Clarín

El enorme desafío de una justicia mejor

- Julio Blanck jblanck@clarin.com

En 48 horas se va a poner en marcha un intento, otro más, de acometer el enorme desafío de construir una justicia mejor en la Argentina. Los cambios que se propondrán son muy ambiciosos y pretenden abrir camino a un proceso de transforma­ción inédito e imprescind­ible.

Los ejes centrales del debate que abrirá este martes el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, incluyen temas como los siguientes:

Acelerar los juicios penales por corrupción, narcotráfi­co y trata de personas.

Simplifica­r la recolecció­n de pruebas y evitar las dilaciones interminab­les por recusacion­es y apelacione­s, que demoran hasta mucho más de 10 años la conclusión de los juicios.

Formar operadores en técnicas especiales de investigac­ión criminal.

Fijar criterios de armonizaci­ón entre seguridad ciudadana y garantías del proceso, evitando la oscilación entre garantismo extremo y mano dura o gatillo fácil.

Impulsar el uso extendido del expediente digital que agiliza notablemen­te los trámites.

Favorecer la rápida conclusión de los procesos y la conciliaci­ón en la Justicia civil, comercial, laboral y previsiona­l.

Mejorar del acceso a la justicia con creación de juzgados de pequeñas causas y formación de mediadores.

Revisar la organizaci­ón institucio­nal del Poder Judicial, en particular la regulación y funcionami­ento del Consejo de la Magistratu­ra.

Impulsar cambios en el régimen de trabajo, apuntados a modificar y regular la feria judicial, el horario de tareas y el sistema de licencias, cuestiones que han sido motivo de duras críticas a la Justicia.

Cabalga este intento sobre una constataci­ón amarga para sus protagonis­tas: la Justicia es la institució­n con peor imagen pública y el 78,5% de los argentinos considera que es necesario reformarla, según una encuesta realizada por Management & Fit para Clarín, publicada en noviembre pasado.

Dato llamativo en tiempos de grieta: esa necesidad de cambio fue apoyada masivament­e por quienes se dijeron votantes de Mauricio Macri (92,8%), pero recogió también una muy alta adhesión (67%) entre quienes se declararon opositores al Gobierno.

Una semana después de ganar las elecciones de medio término, a fines de octubre, el presidente Macri al proponer un paquete de consensos básicos a la sociedad afirmó que la Justicia había iniciado “un proceso de reconstruc­ción de confianza, que parece haber perdido para muchos”.

La diferencia sustancial de este intento de transforma­ción con los anteriores es que la iniciativa está puesta en manos del propio Poder Judicial. Hasta acá, todos los impulsos habían partido del poder político. Como cuando Cristina Kirchner hizo aprobar en el Congreso un paquete de seis leyes destinadas, supuestame­nte, a democratiz­ar la Justicia, pero que en realidad buscaban colocar a los tribunales bajo dominio total del kirchneris­mo.

Hubo entonces una fuerte reacción de defensa culminada con la declaració­n de inconstitu­cionalidad, por parte de la Corte Suprema, de las leyes que apuntalaba­n esa colo- nización política.

El gobierno de Macri también construyó su imaginario de reforma judicial, con un sesgo profesiona­lista y sin pretension­es de control político absoluto. Es el proyecto Justicia 2020 timoneado por el ministro Germán Garavano.

Quienes han comparado contenidos, afirman que las propuestas de cambio que se lanzarán este martes son perfectame­nte asimilable­s a ese proyecto gubernamen­tal. Lo nuevo es la decisión política del Gobierno de dejar en manos de la Justicia el papel de motor de esa transforma­ción.

De hecho, Lorenzetti fue madurando esta iniciativa a lo largo de los últimos meses en sucesivas charlas con el presidente Macri. También tuvo reuniones de trabajo con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y con el ministro Garavano.

Como se busca la extensión del proceso de reformas a la Justicia provincial, hubo encuentros con la gobernador­a bonaerense María Eugenia Vidal, con el cordobés Juan Schiaretti y con el salteño Juan Manuel Urtubey.

También se incluyeron en la preparació­n de este proyecto a las Cámaras federales, al Consejo de la Magistratu­ra que conduce Miguel Piedecases, a las asociacion­es de magistrado­s, de fiscales y de abogados, y al sindicato judicial que lidera Julio Piumato.

En concreto, lo que hará Lorenzetti este martes es abrir el trabajo de nueve comisiones integradas mayoritari­amente por camaristas y jueces, que en dos días de sesiones intensivas deberán alumbrar conclusion­es sobre los temas propuestos.

Algunas de esas conclusion­es podrán hacerse efectivas mediante resolucion­es del Poder Judicial, como las referidas a su organizaci­ón interna y régimen de trabajo. Otras podrán tener la forma de proyectos de ley que después deberán ser alineados con el Gobierno y debatidos en el Congreso. Para esto ya hubo acercamien­tos entre la Corte y los senadores Miguel Pichetto, jefe político de la oposición, y Rodolfo Urtubey, engranaje principal del peronismo en cuestiones judiciales.

Pero sería un error suponer que todo transita bajo el aire bucólico de un entendimie­nto plural y perfecto. Es demasiado poder el que se juega en la Justicia y demasiados los intereses cruzados para suponer que pueden diluirse las tensiones bajo el imperio de un propósito común.

Para empezar, el Gobierno espera cierta forma de reciprocid­ad del Poder Judicial. Si se confía en cederle esta vez la iniciativa de la transforma­ción, lo que se pretende a cambio es “ver acción”, según definió uno alto funcionari­o involucrad­o en este proyecto.

El Gobierno viene sosteniend­o, en palabras del ministro Garavano, que la nueva convicción declamada por los jueces para combatir la corrupción debe expresarse en la celeridad con que los magistrado­s envían los casos a juicio oral, desechando la tradiciona­l práctica de protegerse de pecados diversos con la retención eterna del expediente.

Ese principio, expresado en términos de la ambiciosa reforma que ahora se propone, reclamaría para ser satisfecho la adopción de medidas e iniciativa­s concretas desde la Justicia, de orden interno y externo, después de estas dos pomposas jornadas de debate y declaració­n de buenos propósitos.

Por cierto, esa amable tensión es un camino de ida y vuelta. La Justicia también podría tomar decisiones unilateral­es, mediante fallos y en especial si son de la Corte Suprema, en caso de que el Gobierno o el Congreso traben las iniciativa­s reformista­s.

Esto es, por ahora, pura especulaci­ón. Campea en los tribunales una visión optimista sobre el desarrollo de este proceso. Pero nunca está de más recordar que todos tienen un arsenal disuasorio guardado en el desván.

Un punto nodal de la tensión entre los socios de este emprendimi­ento es la conformaci­ón del Consejo de la Magistratu­ra. Este organismo estratégic­o, que selecciona a los candidatos a jueces y a la vez juzga el desempeño y la conducta de los magistrado­s, dejó atrás un período que en la Justicia definen como de “caza de brujas”, cuando lo controlaba con mano férrea el poder de Cristina.

Con los triunfos electorale­s de Cambiemos en 2015 y 2017 y el fortalecim­iento institucio­nal del peronismo no kirchneris­ta, hubo un cambio en la relación de fuerzas también en la Magistratu­ra, que terminó de reflejarse en diciembre pasado con el ingreso de nuevos integrante­s.

Se abrió la posibilida­d de una alianza mayoritari­a entre representa­ntes del oficialism­o, de la oposición peronista y de los abogados y jueces. Se ganó en celeridad y eficacia en la gestión y se llevaron adelante procesos emblemátic­os, como el juicio político y la destitució­n del camarista federal Eduardo Freiler.

Hay consejeros que jugaron con los ultra K que bajaron su perfil, como la jueza Gabriela Vázquez, y otros que están sumando su voto al de la nueva mayoría, como el académico Jorge Candis. Sólo queda, como voz irreductib­le, el diputado camporista Rodolfo Taihlade.

Pero la discusión que viene no tiene color partidario, sino bandera corporativ­a. Los jueces y abogados sostienen que la Magistratu­ra está bajo control de la política. Porque los tres senadores y los tres diputados, sumados al representa­nte del Poder Ejecutivo que es Juan Bautista Mahiques, reúnen siete votos que hacen mayoría en el organismo de 13 miembros.

Es una mirada sesgada, porque nunca esos siete votos están alineados. Pero detrás del argumento viene la ofensiva: el Poder Judicial quiere cambiar la composició­n de su organismo de control para que la mayoría de sus miembros sean jueces y abogados.

Si no hay acuerdo, pueden terminar enfrentánd­ose una ley del Congreso con un fallo de la Corte. Es un escenario extremo, pero que no puede descartars­e de antemano.

El escarpado camino de la reforma judicial recién está por empezar. ■

El Gobierno espera cierta reciprocid­ad del Poder Judicial a cambio de dejar en sus manos la transforma­ción.

 ?? NESTOR GARCIA ?? Dos poderes. El ministro de Justicia, Germán Garavano, y el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, en noviembre pasado.
NESTOR GARCIA Dos poderes. El ministro de Justicia, Germán Garavano, y el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, en noviembre pasado.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina