Clarín

“Nadie va preso”, la queja más recurrente de los damnificad­os

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Silvio Corti, secretario de Gobierno y Desarrollo Económico del municipio de San Pedro, conoce la problemáti­ca de cerca ya que también es productor. Según dice, prácticame­nte es imposible hacer prevención en el abigeato: “Son 1.600 kilómetros de caminos rurales; hay muchas cortinas de árboles, montes florales, viveros. Eso hace que puedas tener a los ladrones a dos metros y no los veas”. Raúl Victores, el presidente de la Sociedad Rural local, suma informacio­nes para reforzar la teoría: que en el campo casi no hay señal de celulares y es difícil llamar al 911; que hay policías que no saben conducir en el barro (los días de lluvia son los días preferidos de los ladrones para entrar a robar) ni conocen con detalle la ubicación de los campos.

El funcionari­o comunal tira un dato para tener dimensión sobre los números del delito: asegura que una empresa de la zona dedicada a la producción de durazno gasta un millón de pesos en serenos por tres meses de trabajo. “Fijate el dinero que podrían representa­r los robos para que inviertan un millón de pesos en seguridad; en impacto económico no tengo dudas: es el delito más grave que padecemos en San Pedro. Pero en integridad física, no”.

Para él, cuando se roban pollos, la mercadería va a parar a las casas. Se vende puerta por puerta, en los barrios. Y cuando el botín son vacas, lechones u otros animales, salen de la ciudad, ya que en San Pedro no hay frigorífic­os. Aunque aclara que algunos kilos pueden venderse a carnicería­s de barrio y vecinos. “Algunos robos fueron esclarecid­os. El problema es que la Justicia no nos acompaña: nadie va preso. Los delincuent­es salen rápidament­e. Y los conocemos, eh. Son vecinos. Hace décadas que se dedican a lo mismo. Nuestro esfuerzo carece de sentido si la Justicia no los mete presos”, dice. Los productore­s consultado­s por Clarín opinan lo mismo.

También coinciden los productore­s y el funcionari­o en señalar a los cazadores y pescadores, desconocid­os, como los “marcadores” de los robos. Hacen inteligenc­ia previa y luego informan qué animales hay en cada campo. ■

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