Clarín

“Todavía no puedo salir sola de casa”

Lo cuenta Natalia Meza, la última pasajera rescatada y dada de alta, tras cinco meses de internació­n y treinta cirugías. Hoy hacen un nuevo acto por las víctimas.

- NATALIA MEZA

Fue la última pasajera en ser rescatada del accidente de Once. Hoy se cumplen 6 años de la tragedia.

Natalia Meza fue la última sobrevivie­nte que rescataron, entre cuerpos y hierros retorcidos, seis años atrás. Salió de la estación Once en un helicópter­o del SAME y de ahí directo al quirófano del Hospital Santojanni. También fue la última en recibir el alta, casi cinco meses después de que el tren Sarmiento impactara de lleno contra el paragolpes, provocando 51 muertes, entre ellas la de una embarazada, y 789 heridos. Es la última de la tragedia de Once y la que todavía no despega. Su vida anterior está muy cerca pero al mismo tiempo fuera de su alcance.

“Desde el choque no pude volver a trabajar ni salir sola de mi casa”, dice. Está sentada a una mesa en el living del hogar que comparte con sus padres, Santiago y Josefina, en un barrio de casas bajas y calles de tierra a cinco minutos de la estación ferroviari­a de Merlo. Cuando el tren se estrelló en el andén, tenía 28 años. Desde entonces, su vida quedó tajeada: no pudo ponerse en pareja, ni mudarse, ni volver a sostenerse económicam­ente. La mantienen los padres, la ART le da el servicio médico y espera una indemnizac­ión en el juicio civil. Sus necesidade­s eran más elementale­s: debió volver a aprender a caminar. Hoy, cualquier proyecto se le interrumpe. Peritajes oficiales fueron oncluyente­s sobre su estado físico: tiene 95 % de incapacida­d.

El 22 de febrero de 2012 subió al primer vagón del Chapa 16, formación que superaba en al menos 20 años su edad de retiro. De lunes a viernes, desde hacía 7 años, elegía esa ubicación. Lo hacía pese a que su padre siempre le advertía: “Ni en el primero ni en el último. Los vagones seguros son los del medio”. Pero en sus viajes al trabajo -una regalería china en Once- se veía obligada a ir adelante. De manera contraria, a los retrasos habituales por cancelacio­nes, incendios en las máquinas o interrupci­ones debía sumarle 20 minutos más en la salida. Ahí, se generaban embudos humanos, empujando por salir a la calle y cumplir el horario de entrada a sus empleos.

Esa mañana, alrededor de las 7:30, Natalia encontró el andén en Merlo lleno. “Otra vez, demoras”, pensó. Ya había decidido que dejaría pasar un tren. Pero cuando el Chapa 16 hizo su ingreso, se vio frente a la puerta y el movimiento de la masa de pasajeros la fue empujando hacia adentro. Parada, quedó de espaldas a una ventanilla. Cargaba una mochila hacia adelante, sobre su pecho. Se tapó los oídos con auriculare­s y puso play desde el celular a una lista de temas de cumbia. “No fui prestando atención al viaje -dice-. Si recuerdo reparar en que pasamos por Caballito y yo guardé el celular para prepararme para la salida en Once. Al segundo, estábamos en la terminal y después vino el golpe”.

Pasó más de 4 horas atrapada, sintiendo cuerpos y chapa a su alrededor. Hacía muchísimo calor. En varios momentos dijo que las piernas no le respondían, que no aguantaba más. Cada vez que lo decía aparecía una voz masculina que le repetía que tuviera paciencia, que ya los iban a sacar. Ella fue la última. Salió consciente y hasta pidió a los bomberos que no le quitaran su mochila. Pese al impacto seguía teniendo las tiras alrededor de sus hombros. Quería llevársela con ella. Pero no pudo. Semanas más tarde, mientras la cuenta de sus operacione­s sumaba más de 20 - fueron en total alrededor de 30- y corría peligro de perder las dos piernas, su padre se presentó a la comisaría para reclamar la mochila. Se la entregaron pero faltaban $ 700 pesos y un celular nuevo. Sería la primera de una larga serie de miserias.

“Se creyeron que no íbamos a hablar, que éramos los negritos de Once y que con un poco de plata nos compraban. Pero lo nuestro fue dignidad pura”, dice Santiago, el padre. Natalia, a su lado, agrega: “Siempre le dije que no firmara nada, necesito contar lo que me pasó, nadie me puede negar la experienci­a que viví: antes de la tragedia, saltar de formacione­s en llamas, ver cómo las puertas se abrían solas y trenes que no frenaban, seguían de largo y debían volver atrás; después, el choque que dejó mi vida interrumpi­da”. ■

Necesito contar lo que viví. Antes de la tragedia, saltar de formacione­s en llamas, ver cómo las puertas se abrían solas y los trenes que no frenaban”. Natalia Meza

Víctima

Se creyeron que no íbamos a hablar, que éramos negritos de Once y que con un poco de plata nos compraban el silencio. Pero lo nuestro fue dignidad pura”. Santiago Meza

Papá de Natalia

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 ?? ALFREDO MARTÍNEZ ?? Sobrevivie­nte. Natalia tenía 28 años cuando chocó el tren, casi pierde ambas piernas y debió volver a aprender a caminar.
ALFREDO MARTÍNEZ Sobrevivie­nte. Natalia tenía 28 años cuando chocó el tren, casi pierde ambas piernas y debió volver a aprender a caminar.

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