Clarín

El trago amargo del traje de baño

- Miguel Jurado mjurado@clarin.com

Ahí están, por fin llegaron las vacaciones. Aunque sean en marzo. Después de meses de esperar, de interminab­les semanas de calor infernal en la ciudad, llegaste a la playa. En tu cabeza se amontonan la incalculab­le cantidad de oportunida­des para disfrutar: asados, tal vez un pescadito a la parrilla, unas buenas siestas, asados, un picado en la arena, chapuzones interminab­les en el mar y asados.

Pero, antes que todas las maravillas de las vacaciones hagan de tu vida algo digno de ser vivido, hay un encuentro difícil e insoslayab­le: el trago amargo de ponerte la malla y lucir el cuerpo que abandonast­e hace un año.

Ya habrás probado frente al espejo en qué anda tu figura, ya habrás metido la panza, endurecido los bíceps y prometido comer menos dos días antes del viaje; habrás hecho unos abdominale­s perentorio­s e inútiles, habrás leído la dieta de Ravenna para bajar 3 kilos en 2 semanas y la habrás hecho con la esperanza de que haga algún efecto en 24 horas.

Ahora estás frente al desafío más importan- te del verano, no hay más tiempo ni promesas salvadoras, apenas podrás aplicar reproches inconducen­tes, los “tendríaque­haber”. “Tendría que haber comido menos pan”, “tendría que haber dejado la cerveza”...

Te enfundás en tu traje de baño y sentís toda la vergüenza deportiva que te permitirá salir a comerte la playa. La primeras reacciones son odiar a los jóvenes musculosos, sorprender­te por la autoconfia­nza de los obesos declarados... En menos de media hora, te das cuenta que no es para tanto, todo te empieza a importar un pito… te estás acostumbra­ndo a tu cuerpo… y a la playa también.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina