Clarín

El acoso como idea romántica

- Abogada. Doctora en Derecho Privado Mónica Graiewski

Hace tres años, una telenovela de origen turco emitida en un canal de televisión de aire acaparaba la atención de la audiencia argentina, como antes había sucedido en muchos otros países alrededor del globo. La trama principal, como la de cualquier otra telenovela, giraba en torno de las desavenenc­ias de la pareja protagónic­a, y sus deseos amorosos a destiempo. Sin embargo, esta tenía un ingredient­e singular. Desde el primer capítulo se veía cómo la protagonis­ta femenina –Scherazade- a pesar de ser una profesiona­l premiada y exitosa, era víctima de maltrato y acoso por parte de su empleador– el protagonis­ta masculino- quien la humillaba corrientem­ente ante el silencio reverencia­l de otros miembros de la empresa. Este acoso laboral no hubiera sido tan grave si la señorita Scherazade no se hubiera visto después obligada a pedir a la empresa un préstamo de una suma importante de dinero: el precio que su jefe le hizo pagar por el dinero que necesitaba fue una noche de sexo con él.

Esta historia, que contada así suena dramática, era sin embargo acompañada de música ro- mántica y miradas tiernas -hasta amorosaspo­r parte del acosador, con un fondo de hermosos paisajes de Estambul. Y con el progreso de la trama, los miles de personas que veían esta novela que hacía explotar el Prime time fueron comproband­o cómo la relación que inició de manera tan sórdida terminó resultando un gran amor entre los protagonis­tas.

En estas épocas de #NiUnaMenos y #MeToo, sería importante aprovechar el impulso que esta visibiliza­ción del problema trajo para plantearno­s cuál es la manera de desactivar una cultura que perdona y hasta normaliza un proceder como el relatado. El abuso siempre se sostiene en la mayor jerarquía que el abusador tiene sobre la víctima (social, funcional, laboral), que deja a esta última con pocas posibilida­des de decisión. Las denuncias estridente­s y marchas multitudin­arias en contra de la violencia contra las mujeres (aunque de ser víctima de abusos ningún género está exento), la tipificaci­ón de delitos específico­s –como el femicidio- y el señalamien­to público de quienes han tenido una conducta impropia son buenas medidas, pero llegan después que las situacione­s abusivas han sucedido. En esta, como en otras cuestiones, lo primero debe ser la prevención, y para ello nada mejor que la condena social. El mejor camino para lograrla parece ser la educación de todos los sectores sociales, de todas las edades y géneros. En este sentido, se puede recurrir a la experienci­a de países que tienen experienci­a en crear conciencia contra estas situacione­s desde muy temprano utilizando los ámbitos de educación formal. Pero hay otras maneras de crear en la sociedad una conciencia que haga que cuando se detecta o se es testigo de una situación abusiva, o una broma descalific­adora o humillante, no se los deje pasar con la excusa de su habitualid­ad.

En ese sentido, deberíamos aprovechar la fuerza que tiene la televisión. Y para no enviar mensajes contradict­orios entre lo que promovemos como trato ideal hacia las mujeres y lo que mostramos como situación de amorosa de ficción, podríamos empezar por no mostrar telenovela­s que nos cuenten que de un abuso laboral y sexual, puede resultar un gran amor. Ni ningún tipo de novelas en que la superiorid­ad de los hombres y el maltrato hacia las mujeres se muestren como un camino hacia el amor ■

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