El sarcasmo y la ironía de Churchill
El reciente estreno en los cines de Las horas más oscuras es una buena excusa para repasar algunas de las frases y situaciones que el sarcasmo, la ironía y el agudísimo sentido del humor de Winston Churchill produjeron. Una de las anécdotas que lo reflejan es el intercambio de sutilezas que mantuvo con Bernard Shaw, que no se quedaba atrás a la hora de la mordacidad.
En una ocasión, y con motivo del estreno de una de sus obras de teatro, el dramaturgo le cursó una invitación a Churchill, agregando que podía asistir con un amigo, “si es que lo tiene”. La réplica no se hizo esperar y, en el mismo estilo escribió: “Agradezco al ilustre escritor la honrosa invitación. Infelizmente no podré concurrir a la primera presentación. Iré a la segunda, si es que la hay”.
Igualmente proverbial fue el cruce con la dama que le espetó: “Si fuera usted mi marido, pondría veneno en su café”; ni lerdo ni perezoso, Chur- chill contestó: “Señora, si yo fuera su marido, me tomaría ese café con gusto”.
Polifacético, además de la política, uno de sus intereses era la literatura, disciplina en la que ganó nada menos que el Premio Nobel en 1953, por “su maestría en la descripción histórica y biográfica, tanto como por su brillante oratoria, que defiende exaltadamente los valores humanos”, según consignó la Academia Sueca. A pesar de semejante honor, el propio Winston proclamó, a raíz de su única novela, Savrola, “haber instado sistemáticamente a mis amigos a abstenerse de leerla”. Tal vez fue en un brindis, ya que solía decir: “No puedo vivir sin champagne. En la victoria, lo merezco. En la derrota, lo necesito”.