Clarín

Landrú, el plumín como un bisturí

Retrató con acidez la política y la sociedad argentinas. Exhiben ochenta obras en la Biblioteca Nacional.

- Ezequiel Viéitez evieitez@clarin.com

Hay viñetas. En una de ellas, un jubilado con boina y barba larga se mira en un espejo de mano. Se pregunta: “Dime, espejito: ¿en la Argentina hay alguien que cobre menos que yo?”. Sorpresiva­mente, desde su puño el vidrio le contesta: “Sí, otro jubilado”. Muy cerca, un político alza el dedo índice de la mano izquierda y abre su gran discurso alzando la voz: “¡Pueblo argentino!”... Pero el único oyente que aparece en el retrato, desde abajo del estrado, le apunta: “Llámeme Pepe”. Antes de que se cumpla un año de su muerte -se fue en julio del año pasado, a los 94 años-, la Biblioteca Nacional inaugura una muestra que recupera el trabajo de Juan Carlos Colombres, el genial humorista gráfico conocido como Landrú.

Hay ochenta objetos, entre chistes, cuadernos manuscrito­s, textos y discos musicales en los que participó - tanto en el arte de tapa como en las letras-. Cincuenta son piezas originales y recuerdan al fundador de Tía Vicenta, la mítica revista de humor y sátira política que llegó a vender cien mil ejemplares semanales, hasta que el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía la censuró en 1966.

La expo es minimalist­a, casi artesanal, pero permite recorrer el genio creativo de su protagonis­ta. De ahí, el nombre: Breve historia universal de Landrú.

Dos dibujos más. Uno, apareció en 1946, en la revista Don Fulgencio. Se ve un baile elegante de la alta sociedad. Una mujer grande en edad, con la cabeza adornada, pregunta: “¿Cómo se lla ma usted, joven, Giménez o Ximénez?”. La respuesta, desde un esmoquin: “Es lo mismo señora; la cuestión es pasar el rato”. En un número de Tía Vicenta de 1957 aparece una “señora bien” escuchando a su modista: “Lo siento, pero no puedo hacerle el vestido. Todos los maniquíes están en huelga”. El plumín como bisturí.

Entre muchas otras cosas, Landrú fue el primer guionista de Tato Bores. En Clarín publicó durante 35 años, haciendo equilibrio entre la ironía política y la descripció­n divertida de los arquetipos sociocultu­rales. Ya en 1971 recibió un reconocimi­ento consagrato­rio, el Premio María Moors Cabot, uno de los mayores

para el periodismo internacio­nal otorgado por la Universida­d de Columbia: su fama creativa había cruzado fronteras.

“Lo considero un hacedor porque su trabajo no era solamente el resultado de una mirada ingeniosa, sino que creaba modos particular­es de mirar”, explica el jefe del Archivo de Historieta de la Biblioteca Nacional y curador de la muestra, José María Gutiérrez. “Trabaja desde el absurdo y ataca los convencion­alismos. Cuando la tía Vicenta está sentada en su living anacrónico diciendo disparates sobre la realidad, no se está burlando de la señora gorda, sino que está haciendo chistes sobre la propia realidad”, profundiza.

“Yo sigo privilegia­ndo la mirada sobre el absurdo”, dijo el propio autor cuando en 2003 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad, ante la paulatina emergencia de un humor político que se volvía más corrosivo, tal vez, más lineal.

Otra figura, el historieti­sta Horacio Altuna, lo caracteriz­ó el año pasado en las páginas de este diario: “Al mismo tiempo que hacía una crítica social afilada, era claramente amable. Por ejemplo, el señor Cateura - uno de sus personajes más famososcri­ticaba a la clase alta, pero utilizaba un trazo tan irónico que te hacía simplement­e sonreír. El dibujo nunca era un ataque, aunque hubiera una crítica velada a ciertas costumbres y modismos”.

Sus trazos nunca dejaron de ser sencillos. Landrú no buscó una evolución estética. Esa manera de representa­r, que en un primer golpe de vista podría incluso catalogars­e como infantil -con objetos y figuras diminutos- no fue casual. “La ingenuidad es una máscara que utiliza”, señala Gutiérrez. Debajo de la repre-

sentación que parece simple -y que al mismo tiempo quita dramatismo al mensaje- hay una capa de sentido sutil y a la vez filosa.

En la Biblioteca, la muestra se inicia con un material de valor histórico: el Génesis novísimo, un cuaderno marca Avón de 1939 -cuando el artista tenía 16 años- en el que ya aparece su universo de manera clara. No se trata de una primera obra desvincula­da de su mirada futura. En ese cuaderno cuenta el origen de todo: “Dios pegó una patada a un trocito de la Vía Láctea que quedó girando, lo que lo condensó en un queso, de cuyos sueros se formaron los mares y ríos, y al arrugarse, las montañas. Sus gusanos fueron los primeros habitantes. Ese es el origen del mundo”.

En el recorrido por la breve exposición también surgen peculiarid­ades de época. Por ejemplo, los ‘90, cuando los políticos pasan a frecuentar programas de TV vinculados al espectácul­o. En ese tiempo, en los dibujos de Landrú los funcionari­os públicos aparecen con menos frecuencia en despachos. Su lugar pasa a ser

el escenario y en muchas representa­ciones están en el escenario absurdo de un circo, haciendo malabares con temas urgentes.

La muestra recupera, además, a su variedad de personajes inolvidabl­es, de Rogelio -el hombre que razona demasiado y llega a conclusion­es absurdas- a las pitucas María Belén y Alejandra.

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1. Prohibida. La tapa por la que clausuraro­n “Tía Vicenta”, en 1966.
2. Últimos preparativ­os. La sala, ayer.
3. Sociedad. Una viñeta aparecida en Clarín.
4. Un show. La poítica en los ‘90.
5. Inicios. Un cuaderno de las primeras épocas.
4 1. Prohibida. La tapa por la que clausuraro­n “Tía Vicenta”, en 1966. 2. Últimos preparativ­os. La sala, ayer. 3. Sociedad. Una viñeta aparecida en Clarín. 4. Un show. La poítica en los ‘90. 5. Inicios. Un cuaderno de las primeras épocas.
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FOTOSD. WALDMANN 5

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