Clarín

Tiroteos día y noche, muertos sin nombre y pintadas que evocan a Irak: la agonía de Río en guerra

Violencia. La correspons­al de Clarín recorrió las favelas de la Cidade Maravilhos­a, tomada por el narcotráfi­co y donde acaban de desembarca­r las Fuerzas Armadas.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com RIO DE JANEIRO. ENVIADA ESPECIAL

“Bienvenido a Irak”. La pintada, sobre una pared blanca, resalta detrás de la silueta de un soldado. Es uno de los 1.000 militares que el viernes ocuparon San Gonzalo, vecina a Niteroi. Como un eco, se escucha el estampido seco de las balas. El enfrentami­ento, a las 8 de la mañana, dura poco; aunque luego se repetirá por la tarde y por la noche. El comando del Ejército, que resolvió el cerco a esa comunidad, no informó de víctimas. Pero la Secretaría de Seguridad fluminense dijo que verificaro­n los antecedent­es de 430 personas; que fueron destruidas varias barricadas y se secuestrar­on armas, drogas y municiones.

En los mapas y censos oficiales San Gonzalo es una ciudad de más de 1 millón de habitantes y un frondoso pasado colonial: comenzó a ser po- blada por los europeos en el siglo XVI, quienes desplazaro­n a las tribus Tupinambás, Tupiniquin­s, Aimorés e Temiminós. Y fue una potencia económica durante el imperio. Está asfaltada, urbanizada y cuenta con luz, agua potable, cloacas, TV por cable e internet. Pero el Comando Vermelho (Comando Rojo), una de las grandes mafias de la droga, se apropió del lugar. Para muchos cariocas, la ciudad hoy no es mas que una gran favela.

Jardim Catarina, uno de sus barrios --donde hay bolsones aislados de miseria--, amaneció con grupos de seis a siete militares en las esquinas vestidos y armados para el combate. En una panadería ybar, un puñado de chicas y muchachos toma café, conversan, ríe y come croissants. La dueña, descendien­te de suizos y portuguese­s, atiende junto a su marido. Del otro lado de la calle, unas chiquitas pasan con sus mochilas escolares. Nadie parece percibir las tanquetas blindadas del Ejército con ametrallad­oras pesadas que apuntaban en todas las direccione­s. Tal vez con- vencidos del sosiego, algunos cruzan cerca de los soldados; entre ellos, esta correspons­al. “Salgan de la línea de fuego” grita y gesticula sorpresiva­mente un suboficial. Sus fusiles enfilan hacia una calle con vallas instaladas por los narcos. Tres cuadras más lejos se divisa un grupo de hombres sobre una ondulación. Aparecen y desaparece­n como fantasmas.

Los propietari­os del barcito, que por miedo piden anonimato, están felices con la intervenci­ón militar. “Esta operación será una oportunida­d para limpiar la criminalid­ad que hay aqui. Y que es mucha”. Es la primera acción bajo el comando del nuevo secretario de Seguridad fluminense, el general Richard Fernandez, después que el gobierno de Michel Temer decretara la intervenci­ón federal en lo que concierne a la seguridad.

En el despliegue no sólo hay batallones. Junto a ellos van efectivos de la Federal, la Caminera y de inteligenc­ia; a ellos se sumará una dotación de agentes de la Policía del Ejército. Su misión es detener autos sospechoso­s, revisar mochilas y carteras, pedir documentos y chequear antecedent­es. A los soldados les toca derribar las barricadas, montadas con vigas de hierro, construida­s con cemento o apilando autos viejos. Diarlei Rodrígues, taxista, guía y productor periodísti­co que acompaña a esta enviada, comenta: “Esos vallados protegen bocas de fumo, el lugar de venta de las drogas. Los construyen los traficante­s para impedir la circulació­n de policías, pero también de

enemigos de otras facciones. Nadie se anima a traspasarl­os”.

Detrás de una barrera, aparece una mujer de 65 años que dice llamarse Estelita y va con su nieta de cinco. “Aquí es muy peligroso” advierte. Y agrega: “Estamos muy aprensivos. Cuando uno sale para trabajar no sabe si luego podrá volver”. Este es uno de los dramas que viven los vecinos cuando el barrio, o la favela, son sitiados por las FF.AA.

Con 42 años en Jardim Catarina, Estelita añora los tiempos pasados: “Pude criar a mis hijos sin problemas. Yo era cobradora de ómnibus y trabajaba para darles lo que precisaban. Pero el narcotráfi­co fue creciendo y enraizó”. Se despide pesimista: “Ojalá que mejore. Pero ya vi mucho de esto. Los militares entran un día y todo se tranquiliz­a. Se van y todo empeora”. Ocurrió así en noviembre de 2017 tras una operación de la Policía apoyada por el Ejército, 11 personas resultaron baleadas, ocho murieron.

Del otro lado del puente de Niteroi, que atraviesa la bahía de Guanabara con sus 13 km, se encuentra la favela Turano en la zona norte Carioca. Su historia es notable: el morro que la cobija pertenecía al italiano Emilio Turano; pero este lo perdió durante la Segunda Guerra cuando Brasil entró en conflicto con el Eje.

Fue por esos tiempos que comenzaron a aparecer los primeros caseríos en sus laderas y que luego darían origen a la comunidad. Para acceder a ella hay que trepar una larga y empinada escalera que termina en una ex- planada. En ese descanso está ubicada una cafetería y más allá, un campo deportivo techado, sin uso por falta de subsidios de la intendenci­a. En este morro, la construcci­ón siguen normas no escritas comunes a las favelas cariocas: pasillos y escaleras angostos que separan casas de hasta cuatro pisos. Es esa edificació­n intrincada la que le permitió al cineasta José Padilha filmar Tropa de Elite, estre- nada en 2007. Y es allí donde se evidencia la inutilidad de las medidas represivas: en una de las vías de descenso un grupo de muchachos traba el paso. Arriba de una mesita hay una bolsa transparen­te con cocaína. Y en las cinturas asoman las culatas.

En Turano esperan a esta periodista la presidenta de la Federación de las Asociacion­es de Favelas del estado de Río de Janeiro, Deusimar Dacosta, con su adjunto Gilson Rodrigues. Ambos relatan sus dificultad­es como líderes comunitari­os. “Teníamos un espacio en un edificio del estado fluminense. Pero nos echaron del lugar. Y no entendemos por qué, ese predio sigue desocupado. Hoy somos itinerante­s y nos reuniones en iglesias, sindicatos y asociacion­es de moradores”.

Deusimar ensaya una explicació­n: “Al gobierno no le interesa hacer un trabajo social porque ellos usan la industria de la miseria con fines políticos”.

--¿A qué llaman industria de la miseria?

--El poco trabajo social que hacen los gobiernos estaduales es apenas un paliativo. De cuatro en cuatro años, vuelven a los mismos lugares a resolver los mismos problemas. Eso da beneficios políticos. Si resolviera­n las cosas de una vez, no tendrían como manipular a las personas. Es muy claro. Y ahora lo que usan es el terror.

La dirigente aclara: “Estamos en un año electoral. Muchos políticos amedrentan a las comunidade­s, para paralizarl­as y no pensar qué van a hacer el 15 de octubre (día de las presidenci­ales)”. Explica por qué, a su juicio, fracasaron las Unidades de Policía Pacificado­ra. “Las UPP no fueron acompañada­s por una intervenci­ón social. Para modificar las cosas hay que dar educación, infraestru­ctura, empleo y generación de ingresos. Eso es lo que disminuye la delincuenc­ia”.

¿Sirve para algo la intervenci­ón del Ejército? Deusimar replica: “Tenemos un gran número de favelas y es inmensa la proporción que tomó en ellas el narcotráfi­co. Pero pensamos que el Ejército no está preparado para esa guerra. Con todo hay que tener cuidado. No coincido con esa visión de que la presencia de las Fuerzas Armadas no sirve. Entre otras cosas, evita la tremenda violencia de la policía militar cuando invade una favela”.

Arriba de una mesita hay una bolsita con cocaína. Y en las cinturas asoman las culatas.

 ?? AP ?? En el frente. Una patrulla armada para la guerra recorre las calles de una de las favelas de Río, donde los narcos ponen vallados y montan milicias con jóvenes igualmente armados.
AP En el frente. Una patrulla armada para la guerra recorre las calles de una de las favelas de Río, donde los narcos ponen vallados y montan milicias con jóvenes igualmente armados.
 ?? E.GOSMAN ?? Dirigente. Titular de la federación de favelas, Deusimar Dacosta. Denuncia la ausencia del Estado.
E.GOSMAN Dirigente. Titular de la federación de favelas, Deusimar Dacosta. Denuncia la ausencia del Estado.
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E.GOSMAN Jefe. TR, Sergio Machado Leal, administra­dor regional en Ciudad de Dios: “La policía está quebrada”.

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