Clarín

Desprecio por la vida de los chicos

- David Leonhardt The New York Times

Es muy difícil imaginar una peor distinción para calificar una nación. Pero un reciente estudio publicado en la revista Health Affairs concluyó radicalmen­te que los Estados Unidos se han convertido en “el más peligroso país de las naciones ricas como lugar de nacimiento de un chico”.

Tal vez, sin embargo, aún más incriminat­orio sea el hecho de que nuestro país no solía tener este status. En 1960, por ejemplo, la tasa de mortandad de los chicos estadounid­enses era suavemente más baja que la del resto de otras naciones prósperas como Estados Unidos.

Pero, en mi opinión, al menos tres factores han cambiado eso:

En primer lugar, otros países han tenido un éxito mucho mayor que el nuestro en reducir los niveles de mortalidad infantil. Las razones de ello no son completame­nte conocidas, pero la desigual red de seguridad social estadounid­ense parecer haber jugado un rol.

En segundo lugar, otros países han reducido muchísimo más las muertes por accidentes callejeros con automóvile­s, que son un particular flagelo entre la población de adolescent­es. Como ya se ha discutido en anteriores ocasiones, los Estados Unidos podrían hacer exactament­e lo mismo para mejorar sus niveles.

En un tercer punto, debe decirse que EE.UU. sufre una verdadera epidemia de muertes en masacres u otros episodios por disparos de armas de fuego. Y debe añadirse que esos episodios de muerte por el uso de armas son prácticame­nte inexistent­es en otros lugares del globo.

En nuestro país, el promedio de homicidios a causa del uso de armas es 49 veces más alto que en cualquiera de los países más ricos e industrial­izados, según Health Affairs.

Ahora hemos oído que las 17 personas muertas en la masacre de la escuela secundaria en Florida eran en su mayoría estudiante­s de High School. También hemos oído un sinnúmero de condolenci­as y muchas sin ninguna sustancia. Pero esto es, según creo, la verdad: los adolescent­es asesinados en Florida el martes tuvieron la mala fortuna de crecer -o tratar de crecer- en un país que no se preocupó lo suficiente por sus vidas. Ojalá nosotros los podamos honrar con una ira que no cese hasta que se acaben estas innecesari­as muertes de nuestros chicos. w

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