Clarín

¿Qué hacemos si nuestro hijo está cercado por un tirador en la escuela?

Preguntas. Fue inevitable hablar en la mesa familiar y en los grupos de padres de la escuela sobre la matanza de Florida. El temor a que nada cambie y vuelva a ocurrir.

- WASHINGTON. CORRESPONS­AL Paula Lugones plugones@clarin.com

En Argentina, las conversaci­ones entre padres e hijos sobre seguridad usualmente giran sobre cómo el adolescent­e debe reaccionar si alguien quiere robarle el celular, la bicicleta o las zapatillas, o cómo cuidarse de las drogas, o los peligros cuando sale de noche. Pero aquí en Estados Unidos, el drama puede desatarse en pocos minutos en el lugar donde los chicos deberían estar más seguros que nunca: en su propia escuela. El fenómeno es alarmante y las estadístic­as muestran que los ataques masivos en los centros educativos en este país aumentaron drásticame­nte en los últimos años. ¿Cómo afecta el tema a los chicos? ¿Cómo deben reaccionar ante un caso similar? Hablar de la matanza en Parkland fue inevitable en la cena del miércoles. En casa, en las afueras de Washigton DC, y segurament­e también en la de millones de estadounid­enses donde viven adolescent­es que asisten a colegios como el de Florida.

Las preguntas surgieron: ¿Qué haría uno en una situación así? ¿Salir corriendo? ¿Esconderse en un arma- rio? ¿Llamar por teléfono a la familia? ¿Qué haríamos los padres si nos enteramos que un hijo está encerrado con un tirador en la escuela? ¿Por qué nadie advirtió que Nikolas Cruz tenía problemas? ¿Cómo alguien que había dicho en las redes que quería cometer una matanza en una escuela pudo comprar un fusil de asalto? ¿Por qué no hay más controles de armas? Las preguntas se trasladan al día siguiente a los grupos de WhatsApp de los adultos.

Sabemos que a los chicos hay que brindarles confianza y seguridad. Decirles que es un caso aislado, que hay muchas más probabilid­ades de que les pase algo en un accidente de tránsito. Pero en el fondo sabemos que, si nada cambia, es algo que puede suceder.

La ansiedad creció tanto que el condado de Montgomery County, en las afueras de Washington, envió un mail a los padres para asegurarle­s que están trabajando por la seguridad en los colegios, instalando cámaras en el interior y exterior de los establecim­ientos. Y ofrecen consejeros para padres y alumnos que necesiten apoyo emocional. Avisan, además, que continuará­n con los simulacros. En todas las escuelas del país se realizan varias veces por año prácticas para casos de incendio y también de posibles ataques. Los chicos ensayan, por ejemplo, que cuando suena la alarma de incendio deben salir en forma ordenada al pasillo y escapar del edificio por rutas ya establecid­as, de acuerdo al aula en la que se encuentren. En el caso de un tiroteo o ataque terrorista, la escuela establece un “lockdown”, es decir que el edificio se cierra y los alumnos y profesores deben seguir pasos muy precisos: cerrar la puerta del aula y trabarla si es posible con muebles; apagar la luz y ubicarse todos en silencio contra la pared de la puerta de modo que el atacante piense que el aula está vacía. Si el atacante llega a ingresar igual, lo que aconsejan es lanzarle objetos, desde pupitres hasta libros y abrochador­as.

El asesino de Florida, un ex alumno, conocía esas prácticas. Por eso hizo sonar él mismo la alarma de incendio, para que los chicos salieran rápidament­e a los pasillos, donde les disparó a mansalva. Estos simulacros se hacen en todo el país, en escuelas públicas y privadas. Incluso en la Escuela Argentina de Washington los profesores y autoridade­s recibieron instruccio­nes de seguridad justo el sábado pasado.

En las zonas más progresist­as de los EE.UU. crecen las voces para que haya control de armas, que se prohiba la venta de los fusiles semiautomá­ticos. Pero en el interior, donde las armas son también un símbolo cultural de libertad e independen­cia, dicen que los atacantes son “enfermos mentales” y promueven que los maestros vayan armados para que liquiden a los tiradores. Pero más allá de los continuos debates, nunca pasa nada, nunca se legislan ajustes ni controles. Es un círculo que se repite tras las matanzas: los políticos envían condolenci­as y piden rezar por las víctimas. Pasa el tiempo y todo cae en el olvido. Hasta que una nueva masacre vuelve a golpear a nuestros niños. w

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