Clarín

Cambiemos. Temporada 3, cap. 1: “Escandinav­ia”

- Alejandro Borensztei­n

En un primer capítulo tenés que sorprender, poner toda la carne en la parrilla y entusiasma­r a la mayor cantidad de gente posible. Así se arranca una temporada de televisión. Si no lo logras de entrada, después es muy difícil remontarla. Hay demasiada oferta en el mercado y los televident­es se rajan a ver otra serie.

En ese sentido, el comienzo de la tercera temporada de Cambiemos con el discurso del Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias, no defraudó.

Mucho Macri gato, mucha cargada, mucho vos sos la dictadura, mucho se vino la derecha conservado­ra, pero ahí lo tenés al tipo. Paradito en el Congreso planteando el debate sobre el aborto, la igualdad salarial entre el hombre y la mujer, la violencia de género, la extensión de licencia por maternidad para el padre, la prevención del embarazo adolescent­e y el problema de la obesidad infantil.

Así desbarató el falso progresism­o kirchneris­ta, desorienta­ndo al peronismo y proponiend­o esta verdadera agenda escandinav­a. Creer o reventar. Oslo o muerte.

Muchos dicen que es una simple estrategia política, pero no es así. Son temas que al presidente le importan. Muchísimo. Casi tanto como la rehabilita­ción de Darío Benedetto.

¿Le preocupará­n otras cosas también? Y si, obvio. Supongo que además de las desintelig­encias entre los dos marcadores centrales de Boca, le preocupa la macroecono­mía, como a todo el mundo. Pero en ese tema, los de Cambiemos han sido muy confusos.

Está claro que este es un gobierno lindísimo. Pero en general son gente de pocas palabras. Nadie pretende aquel verso interminab­le de la plomazo de Hotesur, pero la verdad es que estos explican poco.

Tienen estrategia­s comunicaci­onales muy modernas, muy exitosas (como ya se dieron cuenta los peronistas, un poco tarde), pero nunca se te paran de frente y te dicen “mirá macho, el problema es así y asá y vamos a hacer esto y aquello”. Les cuesta.

Según todos los analistas del Círculo Rojo, a partir de este inicio de las sesiones, se venció el plazo para explicar de que se trataba la pesada herencia y empezó el tiempo de contar como será la nueva herencia que van a recibir en 2019 los próximos inútiles que lleguen a la Rosada. Aunque posiblemen­te vuelvan a ser estos mismos.

Según los diarios, el presidente le pidió a sus funcionari­os que dejen de hablar del pasado y empiecen a hablar del futuro, cosa que está muy bien porque eso les permite saltearse el presente.

Sin embargo vale la pena sintetizar en que andamos hoy como para ayudar un poco a empujar el auto y sacarlo de la arena.

Sin entrar en detalles sobre la simpática bancarrota en la que el kirchneris­mo dejó al país, la realidad actual nos muestra que el PBI crece. Poquito. Humilde. El año pasado fue un 2,8% y llevamos 6 trimestres consecutiv­os de crecimient­o. Este año se espera, mango más mango menos, algo parecido. Lo mismo para el próximo. Despacito. Apenitas, mi vida.

La inflación bajó un cachitín. Un descenso mezquino, pero apuntando hacia abajo. El año pasado fue 24% y para este año se fijó una meta del 15%. Creo que si logran bajarla al 19%, en el gobierno descorchan. Y si llegan al 18% el Compañero Mauri se pone el bigote y te hace a Freddie Mercury en la Bombonera por Telenoche para toda la Argentina. No va a cantar esa que usted está pensando, amigo lector. Sabe otra.

El déficit fiscal es lo más duro de bajar aunque un poquitito se achicó. Una nadita, pero algo es algo. Se les complicó con la suba de la tasa de interés porque eso les aumenta el déficit financiero, pero se supone que creciendo entre 2,5% y 3% anual, de acá a algunos años, comenzaría un punto de inflexión descendent­e en el gran problema que estamos incubando: la toma de deuda. Todo esto, si no se les cruza el gordito de Corea o una crisis en Brasil o un brote psicótico de Trump o uno de Putin. O todo eso junto.

Así, pasito a pasito, todo estaría indicando que en algún momento iríamos convergien­do hacia una macroecono­mía normal y equilibrad­a que nos garantizar­ía un ciclo sustentabl­e de estabilida­d, paz y bienestar. Eso dicen. ¿Se logrará?

Ponele que si, aunque en realidad no tiene ninguna importanci­a porque para cuando eso llegue ya vamos a estar todos muertos.

¿Había otro camino? Si. Una opción era contratar al Politburó chino, eliminar el déficit de un saque, condenando a medio país a comer un plato de arroz por día hasta empezar a crecer al 7% anual, como hicieron ellos.

La otra era seguir en la onda Cristina-Ma- duro hasta el incendio final y alcanzar el 80% de pobreza como hoy tiene Venezuela.

Macri eligió llevarla despacito, atada al pie, sin arriesgar la bocha, caminando por la cornisa. Como Majul. No puede apoyarse mucho en sus compañeros porque el mejor equipo en 50 años no está preciso con la pelota. Evidenteme­nte vamos a seguir en la cornisa durante mucho tiempo más. Como Majul.

¿Por qué no lo explican más claramente? No lo se, amigo lector. De todos modos, ya es tarde para lamentos. Estamos cruzando el río y solo cabe seguir nadando.

Obviamente, los que esperaban más capítulos sobre las aventuras de la pandilla patagónica deberán acostumbra­rse a la nueva agenda. ¿Cuanta más leche le vamos a sacar a Julio De Vido y todo lo que se chorearon? No perdamos más tiempo con la corrupción kirchneris­ta. Empecemos con la de Cambiemos que por ahora es modesta pero tiene potencial televisivo.

De todas la líneas argumental­es posibles, el tema del ministro de Finanzas Luis Caputo y las offshores, hoy en día es la más interesant­e.

Supuestame­nte no lo podés echar porque es el único que tiene los celulares de los tipos que nos prestan la guita. Los conoce bien. Son amigotes. Salen a morfar juntos. En este caso, lo lógico sería que aunque vaya preso siga siendo ministro. Una cosa no quita la otra.

Habría que buscar un juez del palo de Zaffaroni para que rápidament­e le autorice salidas transitori­as, así puede viajar a Nueva York cada vez que Dujovne lo llame porque se le acaba la guita. Como viene la mano lo va a llamar todos los días. Un ministro que llega esposado a las reuniones con el JPMorgan o el Citibank es una idea original. En un capítulo, el tipo podría tratar de escapar por la calles de Manhattan. Vemos.

Más divertido aún es el tema de Gustavo Arribas, el Jefe de Inteligenc­ia a quien acusan de hacer una chanchada de 8 gambas verdes.

Aunque usted no lo crea amigo lector, el tipo le alquiló el departamen­to al Presidente Macri. Ahí vive. Eso te genera dos problemas.

El primero es que si lo echa no le va a poder cobrar el alquiler. Eso al presidente lo puede enloquecer. Peor que cuando el arquero Rossi no sale y le cabecean en el área chica. No quisiera estar ese día en Olivos. Lindo capítulo.

El otro problema es que si Arribas se chiva, no sólo le va a dejar todo el derpa a la miseria sino que, como es el jefe de los servicios, le va a poner micrófonos y cámaras hasta en el bidet. Como capítulo escandalos­o, garpa. Pero yo no se si Netflix te va a permitir mostrar a un Presidente de la República enjuagándo­se las cantimplor­as.

En realidad, el tema de Arribas es por una denuncia de 8 gambas. Nada. El mínimo no imponible de Cambiemos es un palo verde.

Por eso a Gilligan, que le encontraro­n 1,2 millones en Andorra, lo echaron a la mierda.

Con Arribas podemos ser piadosos. Nunca nos olvidemos que antes de él, en ese mismo despacho y manejando la inteligenc­ia del país, estaba Parrilli.

Yo siempre le digo amigo lector que esto no es Noruega pero esta vez arrimamos el bochín. Sorprender con un toque de Escandinav­ia fue una buena jugada. Vamos a ver el capítulo que viene. La televisión no es para cualquiera. ■

Un ministro de finanzas que llega esposado a una reunión del JP Morgan es un capítulo que garpa.

Con Arribas podemos ser piadosos. Nunca hay que olvidarse que su oficina la ocupó Parrilli.

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