Clarín

El múltiple homicida “Concheto” Alvarez va a juicio por una salidera

Cumplió condenas por cuatro crímenes. Salió y volvió a caer por un robo, aunque él dice que lo engañaron.

- Virginia Messi vmessi@clarin.com

En apenas cinco días, entre el martes 23 y el domingo 28 de julio de 1996, concretó 7 asaltos y mató a tres personas. Con 18 años, y una vida de veraneos en Punta del Este y colegio privado, por ese entonces Guillermo Álvarez no necesitaba presentaci­ón. Sus dos apodos, “El patovica” -por su afición al gimnasio- y “Concheto” - por su extracción social- se habían abierto paso en las crónicas policiales a fuerza de sangre y brutalidad. Ni la cárcel lo paró: allí mató a su cuarta víctima, un compañero de pabellón.

Pocos se enteraron cuando recuperó la libertad, a fines de 2015, gracias a una serie de rebajas de pena y se fue a vivir a San José, Entre Ríos, junto con su padre, que le dio trabajo. Por eso sorprendió cuando, tres meses después, fue nuevamente detenido en el Microcentr­o porteño luego de hacer una salidera.

Hoy “Concheto” está a punto de ser juzgado por ese hecho y mata el tiempo cursando la carrera de Derecho en el Centro Universita­rio de Devoto. En ese sector pasa la gran parte del día, alejándose de los problemas para mantener su nota de 10 en “conducta”, aunque por el momento no puede mantener el mismo nivel en “concepto”, un difuso ítem en el que los penitencia­rios lo calificaro­n con un 4.

Nacido el 21 de marzo de 1978 en Acassuso, hijo de un empresario dueño de salas de cine, Alvarez pasó 19 años en prisión y salió en libertad con la pena cumplida el 18 de diciembre de 2015. Pero apenas duró 96 días afuera. El 23 de marzo de 2016 fue detenido acusado de robarle dinero a un joven colombiano que acababa de salir de una casa de cambio.

En unas semanas cumplirá 40 años, pero antes de eso “Concheto” deberá enfrentar nuevamente un juicio oral. En su primer debate como acusado, en septiembre de 1998, se presentó de traje, peinado a la gomina y con lentes, muy lejos de la imagen de forzudo violento que había cultivado con su banda.

Su nuevo look, sin embargo, no logró conmover a los jueces que le impusieron una pena de 25 años de prisión por haber matado al empresario Bernardo Loitegui (42) cuando llega- ba a su casa, en Martínez.

A esa condena se sumó otra a prisión perpetua por el crimen de un policía y una joven de 24 años en el bar Company, de Belgrano. Luego le impusieron una tercera, a 18 años de cárcel, por acuchillar a un compañero de celda.

En esta oportunida­d, si el juicio no se posterga (ya ocurrió dos veces por pedido de la defensa) el 5 de marzo Alvarez será trasladado desde el pabellón 5° del Módulo 2 del penal de Devoto hasta el sexto piso de los Tribunales de Talcahuano. Allí el Tribunal Oral en lo Criminal N° 5 lo juzgará por “robo agravado con armas en concurso real con la portación de un arma de uso civil, agravado por poseer antecedent­es penales”.

En el juicio, donde al parecer se declarará inocente, Alvarez arriesga una pena de hasta 15 años de prisión con el agravante de una casi segura declaració­n de “reincidenc­ia”, lo que lo obligará a cumplir la totalidad de la sentencia sin posibilida­d de pedir la libertad condiciona­l.

“El siempre sostuvo que fue engañado, que no tuvo nada que ver con el robo al joven colombiano, sino que fue la supuesta víctima la que lo engañó y le robó a él luego de cambiar dinero en el Microcentr­o”, le dijo a Clarín su abogado, Hernán Caremi. “El día del episodio había venido de Entre Ríos a Buenos Aires a cambiar dinero porque el tipo de cambio acá es más beneficios­o”, agregó el defensor.

Conocido como “Willy” puertas adentro del penal, los penitencia­rios lo miran con especial recelo. En parte por su inteligenc­ia (habla italiano, inglés y presume de su latín) y en parte por una vieja deuda de hace casi 20 años. A principios de los 2000 Alvarez logró un cómodo alojamient­o en dependenci­as de la Gendarmerí­a en Campo de Mayo luego de declarar que agentes del Servicio Penitencia­rio Federal lo dejaban salir de la cárcel de Caseros para robar. w

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Otros tiempos. Guillermo Álvarez durante el juicio que le hicieron en 1998, donde intentó mostrarse formal.

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