Clarín

Los secretos del milagro económico japonés que asombró al mundo

A mediados de los ‘50 el ingreso medio en Japón era menor que el de Argentina. Y se decidió que enfocarse en la exportació­n iba a ser la salida.

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-En su libro “Desarrollo industrial en la posguerra japonesa” (2001), escribió que hasta la década del’60, Japón era una “economía en vías de desarrollo”. ¿Cómo hizo para convertirs­e tan rápidament­e en una potencia?

-A mediados de los años ’50, de hecho, el nivel de ingreso medio en la Argentina era superior al de Japón. Nuestro gran salto empezó a comienzos de la década de los años ’60. El país creció a razón de 10% anual a lo largo de toda esa década. Hay muchos factores que sirven para explicar este fenómeno. Cuando uno compara a la Argentina con Japón, una de las principale­s diferencia­s que saltan a la vista es que nuestro país es pobre en recursos naturales, lo contrario a lo que pasa acá. Es algo similar a lo que sucede con Corea del Sur: un país pequeño y pobre en recursos naturales, que debe recurrir a otros medios para salir adelante. El punto de partida del gobierno japonés fue simple: ¿cómo hacemos para mejorar los niveles de vida de la población? Lo que teníamos a favor era un historial de aprovechar el capital humano, y desarrolla­r actividade­s que demandan un fuerte insumo de mano de obra.

-¿Qué herramient­as o mecanismos pusieron en marcha para tratar de capitaliza­r este recurso y generar crecimient­o?

-Lo primero fue desarrolla­r un plan de macroecono­mía, que hasta ese momento en Japón no existía. Se estableció el “Plan de duplicació­n del ingreso” de 1960, que buscaba duplicar el sueldo medio y el Producto Bruto Interno, lograr pleno empleo mediante la expansión del empleo y elevar las condicione­s de vida de los ciudadanos. De acuerdo a esos objetivos trazados, se estableció que enfocarse en la exportació­n era el camino más accesible para cumplirlos. Hasta 1954, la mayor exportació­n de Japón eran productos textiles, que es una industria de baja complejida­d tecnológic­a pero que requiere intensidad de mano de obra. Teníamos sueldos bajos, lo que nos permitía ser competitiv­os globalment­e, pero era claro que no íbamos a lograr el salto que buscábamos con textiles. Queríamos ser ricos, como todo el mundo. Hubo una decisión política y económica de cambiar de rumbo, y de tratar de aprovechar un excedente de mano de obra rural que existía en ese momento.

-¿Cómo se decidió implementa­r ese cambio de rumbo?

-El primer paso fue virar de una industria liviana a una pesada, desde los textiles hasta la producción de acero, la energía eléctrica y el carbón. Completada esa transición, se empezó a implementa­r un cambio hacia la industria de alta tecnología. Una de las máximas que se impusieron desde el primer momento en Japón fue lograr que estas transicion­es fueran lo menos traumática­s posibles. Que no le causaran sufrimient­o innecesari­o a la población. Tener una estructura económica ordenada es algo muy importante. Otro de los puntales de este viraje fue evitar la intervenci­ón estatal directa en el ámbito privado. Por supuesto que en los primeros años se realizaron medidas en algunas industrias para facilitar el arranque, como ser subsidios, exenciones impositiva­s o créditos dirigidos, pero a largo plazo no son políticas deseables porque hacen que las industrias se conformen con recibir la ayuda del Estado y no se preocupen ni por mejorar o aumentar su productivi­dadw

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BLOOMBERG Tokio. La ciudad, imponente, es todo un símbolo del crecimient­o económico japonés.

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