Clarín

Los bastardos cuatreros de la palabra

- Alberto Amato alberamato@gmail.com

¿Será la mediocrida­d una pasión argentina? Lo parece, al menos por la cantidad de nativos que la ejercen. Dos conductas habituales en las redes sociales le dan pasto a la teoría. Las redes sociales, que iban a democratiz­ar la palabra, la convirtier­on en estiércol: en las redes sociales la gente miente, insulta, calumnia, falsea.

Para sintetizar, uno no puede confiar en una herramient­a que tiene como líder adepto a Do- nald Trump. El otro día, Sean Parker, creador de la plataforma Napster, dijo que se arrepentía de haber impulsado Facebook, se declaró objetor de las redes sociales y arriesgó: “Sólo Dios sabe lo que se está haciendo con el cerebro de los niños”. Dios está ocupadísim­o, Sean, arreglá vos el desastre.

Me fui de la idea. En la Argentina, la moda es adjudicarl­e a poetas célebres versos que jamás escribiero­n. No sé por qué, el elegido es Jorge Luis Borges, al que le hacen decir infamias tales como la de comer más helados si volviese a vivir, o frases tan vulgares como “uno aprende que el amor no significa acostarse”. No jodan más, muchachos: cómanse su basura pero no engañen a la gente ni insulten a la poesía.

La otra moda es citar a poetas y escritores célebres sin adjudicarl­es la autoría de lo que se reproduce, con la secreta intención de que te confundan con Neruda, con Alberti, con Faulkner o con Borges: si cuela, cuela.

No hay antecedent­es que este bastardo cuatrerism­o de la palabra se dé en otro sitio: es un mal nuestro. Quién sabe si tiene remedio. Murakami cita a “cierto autor ruso” y le hace decir: “Aunque el carácter puede cambiar, la mediocrida­d no tiene remedio”. Dios nos ampare, aunque esté ocupadísim­o.

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