Clarín

Narrar permite descubrirn­os

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

Platón, en su diálogo Fedro, cuenta que el Dios Theuth le ofrece el arte de la escritura al rey egipcio Thamus. Le asegura que hará más sabios a los hombres porque las letras son un fármaco para la memoria y el pensamient­o. El Rey agradece, pero retruca: si se apoyan en lo ya escrito, los intelectua­les del Reino descuidará­n sus propios juicios. Se fiarán de lo que está, dirán lo dicho, no se esforzarán en buscar caminos nuevos y así perderán capacidad para generar ideas propias.

Es un debate a simple vista impensable hoy y, sin embargo, de estricta actualidad. Nadie dudaría en vedar el privilegio de la escritura pero nadie se acuerda, tampoco, de invitar a usarla y no sólo a clonarla. Imaginemos el espanto del Rey Thamus si conociera la dualidad copy-paste que es nuestro signo de época. Las palabras veraces y las mendaces se reproducen (“viralizan”, se dice) y la mirada crítica queda olvidada. De hecho, el magnate George Soros sorprendió en Davos al criticar las redes sociales porque achatan -¿homogeneiz­an?- el debate público.

Pero hay una escritura que se escapa de la polémica entre el Dios Theuth y el Rey. Es la que conjuga la preservaci­ón de la memoria con la creativida­d, con la exploració­n interna, con moldear sensacione­s y pensamient­os. Es la escritura que nos permite escribirno­s, buscarnos, echar luz sobre pesadillas e ilusiones escondidas, empezar a vivirlas. Y nombrar y darle cuerpo a lo que aún parece pura intuición. Esto ha hecho Ana Marcela cuando le diagnostic­aron cáncer.

No soy amigo de relacionar la enfermedad con el estado de ánimo. Conozco gente que ha hecho lo imposible para vencer el cáncer y fue vencida. Y hay gente escéptica que se cura. Uno intuye, claro, que una vida interior más rica, ayuda. No sé si desde una mirada oncológica, pero el tránsito de la enfermedad se hace más llevadero si las palabras no quedan escondidas en un desván interior.

Narrarse, hablar de lo que perturba, jugar a pensar tramas que ya nos habitaban son pequeñas maneras de estar mejor cuando la marea es incierta: dicen que el malestar también necesita contarse. No es una terapia contra las células pero sí a favor de las personas.

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