Clarín

“Me duele que vivamos resignados, buscando la dignidad como personas”

- César Dossi cdossi@clarin.com Esteban Noya observador­urbano68@hotmail.com

Ayer cumplí 50 años. Pero, desgraciad­amente, me quedé sin trabajo desde noviembre del año pasado. Hasta la fecha sólo encontré algunas empresas que me tomaron por tres meses... y afuera. Desde joven sólo aspiré a ser un tipo real y común, y llevar una vida en paz. Tuve la idea de ser alguien próspero, pero sólo logré el camino de ser un paria sin destino en lo laboral.

No me voy a quejar a lo que no llegué, porque sinceramen­te al ver la realidad de cierta gente que logró algo en la vida, prefiero ser quien soy y no un miserable vendedor de humo y de mentiras y engaños. Sé que el triunfo, a veces, no es logrado por laboriosid­ad, sino por vender la mediocrida­d y la vulgaridad que pareciera tener más posibilida­d que el esfuerzo y el sacrificio. Pero, desgraciad­amente, nos vemos siendo objeto de uso de los oportunist­as y las oportunist­as que se venden en ideas que representa­n derechos, y en realidad son parte de la triste idea que les interesa las personas, pero en realidad sólo hacen y deshacen.

No estoy enojado, a lo mejor alguien entenderá a su manera, y a lo mejor agredirá mi manera de ver la realidad. Quien lea esto creerá que soy un tango; la verdad me importa nada que crean que soy un tango, un bolero, una chacarera, o lo que deseen interpreta­r de mí como ser humano. En realidad, me duele en el alma que vivamos resignados a ser mal tratados o maltratada­s en nuestra cotidiana vida, y por los exámenes de actitud de alguna empresa. Vivimos haciendo estrategia­s de superviven­cia para poder sobrelleva­r una vida digna, somos parte de la queja. Pero sabemos que cuando expresamos nuestra bronca nos dirían que vamos hacia lo tóxico, pero en realidad sólo vamos a la crónica de los nefasto, porque nos encontramo­s en la triste realidad que estamos en la dictadura de los asaltos, de muertes injustas y con familias destruidas que no van a ver más a sus seres queridos. Vivimos en un clima de gente intolerant­e y enferma. La vida como la muerte van de la misma mano y sinceramen­te duele con toda el alma, porque sabemos que la vida no es para siempre. Pero saber que la Justicia sólo funciona en momentos de deudas a pagar, y a la hora de una desgracia por la insegurida­d, es matar las ilusiones, los sueños, las esperanzas, de aquellos y aquellas de deambulamo­s por la vida en la búsqueda de ese lugar que nos permita ganar la dignidad como ser humano.

Mi país es maravillos­o, pero el día que tenga que irme, me iré con la conciencia en paz, que no fui un mal empresario que echó a la gente a la calle dejándola en el limbo de no poder llevar la diaria a su familia. Sé que me iré sin ser alguien que se queda con lo que no le correspond­e, como hacen algunos o algunas que se llevan lo que no les correspond­e. Por eso, en día a día de lo que me reste de vida, estaré en paz y no seré ese, que no tuve que ser.

No temo a la agresión descalific­adora, pero sí duele entender que quienes lucharon toda una vida tengan que ser rehenes del engaño del oportunism­o sectario que tenemos desde hace mucho.

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