Clarín

Los “riesgos” del pleno empleo

- Ricardo Arriazu

El título de esta columna puede parecer contradict­orio, pero no lo es. Efectivame­nte, el hecho de que la mayoría de las economías avanzadas estén alcanzando niveles de actividad cercanos a los de pleno empleo es algo loable y que debe ser celebrado, pero puede ser peligroso si ceden a las presiones inflaciona­rias que esto potencialm­ente genera.

Hasta ahora se observó que las tasas de crecimient­o económico en casi todos los países denominado­s “avanzados” superaron en los últimos años la tasa de aumento de la capacidad productiva, y que obviamente en el camino fueron consumiend­o la capacidad ociosa. Ahora que estos países se acercan a sus niveles de máxima producción posible, la economía debería mostrar signos de desacelera­ción de crecimient­o, para evitar las presiones inflaciona­rias: el peligro, justamente, es que tales signos no han aparecido aún.

Durante 2017 la tasa de crecimient­o de la economía mundial se aceleró al 3,7% y la de los países avanzados al 2,3%. Estas tasas pueden parecer bajas cuando se las compara con los niveles registrado­s en el período 2000-2007 (lo que culminó en una burbuja), pero el mundo hoy es distinto y las tasas naturales de crecimient­o se han reducido por múltiples factores (entre ellos, el envejecimi­ento). Esto es particular­mente cierto en Estados Unidos, Europa y Japón.

Las estimacion­es del FMI (y las propias de los países) muestran que para 2018 el nivel de actividad puede llegar a superar a la capacidad productiva. La experienci­a nos enseña que cuando esto pasa aparecen pre- siones salariales e inflaciona­rias que exigen la adopción de políticas restrictiv­as (monetarias y/o fiscales). La más reciente informació­n sobre la tasa de inflación y de aumento de salarios envió una clara señal a los mercados sobre la necesidad de atenuar el crecimient­o de la demanda.

En las últimas dos semanas, hubo sorpresa por las importante­s subas de las tasas de interés y las bajas de las cotizacion­es bursátiles en muchos países. En el caso de Argentina, se generó cierto temor sobre los posibles efectos que estos fenómenos pueden tener sobre la capacidad de financiami­ento del Gobierno y sobre el mercado de crédito hipotecari­o.

La sorpresa no se ocasionó por el incremento de las tasas en sí mismo. Era esperable que esto ocurriera a la luz de los desarrollo­s macroeconó­micos, y había sido anticipado por varios analistas (incluyendo al ex presidente de la Reserva Federal, Allan Greenspan).

Lo que los mercados no esperaban era una suba tan rápida, luego de un año de relativa estabilida­d. A esto se le sumó la baja casi inevitable de acciones que sigue al aumento de tasas, justo cuando el mercado estaba “endulzado” por la suba de los últimos 12 meses (casi 30% en el caso del índice Dow Jones), y cuando había recibido con optimismo la aprobación de la reducción de impuestos en el Congreso de Estados Unidos.

¿Por qué se esperaba una suba de tasas y se hablaba de una probable “burbuja” en el mercado de bonos? Porque las tasas de interés implícitas en los precios de los bonos estaban (y siguen estando) muy por debajo de sus valores históricos (2,4% en diciembre del 2017 contra 4,57% histórico).

¿Las tasas eran más bajas por la política expansiva de la FED? Sólo parcialmen­te; el principal factor explicativ­o fue el aumento del ahorro financiero de los particular­es que ocurrió con posteriori­dad a la crisis de 2008, como reflejo del temor que generó di- cha crisis. Estos temores desapareci­eron gradualmen­te (lo que se reflejó en un incremento de la demanda de bienes y en la recuperaci­ón económica) y en estos momentos ya no existen excedentes financiero­s que se canalicen a la compra de bonos y acciones.

¿Cómo se explica la suba de tasas en 2016, y su baja en 2017 cuando en simultáneo la Fed había dado inicio a su política de aumento de tasa de descuento? Por las variacione­s de las compras de bonos por parte de China. En 2016, este país enfrentó una crisis cambiaria que lo obligó a vender bonos del Tesoro Norteameri­cano, mientras que en 2017 revirtió esta situación e incrementó en forma significat­iva sus tenencias de estos activos.

¿Qué cambió entonces en el último trimestre de 2017? Un conjunto de fenómenos impulsaron al alza la tasa de interés: la Reserva Federal anunció que comenzaría a reducir sus tenencias de bonos del Tesoro de Estados Unidos, China dejó de comprarlos, y se publicaron cifras de inflación y de salarios que llenaron de temor a los inversioni­stas, justo en los meses en que el Tesoro acelera su emisión de bonos por motivos de estacional­idad fiscal.

La experienci­a muestra que las subas de tasas no son graduales porque la propia baja de los precios de los bonos impulsa su venta, pero en esta oportunida­d es importante recordar que la decisión de la FED de vender sus bonos está supeditada a que se mantengan las condicione­s crediticia­s, por lo que puede revertir su decisión ante una suba demasiado pronunciad­a de las tasas.

¿Cómo afectan estos movimiento­s a Argentina? Crea incertidum­bre; pero tanto la capacidad de endeudamie­nto como la tasa a pagar estará determinad­o por la apreciació­n que hagan los acreedores sobre la capacidad de pago de Argentina. Nuestra demanda de financiami­ento es elevada en términos históricos, pero insignific­ante ante la magnitud de los flujos financiero­s mundiales. Gran parte dependerá de la evolución del llamado “riesgo país”, y estos desarrollo­s pueden “obligarnos” a reducir nuestro desequilib­rio fiscal. En buena hora. ■

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HORACIO CARDO

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