Clarín

El señor de los árboles de Parque Avellaneda: con troncos muertos, crea arte

Es José Desseno, quien arrancó en los años 70. Ahora trabaja en la escultura “Equidad”, en la Plaza Olivera.

- jsavloff@clarin.com Judith Savloff

Cada atardecer, José Desseno (Buenos Aires, 1940) va a trabajar a la Plaza Domingo Olivera, de Parque Avellaneda, sobre el tronco de un árbol muerto. Es que allí crea Equidad, una escultura que donará a ese espacio del barrio de toda su vida.

“Pasaron unos dos años desde que el árbol murió hasta que comencé la obra, en 2017”, contó Desseno a Clarín. “Espero que para fin de este mes esté terminada, aunque nunca me pongo plazos estrictos”, agrega.

No es la primera vez que Desseno, quien es además ingeniero industrial, recupera un árbol de esta manera. Ya esculpió decenas. Los talla. Los lustra. Los pinta. Los trata con materiales especiales para que no vuelvan a dañarse. Es decir, a cada uno le da una vida nueva, como pieza de arte. Una vida, afirma, “perdurable”.

-Empecé con trabajos de este tipo en 1974 en el Parque Avellaneda. La primera escultura que hice se llama Despertar (Eucaliptus colorado) y fue expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes.

-¿Qué lo impulsa?

-En general, el destino de los árboles que tomo es terminar como rellenos de terrenos. Sin embargo, se pueden transforma­r en mucho más. Por eso, cuando encuentro algún “árbol víctima” trato de restablece­r cierta continuida­d con la naturaleza. Mis obras siempre tienen un motivo que se ajusta a la exaltación de la vida. -¿Algo más lo inspira?

-Todo lo que observo y nada en particular. Es decir, la inspiració­n surge repentinam­ente. Por ejemplo, para hacer Ágape, que está ubicada también en la Plaza Olivera, estuve cuatro años observando el árbol con el que trabajé.

Ágape fue creada con un cedro del Himalaya. Desseno cuenta que había sido arrancado por una tormenta en 2010 y ahí quedó hasta 2016, cuando lo “rescató”.

El escultor conoce muy bien el lugar. Es su cantera. Y un amor desde la infancia. “Parque Avellaneda fue el parque de mi niñez. Compré una casa en el barrio en 1972, a la que primero destiné a taller, pero a partir de 2005 se transformó en mi vivienda definitiva”, señala.

Y Desseno no sólo le regala arte a ese lugar. En 1998 creó un Concurso Nacional de Escultura en Madera. “Fue realizado por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires por un pedido del entonces director del Parque Avellaneda, Enrique Esperanza. Me propuso hacerlo con los árboles que necesariam­ente tenían que ser retirados”. Después, Desseno también organizó otros certámenes. “Se hicieron mientras el Gobierno los auspició. Si aparece nuevamente un sponsor se pueden retomar”, dice.

Hay obras de Desseno en el exterior, en coleccione­s locales y, claro, en su casa. Como creador, ya en 1972 obtuvo una mención del Salón Nacional. Pero fue en 1989 cuando empezó a llamar la atención por las piezas para exponer al aire libre, en el segundo Concurso Nacional de Escultura en Madera, de Resistenci­a, Chaco, donde luego expondría varias veces más.

La madera no es el único material que usa Desseno para crear. Su obra Fuga y Misterio (1992), por ejemplo, es una talla directa en piedra Mar del Plata, donada, justamente, a la ciudad que lleva ese nombre.

Sin embargo, la madera de los troncos desechados es, sin dudas, la que mejor sintetiza la búsqueda de este “señor de los árboles”. La semilla de su arte. w

El destino de los árboles que tomo es ser usados como relleno de terrenos. Con las obras, busco exaltar la vida”.

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J. DESSENO “Augur”. También obra del vecino, con un árbol desechado.
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En obra. Desseno en Plaza Olivera, trabajando en “Equidad”. La donará.

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