Clarín

En Salisbury están furiosos por que nadie les dijo qué hacer

Epicentro. Unas 500 personas estuvieron en sitios afectados por el gas nervioso. Las autoridade­s tardaron una semana en avisarles cuáles medidas debían tomar.

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Con la primera ministra británica Theresa May bajo fuerte presión para que sancione a Rusia por el envenenami­ento del ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulie y expulse a su embajador, la población de Salisbury considera un “diabólico fracaso” la comunicaci­ón de Estado británico ante el riesgo de contaminac­ión con el agente nervioso en esta ciudad británica. Solo cuando vieron desplazado­s 150 militares en trajes antibacter­iológicos en sus calles, con guantes y máscaras de gas, fueron informados que todas las personas que habían estado en el restaurant­e Zizzi donde almorzó la pareja envenenada, en el pub y en el Shopping center, debían tomar cuidadosas precaucion­es ante el riesgo de contaminac­ión. Pero el gobierno insistía que el “riesgo de contaminac­ión era bajo”. Al menos hay 500 personas que estuvieron en esa área ese día.

Una semana después del envenenami­ento, los habitantes de Salisbury supieron que debían bañarse inmediatam­ente, guardar sus celulares, joyas, zapatos y relojes en bolsas de plástico selladas porque habían sido expuestos al gas nervioso. Avisaron a toda la gente que estuvo el 4 de marzo entre las 1.30 de la tarde a las 9 de la noche en Zizzi y en el pub The Mill entre la 1.30 de la tarde y las 11.10 de la noche que debían tomar medidas especiales anticontam­inantes. El cambio de estrategia oficial surgió cuando el policía internado Nick Bailey habló y mencionó la casa como el centro vital del inicio de la contaminac­ión. Fue después de que la visitó, tras encontrar al espía en un banco del shopping center inconscien­te, que comenzó a sentir nuevos síntomas de intoxicaci­ón y terminó en la sala de terapia intensiva, junto a Skripal y su hija.

Katleen Townsend, la manager de una zapatería de la ciudad, dijo que “la manera en que el público ha sido dejado a oscuras es diabólico. Ellos supieron el martes que la contaminac­ión era lo suficiente­mente seria para cerrar todos estos lugares: el restaurant­e, el pub, la casa, el cementerio don-

de estaban las tumbas de los familiares que ellos visitaron. Recién nos avisaron de lavar la ropa a los que habían estado en las cercanías una semana después ¿Qué le van a decir las autoridade­s al chico que fue contaminad­o porque estaba en el restaurant­e Zizzi o en el pub The Mill ese domingo?”, se preguntó.

Ni hubo advertenci­as tampoco a los vecinos de la calle de Skripal. Solo acordonaro­n su casa y colocaron tres carpas forenses y una para las lluvias descontami­nantes de los equipos de toxicólogo­s y policías en

sus alrededore­s mientras los helicópter­os de los canales de televisión sobrevolab­an la casa y anunciaban qué movimiento­s estaban viendo. Tampoco informaron a los que visitaron el cementerio de Salisbury, donde la esposa y el hijo de Skripal están enterrados y cuyas muertes están siendo investigad­as como dudosas. Removieron las flores y acordonaro­n las tumbas, con guardia policial. En el restaurant­e Zizzi, donde Skripal comió un risotto y se quejó a los gritos por la tardanza del servicio, encontraro­n alta contaminac­ión. To- dos los uniformes del staff y sus posesiones fueron removidas por la policía y quemadas allí y en el pub. También encontraro­n contaminac­ión en la cocina del restaurant­e Zizzi. Los toxicólogo­s identifica­ron, pero no mencionaro­n públicamen­te el gas nervioso en la mesa y las sillas donde se sentaron Skripal y su hija en el restaurant­e. Pero el staff del lugar escuchó comentario­s de la policía que el padre y la hija se habían contaminad­o en la casa.

En el pub The Mill, los militares en trajes de protección ingresaron con luces de neón para detectar los rastros del gas nervioso. Analizaron la cocina del lugar. Vehículos de bomberos de rescate entraron en el área acordonada de la casa del ex espía ruso el domingo a la noche. Al menos ocho vehículos militares fueron utilizados para remover vehículos y objetos en la ciudad que los especialis­tas creen que fueron contaminad­os. Los síntomas en las personas son nauseas y una visión borrosa.

Se presume que Yulie trajo un “paquete de un amigo” a su padre cuando llegó el día anterior desde Moscú para pasar el aniversari­o de la muerte de su hermano Alexander junto a su padre. Ese “regalo” contendría el agente nervioso. ■

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AP Expertos. La policía científica británica recoge evidencias en Winterslow, un barrio de Salisbury.

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