Clarín

Charly La magia continúa

Después de un año se presentó anoche en el Coliseo. Dio un emotivo recital a sala llena.

- Camila Valero

Hacía un rato que Charly García no estaba sobre el escenario del Coliseo. Pero nadie, ni los grandes ni los chicos, se quería ir. Y cantaban, con los ojos húmedos, canciones eternas. Cantaban Inconscien­te colectivo, Yo no quiero volverme tan loco y El fantasma de Cantervill­e y Canción para mi muerte y Rasguña las piedras, como si fueran un conjuro para que la noche se hiciera eterna.

Esa noche que había comenzado 48 horas antes, cuando un tuit diparó el deseo de estar ahí donde ayer a las 20.44, con Institucio­nes, una canción que compuso allá por el ‘74 cuando cantó en el Coliseo por primera vez, Charly García inauguró una resurrecci­ón artística más. Y van...

La ovación inicial fue el marco para que calentara motores, sostenido por una banda que sonaría impecable a lo largo de todo el show: el Zorrito Fabián Quintero, Kiuje Hayashida, Toño Silva, Carlos González y Ro- sario Ortega, y enseguida pusiera de pie a los fans que llenaron el Coliseo, con Cerca de la revolución.

“La máquina de ser feliz la tiene él, la tengo yo”, dijo Charly al terminarel corte de difusión de Random, antes de seguir con King Kong, con las imágenes en blanco y negro en las pantallas separadas por la Torre de Tesla que ocupó el centro del escenario.

“Esta es la banda de Charly”, cantó la hinchada. “Say no more”, respondió él, que es García, que estalló de energía con Rezo por vos. Charly estaba de vuelta; y cómo no emocionars­e. Otro lo mostró entero y desafiante. “De la época de Hitler”, describió las imágenes que fundían a negro para darle espacio a su música. Y Reloj de plastilina puso el contador del tiempo en retroceso.

“Gracias de parte mía, de la banda y del Zorro”, agradeció Charly. Y el público aplaudió, agradecido, mientras el anfitrión anunciaba Rivalidad. “Una canción que se la hice a mi vecina; por suerte me cuidé”, bromeó. Animado, contento, siguió: “Mirá lo que hago por la rivalidad”, mientras sobre el telón de fondo su cuerpo, por enésima vez, voló desde el noveno piso hacia la pileta del hotel mendocino. Y una vez más, cayó en el agua.

El ida y vuelta fue permanente. Echando mano a su propia máquina de darle felicidad a la gente, esas canciones eternas que conmoviero­n y conmueven a generación tras generación, continuó. “La estamos pasando bien, ¿no?”, disparó, y no esperó. “Esta canción está dedicada a Tesla; y ustedes dirán: ¿quién mierda es Tesla?”; y ahí fue Yendo de la cama al living. Ayer, García fue una vez más una zona de lucidez implacable.

“Una canción que hice en estos días, ayer...”, anunció In the City That Never Sleeps. No la hizo anteayer, pero es lo que menos importaba. En cambio, sí importaron los clásicos, como Me siento mucho mejor y Promesas sobre el bidet. “Esta es la barra de Say No More”, alentó la tribuna.

Demoliendo hoteles pudo bien haber sido Demoliendo el Coliseo, pero sin romper nada; que esos tiempos son pasado. Ayer se trató de bailar y de saltar. Entonces, “Chau”. Así como lo anunció, lo terminó. Telón y la incógnita. Una hora exacta, luces y la barra: “Olelé olalá, si esto no es aguante, el aguante dónde está”.

Charly volvió a escena con un certero ataque al corazón de sus incondicio­nales: Los dinosaurio­s. De fondo, Raúl Alfonsín, el Juicio a las Juntas de la última dictadura militar... Charly hacía historia; Charly es parte de nuestra historia. De las de quienes cantan (cantamos) con él hasta la última coma de cada canción.

Hay más: No importa es la banda sonora de escenas de guerra, soldados y muerte. La banda sigue impecable, y Rosario cubre a la perfección las dificultad­es que García tiene para cantar. No importa; las canciones están ahí, intactas, gracias a ellos seis. Y ellos seis se despachan con una versión de Fanky baila todo el Coliseo. ¿Fin? No. “El Zorrito me convenció”, avisó García.

“Ella es menor, él es normal...” Como siempre, Charly lo contó antes, en Nos siguen pegando abajo (pecado mortal), y ayer lo hizo una vez más, hasta decretar el final de una nochememor­able, esta vez por lo muy bueno de todo. Entonces, dos personas lo ayudaron a levantarse. “Basta”, sentenció el artista, y se fue. Y, aunque nadie lo quería así, una vez más su capricho fue ley. Esperemos que por pooco tiempo. w

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MARTÍN BONETTO Conectado. Charly lució enérgico y su entrega tuvo una respuesta fantástica del público.

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