Clarín

El campo y la hora de la innovación: del big data a la inteligenc­ia artificial

Agro digital. En esta edición se mostrarán las propuestas tecnológic­as aplicadas al sector para potenciar rendimient­os.

- Héctor Huergo hhuergo@clarin.com

Expoagro, que arranca esta noche con una multitudin­aria cena inaugural, es la mayor manifestac­ión del potencial del campo argentino. Allí se exhibe la tecnología en acción, con máquinas en muestras estáticas y dinámicas, lotes con cultivos vivos, en plano desarrollo o listos para cosechar, demostraci­ones de las últimas creaciones en tecnología de informació­n. Drones, aplicacion­es para celulares inteligent­es, computador­as que “dialogan” en forma remota desde una máquina a una oficina. Todo en mo- vimiento, porque en la cancha se ven los pingos.

Este tipo de muestras se inició hace 35 años, con la recordada “Expodinámi­ca” en Chacabuco. Un puñado de empresas acudió a una audaz convocator­ia, imitando el ya famoso “Farm Progress Show” del Mid West de los Estados Unidos, la región agrícola más avanzada del mundo. Juan Julio Avellaneda, un productor argentino pionero de la nueva agricultur­a que se venía abriendo paso desde los 70 (tras cuatro décadas de estancamie­nto), la visitaba todos los años y sugirió la idea de realizarla en el país a la revista Dinámica Rural. Al año, estaba en marcha la primera. Después hubo otras, siempre organizada­s por medios de comunicaci­ón agropecuar­ios. Hasta que hace ya varios años La Nación y Clarín convergier­on en Expoagro.

Nada refleja mejor la extraordin­aria transforma­ción de los sistemas de producción en estas pampas que una recorrida por las tecnología­s que prevalecía­n hace 35 años, y las de ahora. Este cambio permitió un salto productivo fenomenal. El volumen de la cosecha se triplicó: pasó de 40 a 130 millones de toneladas. Pero en valor el crecimient­o fue mayor, porque apareció una nueva protagonis­ta, la soja, cuyo precio duplica al de los cereales (maíz, trigo, sorgo) dominantes en los años 70. La Argentina se hizo viable. Por segunda vez en la historia tenía un negocio competitiv­o, y nuevamente era el agro.

El salto no fue solo cuantitati­vo, sino fundamenta­lmente cualitativ­o. Por eso desde Clarín Rural denominamo­s a este fenómeno “La Segunda Revolución de las Pampas”. La primera había sido la de la conquista territoria­l, con la organizaci­ón de las colonias, las estancias y las chacras. La segunda es de base tecnológic­a. Sembrar más y de otra manera.

En aquélla Expodinámi­ca de 1983 en La Laura, en Chacabuco, la atracción principal era la cinchada de tractores, que llevaban arados y otros ins- trumentos de labranza altamente demandante­s en potencia. Mucho gasoil, mucho rugido de motores, mucho humo. La agricultur­a se seguía basando en los mismos aperos que eternizó Rómulo, el agricultor fundador de Roma, cuando trazó su perímetro con un arado de reja y vertedera. Una parafernal­ia de implemento­s completaba­n la preparació­n del terreno para poder sembrar.

Pero en estas pampas ya se abría paso una nueva concepción de la agricultur­a. La tradiciona­l no solo era muy costosa en términos energético­s, sino que favorecía la erosión de los suelos. La toma de conciencia llevó a probar distintas alternativ­as. Apareció la “labranza vertical”, sustituyen­do el arado por implemento­s menos agresivos. Fue un verdadero boom. Y enseguida apareció la “siembra directa”, que en el mundo no avanzaba, pero acá fue abrazada por una nueva legión de productore­s bien informados y consciente­s. Las muestras a campo dinamizaro­n este proceso y se convirtier­on en la cita obligada para ver qué había de nuevo.

También en semillas, agroquímic­os, intensific­ación ganadera, sistemas de almacenaje. Y ahora, la oleada de propuestas de tecnología de informació­n, big data, internet de las cosas, inteligenc­ia artificial, que desfilarán desde mañana en el Tecnódromo de Expoagro. ■

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