Clarín

La mujer que al amor sí se asoma

El filme chileno escapa a clisés y saltea tabúes con un personaje transgéner­o valiente y sumamente real.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Una mujer fantástica

Drama. Chile, 2017. 104’, SAM 13 R.

De: Sebastián Lelio. Con: Daniela Vega, Luis Gnecco. Salas: Cinemark Palermo, Village Recoleta. Hay algo que une a Gloria con Una mujer fantástica. No es sólo que las creó y dirigió el chileno Sebastián Lelio. Es que Gloria y Marina son mujeres independie­ntes, que no quieren vivir como les dicen, ni soportan hacerlo de acuerdo al gusto de los otros Gloria (Paulina García) era una divorciada que bordeaba los 60 y se negaba a que la jubilaran en la vida, Marina es una joven transgéner­o, que acaba de mudarse al departamen­to de su pareja, un hombre mayor que ella, cuando éste, sorpresiva­mente, sufre un ataque y fallece.

A partir de ese momento, con el cadáver aún tibio, Marina va a ser maltratada, de palabra y en los actos, por las autoridade­s y la familia de Orlando, a excepción de su hermano (Luis Gnecco, Neruda en el filme homónimo).

Lo que diferencia a Marina no es su género sino su valentía. Ese es el gran punto en el filme de Lelio. El director contó que lo que lo motivó no fue sólo la línea argumental de la pérdida de un ser querido, sino que el o la protagonis­ta fuese reprobada por la familia del fallecido, y que fuera transgéner­o.

Pero Lelio ordena un juego casi como de opuestos: la ausencia de Orlan-

do marca a Marina, tanto como su aparición lo hace con su familia. El no estar y el estar, y allí el realizador recalca, subraya más que el dolor un sentido de pertenenci­a. No es sólo de identidad.

Daniela Vega logra una composició­n acabada. Más que con sus palabras, pareciera que junto al director hubieran elegido la gestualida­d, la expresión de su cuerpo para transmitir emociones, no siempre primarias.

El director pocas veces se suelta, esto es: no le da rienda al personaje, como para que no se desboque. La muestra con sutileza y veracidad. Y así maneja mejor la dramaticid­ad de las escenas.

Lelio no trata a Marina como tal vez lo hubiera hecho Almodóvar. No es rápida de reflejos, no retruca de inmediato. Hasta la iluminació­n del filme es diferente. El personaje se da cuenta de que, pese a su dolor, saca lo peor de la familia de su pareja, y queda como si la pérdida no tuviera solución, ni para unos ni para ella.

Una mujer fantástica también habla de la madurez de un cine chileno, sí, mayoritari­amente for export, pero que gracias a su paso por festivales internacio­nales hoy aspira a ganar el Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero. Sería un fuerte reconocimi­ento no solamente por el tema que aborda, sino a una cinematogr­afía que intenta abrirse paso con su propio andar. ■

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Pareja. Marina y Orlando, antes de la muerte de él, y la tragedia.

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