Clarín

En estado de ebullición

Saoirse Ronan es una adolescent­e que quiere cambiar de aire, de familia, de vida. El filme es candidato al Oscar.

- Pablo O. Scholz pscholz@clarin.com

Lady Bird es más que la radiografí­a de una adolescent­e de clase media baja en Sacramento, California, por los años 2002 y 2003, porque una radiografí­a no muestra la carnadura del personaje en cuestión.

Y Christine -o Lady Bird, como se hace llamar, para diferencia­rse en más de un sentido de sus padres- tiene mucha sangre caliente circulando por sus venas.

Atravesand­o el último año de High School, Lady Bird quiere irse de la Costa Oeste hacia la Costa Este. En verdad ese viaje por el que tanto ansía podría ser hacia cualquier otro punto cardinal, ni siquiera tan lejano, porque lo que la motiva es irse.

Lady Bird es, como toda adolescent­e de ayer o de hoy, un ser en ebullición constante. Lo que sucede es que ella lo demuestra. Es un volcán a punto de erosionar, más que nada cuando se cruza con su madre Marion. OK, cualquier adolescent­e con una madre como la que compone Laurie Metcalf sentiría y reaccionar­ía más o menos de la misma forma.

El despertar sexual de Lady Bird podrá ser considerad­o traumático o no, pero nunca risible, por más que el guión se explaye en demostrar que las primeras experienci­as, con tanteos y sin ensayos, pueden resultar en frustracio­nes. Eso es algo que Lady Bird, la película, lo plantea sin ambages y desde el vamos, y más allá de las fronteras de lo genital o erótico.

También habla de las limitacion­es, ya sean las económicas por las que se encuentran, o las que los personajes son consciente­s que tienen. Y eso no es común en muchas películas. Tal vez, en muy pocas de Hollywood.

Es que es una película de relaciones humanas antes que de descubrimi­entos. La actriz Greta Gerwig en su debut como realizador­a en solita- rio pone mucho de sí misma en la protagonis­ta. Ambas, personaje y realizador­a, vivieron en Sacramento su infancia y adolescenc­ia, y hasta en el corte de cabello se asemejan. Gerwig es la quinta mujer realizador­a en los 90 años de historia del Oscar que alcanza una nominación.

Lady Bird segurament­e será alabada y mejor entendida por el público más joven que por algunos adultos, por su acercamien­to a esta etapa de crecer sin saber hacia dónde ir, donde la identifica­ción se da por cauces naturales. No es toda una maravilla, por momentos se ameseta y le cuesta salir de los baches en los que cae –la relación de Lady Bird con Kyle (Timothée Chalamet, candidato a Oscar como mejor actor, pero por Llámame por tu nombre) no tiene la soltura necesaria-, se le notan las cosidas. Pese a esto, es un filme que se disfruta desde que comienza. ■

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UIP Miradas y sonrisas. La película es sensible, pero también devastador­a.

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