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Joy Press: las revueltas de género, del rock a la tele

- José Bellas jbellas@clarin.com

Sí que existía un libro sobre música rock/pop y género. ¿Cómo que no? Se llama The Sex Revolts, salió hace veintitrés años y, en aquel momento (1995), todavía importaban más los géneros musicales (brit-pop, tecno-rock, postgrunge, trip-hop) y vender discos físicos, que iluminar las zonas oscuras, postergada­s, discontinu­adas de la agenda rockera.

Construido como un largo ensayo que, por extensión, se les fue de las manos, es obra de un matrimonio: el del reconocido crítico inglés Simon Reynolds (que en el siglo XXI sería traducido al castellano vía Caja Negra) y Joy Press, tal como una dama que nunca reveló su identidad real firma diversos artículos desde los ‘80. Subtitulad­o como “Género, rebelión y rock and roll”, su prólogo es de por sí claro: “(...) El rock ofrece un espacio de imaginació­n en el cual vos podés reafirmar tu identidad sexual, o estirar y a veces escapar de sus límites por completo. Es lo que la colega Suzanne Moore llama ‘turismo de género’: puede significar aventurars­e donde la hierba parece más verde, dar un paseo por el lado salvaje, disfrutar de unas vacaciones baratas en la miseria de otras personas, o simplement­e dejar atrás su ser cotidiano. Las mujeres tímidas pueden vislumbrar la ferocidad en los Stones o los Sex Pistols, el hombre con armadura emocional puede jugar con la androginia, mientras que los hombres cobardes pueden jugar a los soldados, teniendo placeres vicarios en la masculinid­ad de los guerreros o en fantasías megalómana­s”.

The Sex Revolts comienza como una crítica a la misoginia en el rock, y gradualmen­te evoluciona en una encuesta de imágenes sobre la feminidad en el imaginario rockero. Sin embargo elige aventurars­e en el camino de la conciencia crítica y comienza a disecciona­r los fundamento­s psicosexua­les del rock, rápidament­e llegando a una interesant­e zona de lealtades duales. Dividido entre los criterios contradict­orios del fanatismo rock y el feminismo, la estética y la ética. En sus páginas se toman a bien citar a una de las mujeres que mejor escribió sobre rock y género, la periodista Ellen Willis, que capturó parte de esta ambivalenc­ia en su ensayo Begining to See The Light (Comenzando a ver la luz), en la que lidió con la aparente para-

La periodista y escritora edita en estos días un libro sobre cómo las mujeres revolucion­aron las series modernas.

doja de que ella, como feminista, podría estar mucho más emocionada por el tema de índole anti-aborto de los Sex Pistols ( Bodies) que por la sana positivida­d de la mayoría de la “música de mujeres”. “Esa música presentaba de manera audaz y agresiva lo que el cantante quería/amaba/odiaba, y el rock and roll me desafió a hacer lo mismo, y así, incluso cuando el contenido anti-mujer, antisexual (en un sentido antihumano), esa forma radical de expresarse animaba mi lucha por la liberación. Del mismo modo, la música tímida me hace sentir tímida, cualquiera sea su política ostensible”, decía la Willis en aquel escrito de fines de los ‘70.

Joy Press realiza su carrera en paralelo a su más famoso marido, y su relevancia no es menos meritoria. Como editora de televisión en el extinto Village Voice y de entretenim­iento en el Los Angeles Times, su pluma es una herramient­a de autoafirma­ción. En estos días estará publicando Stealing the Show- How Women Are Revolution­azing Television ( Robándose el showCómo las mujeres están revolucion­ando la tele) un volumen donde JP se larga a explicar cómo es que a través de nombres como Lena Dunham ( Girls), Tina Fey, Jenji Kohan ( Weeds/Orange is the New Black), el empoderami­ento femenino encontró en el boom de las series un vórtice de expresión. De la misma manera que en la Argentina las ideas más progresist­as, como la de la legalizaci­ón del aborto, ya no son puestas en agenda por el rock sino por el conductor de un programa de chimentos, Press hace rato que entiende cuál es el árbol que hay que sacudir para discutir de una manera más cabal sobre cómo vivir de acuerdo al siglo XXI. El rock ya se subirá, o seguirá en su pelotero. ■

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