Clarín

A los pies de Rod Stewart

DANIEL MARRA

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

El zapatero del cantante es argentino. Tiene 50 años y vive y trabaja en La Matanza.

La curva de la inflación argentina puede ser contada de un recital de Rod Stewart a otro. En 2011, el ticket más costoso para cenar mientras Roderick David Stewart entonaba, era de cinco mil pesos. Siete años después, una entrada para idéntica velada, asciende a 15 mil. A la par de la tasa, se infla el kilometraj­e de Stewart. Y el mito.

“El carne y hueso” cotiza más que nunca. La virtualida­d será presente y futuro, pero hoy nadie paga 15 mil pesos para ver a Rod Stewart desde la “ventanita” de su tablet. Una cena a metros del Sir Rod y en el Día de los Enamorados exige 732 dólares per cápita. Lo que se paga no es el Rutini o el menú de burratas y bife extracotto, sino el he- cho de respirar el mismo aire que él, ver la textura de sus arrugas o el recorrido en vivo de su transpirac­ión.

Rod está intacto. A diferencia de colegas y amigos de su generación, a sus 73 años no está “golpeado” como, por ejemplo, Eric Clapton (”me estoy quedando sordo y tengo una enfermedad del sistema nervioso que me dificulta tocar la guitarra “, confesó Eric, a los 72). Tampoco tiene la intención de “cerrar el boliche” y seguir los pasos de Elton John -rumbo a la jubilación con una gira mundial de despedida, según anunció a sus 70. Rod anda más del lado de los elásticos Mick Jagger, Keith Richards y Roger Waters, los tres del club de los 74.

Mil trescienta­s cincuenta personas (distribuid­as en mesas de diez) ovacionaro­n a Rod en Costa Salguero antes del show de mañana en GEBA. Comieron burratina, duraznos a la plancha y emulsión de albahaca como entrada. Siguieron con un bife tiernísimo y terminaron con Pavlova (merengue) de ananá y menta. El postre verdadero llegó 23:01. Saco y zapatillas plateadas, camisa negra de brillos, dos crucifijos y Love Train para iniciar un repertorio de 16 temas en una hora y cuarto.

La previa fue una sucesión de intersecci­ones. Mientras Guillermo y Gustavo Barros Schelotto esperaban ingresar al camarín del casi “barrabrava” del Celtic de Glasgow , el ingeniero Jorge Camacho se jactaba de ser el argentino que vio a Rod más de 20 veces, cinco en la Argentina. Damsel Talk, la banda de la británica Jenny Moule fue la telonera que dio paso a ese londinense/escocés que horas antes compraba bermudas en el Paseo Alcorta. Forever Young

Ni rastros del cáncer de tiroides que Rod atravesó en 2000 y que lo dejó más de un año sin cantar. Trece músicos sostuviero­n un impecable y colorido show que incluyó cuatro cambios de vestuario-. Dos violinista­s, tres coristas, una percusioni­sta, un pianista, dos guitarrist­as, un bajista, dos bateristas. Hasta un arpa. Uno de los grandes bastiones: Jimmy Roberts, el saxofonist­a que arranca ovaciones a puro soplido.

La vida le hizo un favor a Stewart negándole el sueño del fútbol. Como defensor tal vez hoy estaría dando charlas de veteranos o paseándose como oráculo predictivo del Mundial de Rusia. La música le permite a Roderick seguir pateando balones después de los 70 -artrosis mediante- en ese juego habitual de regalar pelotas al público en sus conciertos.

Rhythm of My Heart, Some Guys, Tonight’s the Night, Have I Told You, Maggie, Da ya think Im sexy?... El Caballero del Imperio británico supo dar lo que esperaban de él. Ni más ni menos. Su Forever Young, más que un himno, a esta altura es un estado que irradia su cuerpo. Ya lo dijo Iván Noble, que abre hoy GEBA: “Estoy viendo a Rod Stewart. 73 pirulos. Qué equivocado­s estaban los del Club de los 27”. w

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MARTÍN BONETTO Gala rockera. El cantante dio todo lo que el público esperaba de él.

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