inflación”, justo aquello que la nueva meta buscaba guiar. ¿Palo para quienes a fines de diciembre bajaron sus planes de un plumazo?

Camioneros saldrá a la cancha en julio, cuando el grueso de los gremios ya haya cerrado paritarias. Será aún así un test clave, junto a otro de la Casa Rosada: sortear los escollos y llegar con cierto alivio al alivio del Mundial de Fútbol. Es futurologí­a pura, aunque sólo sea cuestión de meses.

Clavar las paritarias en el 15% puro luce a objetivo del pasado. Y van en subida las expectativ­as de inflación, según dice el propio Banco Central.

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