“Me duele que vivamos resignados, buscando la dignidad como personas”
Ayer cumplí 50 años. Pero, desgraciadamente, me quedé sin trabajo desde noviembre del año pasado. Hasta la fecha sólo encontré algunas empresas que me tomaron por tres meses... y afuera. Desde joven sólo aspiré a ser un tipo real y común, y llevar una vida en paz. Tuve la idea de ser alguien próspero, pero sólo logré el camino de ser un paria sin destino en lo laboral.
No me voy a quejar a lo que no llegué, porque sinceramente al ver la realidad de cierta gente que logró algo en la vida, prefiero ser quien soy y no un miserable vendedor de humo y de mentiras y engaños. Sé que el triunfo, a veces, no es logrado por laboriosidad, sino por vender la mediocridad y la vulgaridad que pareciera tener más posibilidad que el esfuerzo y el sacrificio. Pero, desgraciadamente, nos vemos siendo objeto de uso de los oportunistas y las oportunistas que se venden en ideas que representan derechos, y en realidad son parte de la triste idea que les interesa las personas, pero en realidad sólo hacen y deshacen.
No estoy enojado, a lo mejor alguien entenderá a su manera, y a lo mejor agredirá mi manera de ver la realidad. Quien lea esto creerá que soy un tango; la verdad me importa nada que crean que soy un tango, un bolero, una chacarera, o lo que deseen interpretar de mí como ser humano. En realidad, me duele en el alma que vivamos resignados a ser mal tratados o maltratadas en nuestra cotidiana vida, y por los exámenes de actitud de alguna empresa. Vivimos haciendo estrategias de supervivencia para poder sobrellevar una vida digna, somos parte de la queja. Pero sabemos que cuando expresamos nuestra bronca nos dirían que vamos hacia lo tóxico, pero en realidad sólo vamos a la crónica de los nefasto, porque nos encontramos en la triste realidad que estamos en la dictadura de los asaltos, de muertes injustas y con familias destruidas que no van a ver más a sus seres queridos. Vivimos en un clima de gente intolerante y enferma. La vida como la muerte van de la misma mano y sinceramente duele con toda el alma, porque sabemos que la vida no es para siempre. Pero saber que la Justicia sólo funciona en momentos de deudas a pagar, y a la hora de una desgracia por la inseguridad, es matar las ilusiones, los sueños, las esperanzas, de aquellos y aquellas de deambulamos por la vida en la búsqueda de ese lugar que nos permita ganar la dignidad como ser humano.
Mi país es maravilloso, pero el día que tenga que irme, me iré con la conciencia en paz, que no fui un mal empresario que echó a la gente a la calle dejándola en el limbo de no poder llevar la diaria a su familia. Sé que me iré sin ser alguien que se queda con lo que no le corresponde, como hacen algunos o algunas que se llevan lo que no les corresponde. Por eso, en día a día de lo que me reste de vida, estaré en paz y no seré ese, que no tuve que ser.
No temo a la agresión descalificadora, pero sí duele entender que quienes lucharon toda una vida tengan que ser rehenes del engaño del oportunismo sectario que tenemos desde hace mucho.