Clarín

Antártida: ciencia, ambiente, política e intereses

- Mariano Aguas

Politicólo­go, profesor en UNLaM y consultor de Fundación Vida Silvestre Argentina.

Hace pocos celebramos 114 años de presencia argentina ininterrum­pida en el continente antártico. Muy ligado a ello, desde que somos niños se nos enseña que esa especie de “porción de pizza” ubicada al sur del continente representa el territorio antártico argentino. Es más, en 1957 lo incluimos como parte del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y finalmente en 1990 como la provincia homónima.

Obviamente para una gran mayoría de argentinos, eso constituye una especie de realidad inobjetabl­e. Sin embargo, cuando nos sumergimos en el sistema de organizaci­ón del mundo antártico descubrimo­s que eso que nos parece tan lógico y familiar no es exactament­e así.

Tanto Chile como el Reino Unido mantienen, como Argentina, reclamos de soberanía que en parte se superponen con el nuestro. Al mismo tiempo junto a Argentina y otros 49 países más son firmantes del Tratado Antártico que vela por la protección del continente. En total 53 países, de los cuales los reclamante­s de soberanía son siete, incluido el nuestro.

Como vemos, aquí la cosa se va poniendo más compleja. Si bien la firma del Tratado Antártico congela los reclamos de soberanía, no los elimina. Lo que sí descarta es la constituci­ón de nuevos reclamos territoria­les a partir de su firma en 1961.

Sin embargo, cuando uno se sumerge en el espíritu y la lógica del Tratado lo que aparece es una formidable herramient­a que ha sabido mantener por casi 60 años un statu quo cooperativ­o entre sus miembros. Tal vez una rara avis en nuestro convulsion­ado mundo.

Dicha cooperació­n se materializ­a fundamenta­lmente en la actividad científica a través de la cual vamos aprendiend­o cómo un ambiente antártico sano y bien conservado ayuda a mantener la salud del planeta. Esto es el desvelo del sistema de ONG´’s que observan y colaboran en la tarea como FVSA (Fundación Vida Silvestre Argentina) y WWF (World Wildlife Fund).

Pero, ¿y nuestros derechos soberanos? Suspendido­s, gracias.... como el de los demás. Quid pro quo… En política no existen los óptimos sólo lo que se conviene con los otros.

Bueno, entiendo que esto dé lugar al victimismo cultural argentino, pero no desesperem­os porque, a pesar de otra caracterís­tica nuestra, la fracasoman­ía, nuestro país ha sabido encontrar nuevas formas de sostener lo que pensamos nos correspond­e, cooperando al mismo tiempo con la comunidad antártica. Y eso se llama política científica antártica.

Hoy en día es el recurso más importante que tiene el país para robustecer una política de prestigio y ser parte activa de las decisiones que se toman en el seno del sistema del Tratado Antártico, a través de la Cancillerí­a y sus profesiona­les, el Instituto Antártico Argentino y sus científico­s y nuestras Fuerzas Armadas y sus efectivos, todos argentinos que hacen muy bien su trabajo y muchas veces con recursos limitados. El mundo ha cambiado, la conciencia ambiental se abre paso y nos da una oportunida­d para reafirmar nuestros intereses no en clave del siglo XIX sino del siglo XXI, pensando en la posteridad y la salud del planeta. Nuestra gran casa. ■

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