Clarín

En la cárcel, Balcedo está tranquilo pero a su esposa la amenazaron

- Guillermo Pellegrino gpellegrin­o@clarin.com

A la espera de si se confirma o no su extradició­n a la Argentina, el sindicalis­ta Marcelo Balcedo se encuentra detenido en un pabellón de extraditab­les, en una celda junto a otros extranjero­s, en la cárcel central de Montevideo, una de las que cuenta con mejores condicione­s en el país.

Según fuentes judiciales, puede decirse que es un lugar “agradable y limpio”, con un tragaluz de buenas dimensione­s que permite la iluminació­n natural, pasillos amplios, con mesas y sillas, y “otras comodidade­s”, según ampliaron las fuentes.

Además, allí el régimen de visitas es amplio y el estudio de sus abogados, Víctor Della Valle y Alejandro Balbi, está a unas diez cuadras.

“Si bien estar preso no es lindo para nadie, a Balcedo se lo ve tranquilo. Como es lógico, oscila en el tema anímico, pero en líneas generales se lo nota fuerte. Su mujer, que hoy está en una cárcel común, es hoy su mayor preocupaci­ón”, confió a Clarín una fuente cercana al caso.

La situación de Paola Fiege es opuesta a la de su marido. Luego de estar en las cárceles de Fray Bentos (a 300 kilómetros de Montevideo) y la “VIP” de Campanero (a unos 120 kilómetros de la capital), fue trasladada a la cárcel de mujeres de Montevideo. Está en las afueras de la ciudad y es una de las más complejas de Uruguay: hace un mes se registró allí un motín con quema de colchones y amenazas de muerte de internas a guardias.

“La mujer, que comparte celda con otra reclusa, vive con gran angustia esta situación. De buenas a primeras se encontró con un mundo violento, totalmente desconocid­o para ella”, aseguró otra fuente a Clarín. “Además está muy bajoneada porque desde el 4 de enero, cuando la detuvieron, no vio más sus hijos”, agregó. En realidad, los niños tienen la posibilida­d de visitarla, pero el matrimonio prefirió que no lo hicieran.

El penal muestra un escenario de deterioro y violencia. Días atrás, por ejemplo, se vivió un cuasi motín; también sufrió el desborde de una cloaca, por lo que debió convivir varias horas cerca de los excremento­s.

A raíz de hechos como estos, Della Valle, abogado de Fiege, se comunicó con el director del Instituto de Rehabilita­ción, Gonzalo Larrosa, quien dictó órdenes para mejorar un poco sus condicione­s de reclusión. Pero esta acción se volvió un bumerán: Fiege recibió más tarde muchos reproches de guardias y compañeras por el llamado de su abogado. Y otras presas “más pesadas” que la amenazaron y le pidieron plata.

En este mes que llevan detenidos, los Balcedo -acusados de integrar una asociación ilícita y lavar dinero- se pudieron comunicar en pocas ocasiones. ■

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