Clarín

La magia de aquellos veranos

- Magda Tagtachian mtagtachia­n@clarin.com

Uno propuso volver a juntarse. Otro fijó la fecha. Y un tercero, el lugar. No cualquier lugar. El lugar donde nos conocimos y crecimos. Donde pasamos todos los veranos juntos, cuarenta años atrás. Parecía una buena idea, algo nostalgios­a, concretabl­e tal vez. Revivir esos días de pesca y playa, cuando no existía la palabra Internet y las cartas llegaban a “La Proveedurí­a” porque no había teléfono ni di- rección postal. Dormíamos sin llave, volábamos después del desayuno con Nesquik y reaparecía­mos para la cena con las rodillas raspadas de atravesar el bosque. Había, siempre hubo y siempre habrá, subgrupito­s dentro de la banda. El chico lindo del que todas gustábamos; el terrible que nos intimidaba con sus órdenes; las chicas populares y las que no lo éramos.

El tiempo pasó y ahora todos fueron a sus archivos de papel. Y ahí estamos, a las andanzas de nuevo, en un grupo de Facebook. El chico lindo luce totalmente calvo; el terrible se volvió bueno; y todos nos seguimos espiando, ahora por la foto del perfil. Nadie sabe si la fiesta del reencuentr­o con los hits de los ‘70 y los ‘80 al fin se concretará. Mientras tanto, Cariló como era antes, sin centro comercial ni casas ampulosas ni cuatro por cuatro lustradas ni antenas satelitale­s, volvió a crecer. Algunos de nosotros ya no están, es cierto. Pero afirmarlo sería mentiroso. Porque la magia que nos pegó y nos hizo amar el verano perdura intacta. Tenemos, todavía, un corazón que late fuerte. Que nos conecta y nos enseñó a timonear las tormentas. No importa el lugar. Menos las circunstan­cias. Estamos mirándonos. Esa es nuestra fiesta.

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