Clarín

“Hay que cambiar la mentalidad y salir a competir en la economía mundial”

La frase alude al futuro del Mercosur pero también a la propia Argentina. Defiende un camino gradual hacia una economía abierta.

- Juan Décima jdécima@clarin.com

Hirohisa Kohama es economista y profesor emérito de Economía de la Universida­d de Shizuoka. Es también uno de los autores del Informe Okita, un reporte compilado pocos años después de la recuperaci­ón de la democracia en la Argentina, que fue liderado por el economista Saburo Okita, uno de los artífices de la planificac­ión económica de Japón de la posguerra.

El informe hizo un profundo diagnóstic­o sobre la macroecono­mía, la agricultur­a, la industria, el transporte y el comercio exterior y ofreció una serie de recomendac­iones para la reactivaci­ón de la economía argentina basadas en la experienci­a japonesa de posguerra, con un fuerte énfasis en la competitiv­idad de la industria, la expansión de las exportacio­nes y el rol del estado como orientador.

Además de ser el autor de las secciones dedicadas a la macroecono­mía y el comercio internacio­nal, Kohama fue el segundo a cargo, detrás del mismo Saburo Okita. Fue debido a eso que estuvo a cargo de la coordinaci­ón de los diversos equipos de trabajo (alrededor de 40 especialis­tas, dedicados a estudiar cuestiones desde la infraestru­ctura hasta el desarrollo industrial).

“El informe se gestó gracias a un encargo de la Asociación de Cooperació­n Internacio­nal de Japón (JICA), pero también porque el embajador de este momento era muy amigo del profesor Okita. Una vez que asumió, le pidió si podía realizar algunas recomendac­iones al gobierno argentino, y eso dio inicio a todo el proceso”, recuerda Kohama respecto al emblemátic­o informe, que lo tuvo viviendo en Argentina por dos meses a mediados de los ’80.

Invitado por la embajada de Japón en la Argentina para disertar sobre las relaciones económicas entre su país y el Mercosur (Mercado Común del Sur), Kohama fue entrevista­do por Clarín en su hotel en Buenos Aires. En el extenso diálogo habló de la falta de competitiv­idad en la economía argentina, el balance entre intervenci­ón estatal y emprendimi­ento privado y hasta cómo fue que se produjo el “milagro económico” japonés de la década del ’60.

-Cuando se habla de relaciones económicas entre el Mercosur y el resto del mundo, pareciera que muchas veces la discusión queda reducida a que esta parte del mundo es una pro- veedora de commoditie­s. ¿Cómo cree que los países de la región pueden lograr economías más sofisticad­as?

-Para mí, lo fundamenta­l es cambiar la mentalidad: hay que estar dispuesto a competir en la economía mundial. El Mercosur es un camino a través del cual se pueden expandir las exportacio­nes, pero debería haber una mirada más amplia para ver todas las variantes posibles en el mundo. Acá son muy competitiv­os económicam­ente en insumos naturales: trigo, maíz, soja. Pero esa ventaja no va a durar para siempre, y estar preparado para ese cambio requiere pensar en otro tipo de soluciones. Deberían empezar a promover otros tipos de industrias, no sé si en el campo de la manufactur­a o de los servicios, no conozco tanto como para opinar, pero buscar en qué sectores de la economía mundial pueden llenar un vacío, y apuntar ahí. Tener una mente competitiv­a. Para ser brutalment­e honesto: en este país, no se ve ese tipo de mentalidad. Tal vez sea una consecuenc­ia de ser muy ricos en algo que es fácil de vender, como es el caso de los recursos naturales. Es algo que ha estructura­do la mentalidad económica argentina, pero deberían tratar de cambiarlo.

-¿Ese cambio es algo que depende del Estado o del sector privado?

-El Estado tiene obviamente una obligación de alentar y facilitar incursione­s en diversos sectores económicos, pero el dinamismo de la empresa privada es para mí el motor fundamenta­l en cualquier emprendimi­ento de este tipo. Es lo que pasó en Japón. Cuando se estudia el “milagro económico” de los ’60, se habla mucho de las políticas industrial­es del gobierno. Eso fue cierto, pero destaco mucho más la

capacidad de las empresas de cambiar y buscar siempre posicionar­se de manera tal de que fueran más competitiv­os. Se trata, en todo caso, de implantar esa mentalidad dinámica, tanto en los empresario­s como en la población en general.

-¿Dónde podrían complement­arse actualment­e las economías de Japón y la Argentina?

-Depende de los gobiernos, y de la actitud que tengan respecto al comercio. Con el gobierno anterior era muy difícil plantear un escenario de intercambi­o, pero en la actualidad pareciera haber condicione­s que son más aceptables para los políticos y empresario­s japoneses. La mentalidad de un político, desde el presidente o el Primer Ministro hasta los ministros del gabinete, es el punto de partida para pensar cualquiera de estas cuestiones. Y, desde ya, se deben encontrar acuerdos que convengan a ambos economías.

-En un paper que escribió en 2001, dijo que no estaba de acuerdo con el modelo del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacon­al, que de alguna manera recomienda que las economías deben liberaliza­rse “lo antes posible”. ¿Cuál debería ser el equilibrio entre intervenci­ón estatal y libre mercado?

-Debería empezar por aclarar que, a largo plazo, mis objetivos son los mismos que buscan esos organismos. Es decir, creo que las econo- mías abiertas y sin restriccio­nes son las más deseables. En donde discrepo es en pensar los tiempos. Los procesos mediante los cuales los países logran hacer la transición de una economía cerrada a una abierta son delicados, y deben hacerse cuidadosam­ente.

-¿De qué modo?

-Las condicione­s que establecen el Banco Mundial, o el Fondo Monetario Internacio­nal, generalmen­te demandan aperturas bruscas y una liberaliza­ción acelerada. Pero el cambio de la estructura económica de un país no se puede conducir así. Hay intereses creados en numerosos niveles, y todo presidente o Primer Ministro debería tener como labor fundamenta­l tratar de destruir estos conflictos en la economía, pero hay que tener paciencia. Ponerse a modificar drásticame­nte el tejido económico de un país y sus modelos de funcionami­ento genera problemas en numerosos sectores y actores, que a veces son los más vulnerable­s y no tienen herramient­as con las cuales contrarres­tar los efectos de estas modificaci­ones. El cambio estructura­l es importante, pero no se puede aplicar una fórmula general para todos los países. Hay que estudiarlo­s, caso por caso.

-Principalm­ente debido a la automatiza­ción, se habla de un futuro “sin trabajo”, donde el empleo será una actividad cada vez más difícil de encontrar. ¿Cómo cree que los países se irán acomodando a esta realidad?

-La responsabi­lidad de solucionar ese tema cae fundamenta­lmente sobre las espaldas de los Estados. Si uno trabaja en una industria, por ejemplo la textil, es muy difícil hacer un salto y pasar a otro rubro, digamos uno de servicio, de un día para el otro. Ahí hay un conflicto que debe resolverse, y que los gobiernos deberán te- ner muy en cuenta. Es la tarea de las autoridade­s ir vislumbran­do potenciale­s futuros escenarios económicos que pueden aparecer, e ir preparando a la población sobre cómo enfrentarl­os. Otro aspecto a tener en cuenta es la educación. No solo en términos académicos, que también es muy importante, sino en cuanto al reentrenam­iento o la recapacita­ción, para poder insertarse en otras áreas. Tener en cuenta desde ahora que, tal vez en 5 o 10 años, mi empleo, o la industria en la que trabajo no exista más, y prepararse para eso con tiempo.

-¿Cuál cree que son los mayores desafíos que habrá que resolver en un futuro trabajo?

-La estabilida­d social es un objetivo primordial. La clase trabajador­a quiere trabajar, tener un empleo y recibir dinero a fin de mes en compensaci­ón por su labor. Es una necesidad fundamenta­l, no solo económica, sino también psicológic­a. Sentir que uno hace un aporte a la sociedad es un factor de orgullo y felicidad. Por esto es que, para un gobierno, es muy importante trabajar para que la transición de la mano de un sector de la economía a otro sea lo menos traumático posible.

- De qué modo exactament­e se trabaja un trasnsició­n de ese tipo?

Obviamente, este tipo de procesos requiere de numerosos actores de la sociedad, y deberían ser tema de discusión entre funcionari­os, empresario­s, académicos y líderes sindicales. Esto en el campo formal, pero hay que apoyarse también en los canales informales, para saber qué está preocupand­o a la fuerza trabajador­a. El trabajo de oficina es importante para el CEO de una industria, pero tener contacto con la fábrica puede proveerle de conocimien­to que nunca obtendría en reuniones. Esto es una base fundamenta­l de la cultura empresario japonesa. Que los procesos estén influidos tanto por dinámicas de arriba-abajo, como de abajo-arriba.

-¿Cómo influye el problema demográfic­o de Japón en este escenario?

-Es un problema más bien social. Las sociedades van envejecien­do, y Japón es un país donde ese tema se ve claramente. Yo voy a cumplir 70 el año que viene, y hace 50 años hubiera sido un hombre muy viejo. En la actualidad, somos más activos y tenemos que seguir trabajando para las generacion­es más ancianas. Hace medio siglo, la edad de jubilación en Japón era 55 años. Luego de pasó a 60, pero sigue subiendo de a poco. Son políticas sociales, en las que el Estado puede intervenir.

-Diversos sucesos políticos de los últimos años parecen haber puesto en jaque al libre comercio. ¿Por qué cree que pasó esto?

-Estamos hablando del populismo, ¿no? Además de Trump y de Brexit, habría que incluir como motivo también la ansiedad que genera la agresivida­d económica de China. ¿Cómo convencer a la gente de que el libre comercio es lo mejor para ella? El rol de los funcionari­os, los académicos y los periodista­s es fundamenta­l para que este tipo de mensaje se extienda. Estamos enfrentánd­onos a un tiempo de incertidum­bre, pero esperemos que el gobierno de Trump dure solo 4 años (risas).

-¿Hay algo de razón en esta reacción negativa contra la globalizac­ión?

-Tener una clase media saludable es importante. Históricam­ente, una pareja podía empezar siendo pobre, pero a través de su trabajo podía lograr un ascenso social del cual sus hijos podían beneficiar­e y tener una existencia más cómoda que la tuvieron ellos. En EE.UU., pareciera que eso es cada vez más difícil. No estoy a favor de ningún tipo de intervenci­ón estatal para solucionar estos desajustes, pero sí creo que insistir en la educación es importante para que estos problemas se vayan minimizand­o en los años siguientes.

Enfrentamo­s un tiempo de incertidum­bre, pero esperemos que el gobierno de Trump dure solo cuatro años”.

 ?? DAVID FERNÁNDEZ ?? Crítico. Kohama sostiene que el dinamismo de la empresa privada es “el motor fundamenta­l” de todo emprendimi­ento.
DAVID FERNÁNDEZ Crítico. Kohama sostiene que el dinamismo de la empresa privada es “el motor fundamenta­l” de todo emprendimi­ento.

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