La noche en que Steve Kerr les cedió el mando a sus jugadores en la NBA
El entrenador de Golden State decidió que sus dirigidos armen jugadas en los “tiempos muertos”.
Cada entrenador tiene su librito. Por más que suene repetida y mancillada, la frase no deja de ser verdad, pues cada conductor de un equipo utiliza las tácticas, las estrategias y los estímulos que precisa para cada momento del recorrido en un campeonato. Desde afuera, desde la comodidad de un sillón, desde la ignorancia sobre el manejo de un grupo, suelen criticarse las decisiones de un director técnico. Como si no supiera lo que hace. Como si quisiera perder. Como si quisiera confundir. Pero no. Lo hace para hacerlos mejores.
Quienes presenciaban el partido entre Golden State y Phoenix sabían la diferencia de nivel entre ambos planteles. Imaginaban una ventaja abultada en la NBA. Y los Warriors demolieron 129-83 a los Suns. Pero los espectadores vieron azorados en el estadio y por televisión cómo Steve Kerr les cedió el mando a sus jugadores para se dirigieran ellos mismos en los “tiempos muertos”.
“Les dije que íbamos a hacer esto. Es su equipo. Esa una de las primeras cosas que tenés que considerar como entrenador. No es tu equipo, no es el equipo del manager general ni del dueño de la franquicia. Es el equipo de los jugadores y tienen que hacerse dueños de él”, explicó filosóficamente Kerr su decisión.
“Como entrenadores, tenemos que guiarlos en la dirección correcta, pero no los controlamos. Ellos determinan su propio destino y no siento que estábamos en foco. Era lo correcto para hacer. Se comunicaron realmente bien y llevaron a cabo buenas jugadas”, agregó el pentacampeón de la NBA con Chicago Bulls (1996, 1997 y 1998) y con San Antonio (1999 y 2003).
Kerr es uno de los tantos discípulos que tuvo a su cargo el enorme Gregg Popovich cuando lo dirigió en los Spurs. Siempre toma al entrenador de Emanuel Ginóbili como un faro a seguir y lo apoya en cada frase dedicada tanto al respeto del juego como a enfrentar el estilo de la presidencia de Donald Trump.
Popovich está plagado de historias a la hora de relacionarse con sus jugadores. En diálogos imperdibles, muchos de los cuales vivió con Manu, y en situaciones inesperadas. La última se vivió en un reciente partido de los Spurs, cuando el base Patty Mills se cargó de dos faltas con rapi- dez y no le hacía bien al equipo. Popovich llamó a sus tres asistentes y junto a Mills dijo: “Somos cinco. Tenemos cinco votos. ¿Quién confía en que Patty no va a sumar su tercera falta?”. Todos levantaron la mano. “Estás adentro”, le dijo Pop al australiano, quien respondió: “Los quiero, muchachos”. Y siguió jugando.
Obviamente, el gesto de Kerr tuvo voces en contra, que hablaron de falta de respeto hacia Phoenix. Basta leer las palabras de Jared Dudley, de los Suns, para entender que mejor es verlo desde adentro: “Quizás ahora mismo nosotros no nos merecemos el respeto. Cuando no parás de perder por 40, los equipos no te respetarán. Cambiarlo depende de nosotros”.
Claro que la decisión de Kerr estaba pensada. Es que en el habitual entrenamiento de lanzamientos que se hace en la mañana de cada partido, Andre Iguodala fue el encargado de guiar la práctica, mientras que JaVale McGee ayudó en la sesión de video con la computadora.
Ya en el partido, Kerr les pasó la planilla a Iguodala, David West y Draymond Green, quien estaba de civil por un dedo lesionado. Cada uno, a su turno, se sentó en el banquito de Kerr, de cara a sus compañeros, y dibujó jugadas. Quienes lo veían desde afuera no lo podían creer.
Al terminar el partido, Kerr charló con su colega Jay Triano, de Phoenix. ¿Qué le dijo? “Que no tenía nada que ver con ser irrespetuoso sino con llegar a mi equipo. Ellos están cansados de mi voz. Nos imaginamos que iba a ser una buena noche para sacar un truco de la galera y hacer algo diferente”.
Es otra frase remanida la de que hay un entrenador en cada espectador. Una frase con un concepto erróneo, salvo que se crea que para ser docente, ingeniero, techista o entrenador no se necesita capacitación.
“El verdadero secreto de alguien que se convierte en líder o entrenador es el conocimiento sobre la materia y cómo transmitirlo. No alcanza con saber del juego sino que tenés que tener didáctica”, le había dicho Sergio Hernández, entrenador del seleccionado masculino de básquetbol, a Clarín, el 23 de agosto pasado.
“El jugador no necesita que le digas que es el mejor del mundo ni ver videos motivacionales. Necesita que lo hagas mejor jugador -continuaba Hernández-. El jugador no respeta al entrenador por simpático o por autoritario, sino porque le da herramientas para ser mejor”.
Stephen Douglas Kerr quiere hacer mejores a los jugadores del equipo campeón de la NBA en 2015 y en 2017. Si no, se iría a su casa a disfrutar de sus millones bien ganados. Pero eso es conformarse. Y para conformarse no está la vida. ■