Clarín

Cuando me operaron de cáncer, tuve necesidad de escribir poesía para entender qué me pasaba

No callar. Un tumor de ovarios extendido le trastocó la vida. Luego de recuperars­e de una cirugía exitosa de nueve horas, encontró en la palabra una forma de expresar sus dolores y sus sentimient­os.

- Ana Marcela Logioio

Serendipia: hallazgo inesperado cuando se estaba buscando otra cosa. Más o menos así es la definición de esta palabra que aprendí en 2016. Lo que nunca pensé es que iba a experiment­ar mi propia serendipia el 8 de diciembre de ese mismo año cuando fui a la guardia del Hospital Italiano. Sentía una hinchazón abdominal que no era de gaseosas ni de desarreglo­s alimentici­os. ¿Apendiciti­s? ¿Infección urinaria? Esas parecían algunas de las opciones en mi multiple choice. Pero no, hallaron un tumor.

Lo que iba a ser un fin de semana largo en familia en Chascomús, nuestra ciudad natal, pasó a ser un largo fin de semana digiriendo esa opción que nunca había barajado. Un tumor. Tan expandido que la ecografía mostraba pantalla absolutame­nte negra. Hacía 13 años mis ovarios me habían ayudado a engendrar una hija, esperada, ansiada. Ahora, y pese a haber realizado mis controles anuales, habían producido un engendro nunca imaginado. La madrugada del sábado nos encontró yendo a la resonancia. Turno especial. El lunes, la confirmaci­ón, con imágenes e informe detallado que no dejaban lugar a dudas: tumor de ovarios extendido que podía estar afectando otros órganos.

¿Pronóstico de los que saben? “Hay que abrir. Podemos encontrar que mejor es no tocar, o sea, operación corta. O ver que se puede extirpar, operación larga”. Comienzo a ansiar una cirugía bien extensa. Y comienzo a escribir vorazmente. Recurro a quien ya lo dijo todo: William Shakespear­e. En Macbeth hay unas líneas que dicen: Dale palabras al dolor. El dolor que no se expresa le susurra al corazón y le ordena romperse. Mis células estaban en problemas. Mi corazón, no. Aún no.

Creo en el poder sanador de la palabra, escrita u oral. Mi terapia es escribir. Me sale más poesía: es lo que analizo y disfruto con mis alumnos en el colegio. Me gusta sentir el ritmo de las palabras, cómo bailan en cada verso, cómo toman cuerpo en cada metáfora, cómo se saludan en cada rima.

Entonces, mi cuerpo, mis células serán tratadas por los especialis­tas. Mi cabeza, mis emociones, por mí. Y comienzo a tipear:

Descubro algo que no sabía de mí: Hay un intruso en mi cuerpo Vamos a creer que vino por algo ¿Puede ser tan dañino?

Hay un intruso en mi cuerpo Terremoto, tsunami, implosión del alma ¿Puede ser tan dañino?

Lo ataco con lo que tengo a mano: la poesía (…)

Me gusta jugar con las palabras. Tumor. No para de resonar en mi mente, rebota en cada rincón. Me ensordece. Nos ensordece, a mi marido y a mí. Hija de sólo 13 años. Tumor. Intento amigarme con esa palabra que ahora empiezo a usar en primera persona. Y sale “Viva la H”.

Tu HUMOR te salva.

Tu HUMOR te cura.

¡Nunca permitas que la “H” se vaya! Aunque es muda,

¡Debe estar!

¡Es vital!

Y mientras escribo, mi marido también se anima a la poesía. Escribe y llora y se pregunta por qué, y sus ojos verdes son dos lagunas, como la de nuestro Chascomús querido:

Las dos lagunas verdes por donde otea el mundo están desbordada­s,

Fuera de cauce.

Mínimo quejido mío, se rebalsan y gotas gordas como sandías explotan en el piso.

Es bien hombre. Se la banca.

Muestra que está triste. Muestra que le duele. Porque le duele, más que a mí.

No lo entiende. No lo acepta.

Pero pelea, acompaña, sostiene,

Me mira, me espera, me cuida, me ama. Tiene miedo, tiene esperanza,

Miedo rabia miedo fe. (...)

El tumor se hincha, me duele. Ya no está más en silencio. Así que a medida que se acerca la fecha de mi cirugía, que se adelanta al 22 de diciembre, comienzo a planificar el divorcio, se lo declaro un día antes:

Fui TU MORada hasta hoy. Fuimos compatible­s hasta hoy. Viviste en mi cuerpo escondido, Ilegal, hasta que te diste a conocer. Necesitás salir. Yo necesito que salgas. Que sea un divorcio civilizado. Ándate y llévate todo. ¡No dejes nada!

Y el 22 nos divorciamo­s. 9 horas adentro del quirófano. Mientras la desesperac­ión se apodera de hermanos, amigos, colegas que esperan afuera, mi marido agradece que pasen las horas. Quiere decir que están pudiendo trabajar. Que están pudiendo extirpar al intruso. De hecho, me sacan todo: ovarios, útero, bazo, pedazo de vejiga, pedazo de recto, de intestino delgado y grueso y trozo de hígado. Y por un mes, las palabras, las ideas, las ganas de vivir.

Me despierto el 25 y lo primero que escucho es un “Feliz navidad” de un empleado de limpieza a una enfermera de terapia. ¿FELIZ? Palabra vacía ahora. ¿Quién puede estar feliz luego de dos días en coma inducido, entubada, con las manos atadas, sin poder hablar, sin poder decir “me duele”? Tengo drenajes por todos lados, un neumotórax que hace burbujas atrás mío, es como un cuchillo clavado que me saca las ganas de respirar, las ganas de vivir. Ni hablar de escribir.

Sigue una lucha encarnizad­a entre los dolores que me causa ese caño maldito que está drenando mis pulmones y la morfina, que cada media hora ingresa a mis venas, en vano. El dolor es más fuerte. Durante días camino por la cornisa entre esta vida y lo que sea que hay más allá. Me quedo de este lado. Gracias a los…

Héroes de verde con barbijo Mineros de las entrañas Guantes mágicos de látex Que atrapan como pirañas (…) Héroes de verde con barbijo que cavan profundo sin miedo guantes mágicos de látex que día a día rozan el cielo.

Pero estos héroes de verde (con el Dr Gustavo Rossi liderando la cruzada) me dejan un regalito, nada es gratis en esta vida. Un ano contranatu­ra, o sea, una ileostomía, o sea, una bolsa de m…

Bolsa de m…,

Colectora de lo que no sirve, De lo que no va.

Soy tu prisionera,

Tu esclava,

Hasta que cumpla la sentencia De este crimen que no cometí. (…)

Pero esto es sólo el comienzo, aparte de tener que incorporar esta nueva manera de vaciar mis intestinos, me queda por delante una cordillera larga de quimios, de batallas contra una “enemiga-amiga”:

Conectada a lo que me saca fuerzas Para darme vida, (...)

A lo que me esclaviza

Para luego liberarme,

A lo que me ataca

Para en realidad defenderme. Dicotomía de la quimio. Dicotomía que corre por mis venas. Dicotomía que produce guerra civil De emociones, pensamient­os, sensacione­s. ¡Gracias, enemiga, por ser mi amiga!

Y comienzo este viaje, con punciones para drenar infeccione­s, con drenajes que cuelgan y escondo en mis vestidos de verano hippy chic, con la primera quimio, nueva internació­n por

deshidrata­ción. Y un mes después, comienzo a escribir. Mi celu siempre a mano. Comienzan a caer ideas, y también se cae el pelo. Decido ganarle de mano, le pido a mi marido que me rape. No está tan mal. Juego con mi hija con Snapchat, mamá rockera. Juego con los turbantes. Todas las visitas me traen pañuelos de mil colores. Nuevo look, me gusta. A mi hija le gusta. A mi marido también. Sigo viajando. Siguen las quimios. Sigo escribiend­o. Todo viaje implica conocer lugares, personas… y eso sucede cada mes, en cada sesión en el pabellón de quimiotera­pia:

Gran tertulia terapéutic­a. -Yo ovarios, ¿vos? -Páncreas.

-Yo, colon.

Como si estuviéram­os eligiendo menú. Todos distintas historias. Todos nos reímos. Como si estuviéram­os cenando y compartien­do anécdotas.

Distintas pero que nos unen. Diferentes pero que todos entendemos.

Nos contagiamo­s fuerza con las sonrisas. Hay esperanza.

Acá no hay grietas.

Sólo puentes.

Y luego de seis meses de comidas sin gusto, arcadas, desmayos, deshidrata­ción, dolores tremebundo­s en los huesos, bolsitas de ileostomía que se despegan, días enteros en la cama, tutoriales de turbantes, venas que se rinden, visitas de amigos cada fin de semana que estoy en condicione­s, llega la última tomografía con contraste:

Última tomografía con contraste.

O sea, visita al interior de las entrañas, Recorrido por las luces y sombras que nos habitan.

Clave a la verdad. Tour interno con linterna. Película en blanco y negro, se sabe dónde se desarrolla la acción,

No se sabe el final…

Añoro un final feliz. En blanco y negro. Sí. Con contraste.

Como la vida.

Y ahí comienzo a amar palabras que espero seguir escuchando forever: “dentro de los parámetros normales”:

Frase con aparente poca poesía, Carente de sentimient­os, parece, Palabras clínicas, higiénicas, frías.

Pero cuando las escuchás de la boca de los que usan ambos

Limpios, asépticos, fríos,

Se convierten en poesía que explota de emociones,

Intensa, motivadora, cálida, amorosa...

Y te dan ganas que sean la primera línea de tu Próximo poema.

Y finalmente, el 30 de agosto de 2017 entro a quirófano para divorciarm­e de la bolsita de m… Felicidad total, liberación.

“Nosotros, los órganos vitales,

Acá reunidos luego de gran conmoción, Nos compromete­mos a restituir el orden de cada función. (...)

Y sigo escribiend­o en cada parada de este road movie, y me propongo y le propongo a mi gran compañero:

Cuando el tumor no esté, sigamos como si estuviera,

Disfrutand­o de los segundos, agradecien­do el sueño sin dolor,

Tomando un té, una rosa en un florero, Escribiend­o poemas en todos lados, dibujando ideas,

Viajando, besando, agarrando manos, Diciendo te quiero en silencio, con los ojos, sonriendo, riendo,

Saboreando cada instante al instante como si el tumor nunca se hubiera ido,

Como recordator­io de lo finito, (...)

Y por supuesto, le agradezco a todo el ejército que se puso de pie, se armó y luchó conmigo codo a codo: esposo, hija, hermanos, familia, amigos, alumnos, maestras, profesores, padres, ex alumnos. Muchos sumaron la poesía a su arsenal y comenzaron a escribir, a jugar con las palabras ellos también y ahora son parte de mi libro Poesía Sana… Que Sana (a dos lenguas). Libro que cuenta a través de poesías todo lo vivido, sufrido, aprendido, disfrutado, perdido, ganado. Los especialis­tas se encargaron de mi cuerpo: marcadores negativos. La poesía se encargó de mi corazón: ganas de seguir latiendo. Por eso hoy celebro estar acá, sin olvidarme de lo que pasó hace un año:

Hace un año escuchaba beeps en una terapia. Hoy escucho el viento, jilgueros, urracas. Un año atrás mi cuerpo era doblegado por el dolor.

Hoy mi cuerpo está bronceado por el sol. Hace un año vivía rodeada de enfermeros y doctores.

Hoy me rodean amigos y mis grandes amores. Un año atrás mi boca estaba sellada.

Hoy es la puerta de risas y carcajadas. Hace un año los días eran una sentencia. Hoy los saboreo, los respiro sin urgencia. Un año atrás mi cerebro estaba vacío. Hoy todo eso está en un libro.

Hoy, el pasado es poesía.

Sana que sana. ■

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Festejo, a pesar de todo. Ana Marcela, su marido y su hija en su cumple, durante la quimio.
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Hoy, en Chascomús. La autora decidió no prescindir de cierta dosis de humor incluso en medio de la enfermedad. Le parecía vital conservarl­o.

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