Ana Longoni, en el área pública del Reina Sofía
Docente en la UBA y experta en arte político, tendrá a cargo la biblioteca y el centro de estudios.
En el staff del Museo Reina Sofía ya figura su nombre. Ana Longoni recibió la propuesta de encabezar el área de Actividades Públicas hace unos meses, a través del director Manolo Borja, y ya se instaló en Madrid para “sudaquear un poco el museo”, según contó en un breve intercambio por e-mail. Con “entusiasmo y vértigo”, enfrenta el desafío más grande de su carrera. Su área de trabajo “es parte crucial de la política radical de transformación de la idea misma de museo” que impulsa la dirección desde 2008 –y que el 20 de enero pasado renovó su mandato por cinco años más-. “La meta es reemplazar la noción privatista o exclusiva de colección por la de archivo del común, que entiende al museo como espacio de intervención y caja de resonancia de los debates públicos”, contó.
Doctora en Artes de la UBA e investigadora de estudios culturales en el cruce entre arte y política, activismos artísticos, vanguardias e historia reciente en Latinaomérica, Longoni ve- nía colaborando desde hace diez años con el Reina Sofía. Fue curadora de la exposición retrospectiva de Roberto Jacoby El deseo nace del derrumbe en 2011 y participó del equipo curatorial de Perder la forma humana, sobre cruces entre arte y política en los años ‘80 en América Latina.
Longoni decidirá sobre programas educativos, la biblioteca y un nutrido Centro de Documentación, hasta los programas de formación superior, la programación de conferencias, seminarios, talleres, ciclos audiovisuales, performance, música experimental, las políticas de redes de colaboración del museo y el Centro de Estudios. “Allí es donde más puedo aportar -señaló-: ayudando a conformar iniciativas de investigación que incidan transversalmente en otras zonas del museo y fuera de él.”
Su nombramiento se conoce en simultáneo con el de Inés Katzenstein como curadora del Departamento de Arte latinoamericano en el MOMA de Nueva York. “Con Inés estamos conversando sobre proyectos comunes, en colaboración”, dice. “Es, además, una señal de reconocimiento a América Latina, lo que significa –ojalá– dejar paso a otras lógicas, que permitan fisurar relatos consolidados unívocamente desde los centros, estallar las certezas, invertir el flujo colonial y sudaquear un poco el museo”, adelanta. ■