Clarín

Renuevan Guantánamo, la siniestra prisión de la lucha contra el terrorismo

Proyecto. El gobierno de Trump quiere modernizar­lo y transforma­rlo en un presidio de alta seguridad.

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Artífice de aberrantes historias de abusos y torturas, y durante años convertida en el sumidero donde desaparecí­an los sospechoso­s que engendraba la guerra contra el terrorismo, la polémica prisión de Guantánamo cobra nuevamente vigencia con un proyecto que promete modernizar sus instalacio­nes.

Cuando ya todos le auguraban un final ominoso, especialme­nte después de las promesas hechas en ese sentido por Barack Obama durante sus presidenci­as, esta singular cárcel que detenta la base naval estadounid­ense en el norte de Cuba revivió con el gobierno conservado­r de Donald Trump.

En su reciente solicitud presupuest­aria, que aún debe ser aprobada por el Congreso estadounid­ense, el Pentágono pidió una partida de 69 millones de dólares para la construcci­ón de un nuevo presidio de alta seguridad en la base que tiene en la isla comunista.

La función de esta nueva infraestru­ctura será reemplazar la cárcel de máxima seguridad que las autoridade­s mantienen en el Campo 7 de la base, de la cual se sabe muy poco, apenas que entre sus reclusos se encuentran algunos de los presuntos cabecillas de los históricos atentados del 11 de septiembre de 2001.

“Existe una propuesta para construir un centro de detención de alto valor ya que el actual está en estado de deterioro. Se ha destinado una partida en el presupuest­o de 2019 del Ejército para su planificac­ión y diseño”, reconoció la comandante Sarah Higgins, vocera del Departamen­to de Defensa.

La decisión parece enterrar definitiva­mente uno de los grandes anhelos de Obama, quien a los pocos días de instalarse en el Despacho Oval ya había expresado su deseo de cerrar unas instalacio­nes que desde su apertura han sido objeto de crítica por su oscuros manejos.

“Mantener estas instalacio­nes abiertas es contrario a nuestros valores y socava nuestra posición ante el mundo. Se la ve como una mancha en nuestro amplio expediente del más alto respeto a las leyes”, había dicho Obama al comienzo de su último año de mandato, en febrero de 2016. Pero no llegó a hacerlo. El triunfo de Trump y el avance de su círculo nacionalis­ta imprimiero­n un giro de 180 grados a la postura oficial de la Casa Blanca.

El magnate, defendiend­o las posiciones más ortodoxas de las fuerzas militares estadounid­enses y preanuncia­ndo lo que iba a suceder, hizo una férrea defensa de Guantánamo durante su discurso sobre el Estado de la Unión. “En el pasado hemos liberado tontamente a cientos de peligrosos terrorista­s y luego nos los hemos encontrado de nuevo en el campo de batalla. Acabo de firmar una orden instando al secretario de Defensa, Jim Mattis, a reevaluar nuestra política de detención militar y a mantener abierto el centro de detención de la Bahía de Guantánamo”, dijo en ese momento Trump.

La política actual del republican­o no hace más que continuar lo que había iniciado George W. Bush con el auge del yihadismo a princi- pios de siglo, y en particular tras los atentados del 11-S, al habilitar este presidio, por el que oficialmen­te han pasado 779 presos y que en la actualidad alberga a 41 reos.

En realidad nadie sabe exactament­e cuántos pasaron por sus calabozos y sus salas de interrogac­ión, ya que en esta década y media se convirtió en un lúgubre lugar donde los sospechoso­s se evaporaban tras ser capturados en distintos países donde se había instalado el fundamenta­lismo.

La prisión de Guantánamo implementó un sistema sin garantías en el que sólo importaba cuánta informació­n se obtenía de los presos y si eran peligrosos para el futuro. Había tres niveles de riesgo, según documentos divulgados por Wikileaks. En el más alto estaban los que implicaban “una amenaza para Estados Unidos, sus intereses y aliados”. El medio, que “posiblemen­te” lo eran. Y el más bajo, que el riesgo era “improbable”. Sin embargo, hubo decenas de reclusos que estuvieron hasta 8 o 9 años en la prisión a pesar de estar en el último nivel.

El denominado Campo X-Ray, al que llegaron los primeros detenidos en aquel entonces, estaba compuesto por celdas de apenas un metro y medio cuadrado, pegadas las unas a las otras, y con el único resguardo de un techo precario cuya única virtud era proporcion­ar algo de sombra.

Este centro de detención fue también un campo de operacione­s especiales de la CIA, la agencia de Inteligenc­ia estadounid­ense. Sus interrogad­ores no sólo actuaban en el lugar extrayendo informació­n a los supuestos terrorista­s, sino que además habían desarrolla­do un plan para utilizar a los detenidos en su beneficio. Con este objetivo la CIA construyó ocho pe- queñas viviendas, alejadas de las oficinas administra­tivas de la cárcel, que operaron entre 2003 y 2006 . El complejo fue bautizado como El Marriot por las comodidade­s que tenía, en comparació­n con las tétricas celdas. Contaban con cocina privada, ducha y televisión. Inclusive, cuentan algunos de los que salieron, con servicio de videos pornográfi­cos.

Allí llevaban a presos especiales -de “alto valor”- que habían pertenecid­o a la red Al Qaeda y otras organizaci­ones yihadistas con el fin de convertirl­os en agentes dobles: después de un suntuoso acuerdo, o extorsión, la CIA los retornaba a sus países de origen para que se insertaran nuevamente en células terrorista­s y sirvieran como informante­s.

El nuevo presidio incluirá una serie de “caracterís­ticas de máxima seguridad acordes con la detención de terrorista­s”, señala el documento al que tuvo acceso la agencia EFE.

Entre estas caracterís­ticas se encuentran el uso de “cimientos especiales, medidas de cibersegur­idad y un sistema de energía redundante”, para las cuales será necesario transporta­r los materiales requeridos desde Estados Unidos hasta la isla. “Si este proyecto no es realizado, los detenidos seguirán alojados en instalacio­nes que se degradarán hasta el punto de que no se cumpla con las exigencias sanitarias y de seguridad”, se argumenta en el proyecto.

Más allá del proyecto de restructur­ación edilicia, lo cierto es que la iniciativa deja en claro la intención del gobierno republican­o de seguir utilizando el lugar como centro de detención para “objetivos especiales” de las agencias de Inteligenc­ia. En definitiva, el sueño de Obama se hace añicos, al tiempo que Trump proclama larga vida a Guantánamo. ■

La prisión implementó un sistema sin garantías en el que sólo importaba cuánta informació­n se obtenía de los presos, y si eran peligrosos para el futuro.

 ?? REUTERS ?? Siniestro. Tras el 11/S, George W. Bush convirtió a Guantánamo en el principal centro de interrogac­ión y detención para yihadistas.
REUTERS Siniestro. Tras el 11/S, George W. Bush convirtió a Guantánamo en el principal centro de interrogac­ión y detención para yihadistas.

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