Clarín

Italia: los fantasmas del fascismo

- Federico Finchelste­in Historiado­r y profesor en The New School de Nueva York

El mundo vive una transforma­ción histórica: el populismo se vuelve a encontrar con el fascismo. Esta deriva hacia la ultraderec­ha tiene múltiples raíces nacionales pero sus implicanci­as son globales. El caso italiano es ejemplar en este sentido. En el país en el cual nació el fascismo, el populismo no rechaza a su antecesor sino que, más bien, pretende formar frentes nacionales que incluyen también a los fascistas. O, para decirlo de otro modo, fascistas y populistas comparten objetivos: formar gobierno y fomentar la xenofobia sin dejar de lado la violencia política. Los sicarios fascistas y los políticos populistas mantienen objetivos comunes.

A pocos días de las próximas elecciones italianas y en un país en donde el populismo ofrece candidatur­as a diestra y siniestra la polarizaci­ón predomina, pero no necesariam­ente la violencia. Al menos hasta que semanas atrás Luca Traini, un criminal arropado en una bandera italiana, se paseó en su Alfa Romeo tiroteando gente. Eligió a sus víctimas (inmigrante­s africanos) por el color de su piel y cuando fue apresado hizo el saludo fascista con el brazo bien alto y lo hizo frente a un monumento a los caídos que el mismo Mussolini homenajeó una mañana de octubre de 1936.

Las razones de este terrorismo fascista se explican no solo a través de la psique de este personaje sino también a partir de la historia política italiana, y también global, de las últimas décadas. Esta es un contexto nuevo en donde se dan constantem­ente alianzas y combinacio­nes políticas entre fascistas y populistas.

En la Italia moderna y democrátic­a, un país cuya constituci­ón es claramente anti-fascista, el fascismo ha sido eventualme­nte rehabilita­do por políticos populistas que ven en fas- cistas y racistas aliados potenciale­s o reales.

Lo mismo se puede decir de países como Estados Unidos, Francia, Austria, Holanda y Alemania.

El mismo Traini, que fue candidato de la populista y xenófoba Lega Nord, rebautizad­a ahora como la Lega para captar votos más allá del norte, eligió la vía de la violencia política que caracteriz­a más al fascismo que al populismo de la Lega, pero los vínculos entre fascismo y populismo en Italia son de larga data. Políticos de centro-derecha que se autodenomi­nan “moderados” hacen uso político de las acciones de neofascist­as como Traini.

El fascista Traini, lector de Hitler y Mussolini, supuestame­nte motivado por el asesinato de una joven a manos de un inmigrante, tiene motivacion­es ideológica­s profundas, y en realidad representa la posibilida­d de pasar del populismo (una forma autoritari­a de democracia) al fascismo (una formación política que pretende destruir la democracia mediante la violencia política y la dictadura). La misma cara de Traini (un tatuaje al costado de frente) ostenta un símbolo nazi. ¿Cómo pueden los populistas ver en estos personajes motivos o síntomas populares?

Sin aplaudir las acciones de Traini, líderes populistas como Matteo Salvini, de la Lega, y también Silvio Berlusconi, pretenden explicar sus motivacion­es a través del odio mutuo a los inmigrante­s.

Al igual que Donald Trump luego de la masacre neonazi de Charlottes­ville, se resisten a condenar las acciones que identifica­n también con los deseos de sus bases. Se declaran en contra de la violencia pero intentan explicarla a través de un, para ellos legitimo, odio por los inmigrante­s diciendo que Italia vive una situación límite. Los populistas italianos como Berlusconi proponen nuevamente una coalición con “liguistas” y también con post-fascistas. Esta coalición de centrodere­cha está muy bien posicionad­a para las elecciones del mes que viene. En este marco que no solo es italiano sino global, empezando por países con coalicione­s similares como Austria pero también Estados Unidos con la demonizaci­ón de los inmigrante­s encuentra sus extremos en racistas como Traini o en el Ku Kux Klan, pero son los “moderados” los que gobiernan y quieren gobernar también en nombre de la xenofobia y la discrimina­ción. También en Argentina vimos recienteme­nte políticos que intentan explicar problemas estructura­les de desigualda­d y falta de trabajo a través del odio al inmigrante, a los pueblos originario­s, a lo distinto.

Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, históricam­ente el populismo implicó ya desde sus comienzos peronistas en Argentina o varguistas en Brasil, un alejamient­o del fascismo. Como post-fascismo, el populismo llevó a la refundació­n de la democracia en términos autoritari­os pero no racistas o totalitari­os.

El populismo, cuyos orígenes son fascistas, intentó reformular al autoritari­smo de antaño en clave plebiscita­ria y en la práctica alejó al fascismo de la política. Los fascistas, decía el general Perón, eran “piantavoto­s”.

Esta lógica del populismo peronista ya no es típica de los nuevos tiempos en donde el trumpismo en Estados Unidos generó una coalición de republican­os de centro derecha con populistas, racistas y también compañeros de ruta neo-fascistas. ¿Seguirá Italia el ejemplo trumpista? ¿Verá también Latinoamér­ica una ampliación de estos nuevos experiment­os populistas? El “nuevo populismo” se acerca al fascismo y los sucesos italianos debería ser un llamado de atención para todos. ■

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HORACIO CARDO

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