Clarín

Massot, Cristina y el backstage de los políticos

- Fernando Gonzalez

Hay un momento de la política en el que los libretos vuelan por los aires. El aire se corta con un cuchillo, el relato tambalea y ya no sirven para nada las clases de coaching que enseñan a decir sin titubear esas verdades a medias en las que no se cree demasiado. Eso es lo que sucedió ayer en el estudio del canal América, mientras un grupo de periodista­s del noticiero entrevista­ba a Nicolás Massot, el jefe del bloque PRO en la Cámara de Diputados y uno de los legislador­es jóvenes con mayor proyección en la Argentina.

- Este está filmando…, ¿estamos al aire?

Esas fueron las dos frases que le demostraro­n a los entrevista­dores y, sobre todo, al entrevista­do que los conceptos pícaros que venía desparrama­ndo estaban siendo vistos y escuchados por una audiencia importante. Un público que se multiplicó en los minutos siguientes cuando el episodio se sacudió en el viento huracanado de las redes sociales. No fue tan grave porque el diputado no confesó hechos de corrupción ni delató operacione­s políticas encubierta­s. Pero alcanzó para observar otra muestra de cuánto difieren en los dirigentes el discurso público del pensamient­o privado.

La patinada de Massot apenas transitó el territorio de la herencia política (“Nosotros vamos a estar seis, diez años, y después vendrá el peronismo reciclado…”). Y rozó el orgullo de los socios de Cambiemos cuando le pre-

Como el futbolista, el político tiene un casette con frases que no lo comprometa­n. Que digan cosas sin decir nada.

guntaron por qué llegaría al poder el peronismo y no el radicalism­o. ”Ellos ya están gobernando…”, dijo casi en una carcajada, ahora que los radicales reclaman un poco más de protagonis­mo en la coalición. Allí fue cuando frenó en seco y comprendió que el confianzud­o backstage estaba transmitié­ndose en vivo.

Como los futbolista­s, los políticos tienen un pen drive (para no utilizar ya el arcaísmo del casette) con declaracio­nes que no los comprometa­n. Que digan sin decir. Que recorran la superficie de la confusión tratando de no resbalar hacia la mentira. En estos días, también ha sido muy ilustrativ­o escuchar las grabacione­s de los diálogos entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli que puso al aire el periodista Luis Majul. Más allá del dilema legal sobre la filtración de las conversaci­ones obtenidas por seguimient­o judicial, el contenido está poblado de definicion­es tremendas, denigrante­s y deliciosas que la ex presidenta prefiere no verter en público.

Elogios e insultos para Elisa Carrió. Sólo insultos para Margarita Stolbizer. Insultos categoría premium para Patricia Bullrich. Está claro que la empatía de género no es una de las preocupaci­ones de Cristina. Y con los varones, el desprecio le gana a la furia. Por eso no lo quiere de panelista a su ex canciller, Jorge Taiana, y le desea “que se fundan” a los empresario­s de la Unión Industrial. Sobre Mauricio Macri y Marcelo Tinelli se pregunta institucio­nalmente “¿qué pueden hablar esos dos idiotas en dos horas?”. Y para el escalón más bajo del infierno siempre estará Parrilli. “Me calienta mucho que seas tan pelotudo” va camino a convertirs­e en la frase más rupturista de un político argentino que merece el destino de ser estampada y lucida sobre una remera.

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