Europa autoriza a comer insectos pero en el país aún se los rechaza
Por una nueva disposición, pueden ahora consumirse enteros en toda la UE. Según la FAO, tienen un alto valor nutricional. Qué dicen los especialistas argentinos.
Por una nueva disposición, pueden ahora consumirse enteros en toda la Comunidad Europea. Allí ya hay empresas que producen alimentos con harina de grillos, escarabajos y orugas. La ONU afirma que más de 1.900 especies de insectos complementan la dieta de 2.000 millones de personas en el mundo. Hoy se consumen hormigas, abejas y avispas. Y en México son populares los “chapulines” disecados. Según la FAO, los insectos tienen un alto valor nutricional. En la Argentina, los chefs dicen que se les tiene fobia por desinformación y aún no se consumen por prejuicios culturales.
Hace unos meses, cuando el chef brasileño Alex Atala vino a cocinar a Tegui --considerado el mejor restaurante de la Argentina-- la gran curiosidad de los periodistas y comensales ultra sibaritas era si había traído sus famosas hormigas del Amazonas. Atala, un revolucionario de la cocina, puso en el primer plano de la más alta gastronomía global los productos de la selva brasileña, que incluyen los insectos que habitualmente consumen esas comunidades y muchas otras en Latinoamérica.
En Argentina muchos nos horrorizamos (y nos burlamos de Marley que come cucarachas en TV), pero que los insectos tienen un alto valor nutricional lo viene pregonando desde hace años la FAO. Ahora, otro im- portante organismo internacional les dio un espaldarazo: Europa acaba de autorizar su consumo como alimento en todo el continente. ¿Podrá la tendencia consolidarse y en unos años reemplazar nuestro querido bife por un plato lleno de bichitos?
El 1° de enero, la Unión Europea actualizó su catálogo de la llamada “novel food” (nueva comida), que comprende los alimentos que no eran consumidos allí antes de 1997, cuando se armó la primera lista. “La nueva regulación mejora las condiciones para que las empresas alimenticias puedan traer fácilmente nuevos e innovadores alimentos al mercado europeo, al tiempo que mantienen un alto nivel de seguridad alimentaria”, explica a Clarín Aikaterini Apostola, vocera de la Comisión Europea.
Algunos de esos nuevos alimentos son el jugo de noni (una planta de Tahití) y las para nosotros conocidas semillas de chía. Además abre la puerta a futuros desarrollos con nanotecnología. Respecto de los insectos, incluye ahora tanto sus partes como los animales enteros.
Insect Fit es una empresa española que está por lanzar barritas energéticas con harina de grillo. Alberto Mas Gomis, del área comercial, cuenta que hay ya varias empresas que en Europa producen alimentos con harinas de insectos. Ellos traen los grillos desde “granjas de insectos en Tailandia”, pero vaticina que en breve aparecerán estos productores de materia prima en España y Europa. Asegura que los eligen porque tienen “tres veces más proteína que la carne, dos veces más calcio que la leche y dos veces más hierro que la espinaca”.
La FAO también destaca su alto valor nutricional y que pueden ser una estrategia para combatir el hambre en el mundo (ver Qué dice...). “Son una fuente de proteína importante y lo van a ser en el futuro. El 50% del peso de un insecto es proteína”, concede la nutricionista Mónica Katz. Su colega Silvina Tasat, presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición, aclara que los insectos más proteicos son los que tienen más caparazón y pone su consumo en un contexto: “En Ghana, por ejemplo, sí se utilizan mucho porque hay hambre y una necesidad de consumir una fuente proteica sea como sea. En cambio, aquí, en la tierra del asado, me parece difícil que se impongan como alternativa”. Katz coincide e imagina que “para la cultura argentina, para el paladar de los argentinos, lo que puede caminar más rápido es un polvo proteico que, en vez de ser de soja, sea de alguna fuente de insecto”.
Según el organismo de Naciones Unidas, más de 1.900 especies de insectos comestibles complementan la dieta de 2.000 millones de personas en el mundo. Los que más se consumen son los escarabajos (31%), las orugas (18%) y las abejas, avispas y hormigas (14%). En Latinoamérica, son famosos los chapulines de México: grillos disecados y salados que consumen como snacks (de allí viene el nombre de Chapulín Colorado).
“En Argentina puede ser que haya algún consumo en particular en alguna cultura recolectora del noreste”, comenta Martín Molteni, uno de los chefs que más investigó en las raíces de la cocina argentina. Cree que el aval europeo puede ser impulso para difundir estos alimentos, pero que el hecho de que ganen en masividad estará ligado a los costos. “Es un recurso nutricionamente válido. Pero si es caro, no será popular nunca”, dice Molteni, que liga el rechazo a los
insectos “a una cuestión cultural”.
Este punto analiza Jorge Frana, ingeniero del INTA en Rafaela y uno de los máximos referentes del organismo en insectos. “Desde épocas milenarias, este tipo de consumos alimentarios constituían la alimentación de la humanidad en forma complementaria. Los programas de Marley fueron los que mejor captaron esa idea de probar delicadezas: sí, en Asia comen langostas, grillos, cucarachas”, reivindica al conductor. Y cuenta que su profesor de posgrado en EE.UU. les hacía probar todo tipo de larvas fritas: “Si rompés esa fobia innata que lleva el humano, no los vas a ver más como enemigos, sino como una comida posible. Esa fobia la tenemos por mal entendidos, por desinformación. Dicen que la cucaracha es sucia, pero cuando la mirás la micros- copio, cada 30 segundos se limpia patas y antenas, porque ahí tiene los sensores para percibir el ambiente. La cucaracha se mueve por un ambiente sucio, pero eso lo provee el humano”.
La FAO trae el ejemplo del sushi para vaticinar un futuro en el que venzamos la fobia a los bichos como la vencimos al pescado crudo, que hoy es manjar global, condiciado en todo el planeta. Por lo pronto, más emprendimientos gourmet están sumando a los insectos (como por ejemplo una cadena de panaderías de Finlandia que hace panes artesanales con grillos enteros) y en Nueva York ya hay un festival gastronómico de bichos (el Brooklyn Bugs). Será cuestión, como Marley en sus viajes destino exóticos, de perder el miedo y animarse a probar.