Clarín

Diez años para aprender de aquella lección

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Piquetes de la abundancia. Golpismo con tractores en vez de con tanques. Las vacas son de ellos y las penitas de los demás. Ernesto Laclau y Atahualpa Yupanqui. El lenguaje dramático de hace diez años marcó un momento límite de confrontac­ión. La inflación empezaba a hacer estragos en la economía del kirchneris­mo y el entonces ministro Martín Lousteau ideó la resolución 125 para establecer retencione­s móviles a los granos. La reacción llegó en formato de cortes de ruta, cacerolazo­s y protestas en todo el país. Cristina y Néstor Kirchner estallaron contra los productore­s del campo para terminar acusándolo­s de liderar una conspiraci­ón universal contra su gobierno. Y la Argentina se con- virtió en una hoguera que sólo se enfrió en el Congreso, cuando el vicepresid­ente radical, Julio Cobos, sepultó la ley pidiendo perdón a la historia y susurrando su voto “no positivo”.

El escenario de este tiempo es muy diferente. Algo de eso se pudo constatar ayer y también el lunes en la feria Expoagro. Primero María Eugenia Vidal y después Mauricio Macri aprovechar­on el clima de la muestra para elogiar a uno de los sectores más dinámicos, junto al de la construcci­ón, que empujan un segundo año de crecimient­o todavía demasiado tímido como para que se sienta en el bolsillo castigado de los argentinos.

La gobernador­a prometió 12.000 kilómetros de caminos rurales y el Presidente una batería de simplifica­ciones fiscales para dinamizar la inversión. Los productore­s no le recordaron a ella los reclamos por el aumento del revalúo en el impuesto rural ni a él las penurias por la peor sequía de los últimos 40 años. “Ustedes respondier­on con dos cosechas de 136 y 137 millones de toneladas y lo que ganaron lo volvieron a invertir para crecer más”, fue la frase más aplaudida.

El contraste con lo sucedido en los últimos días no podía ser más contundent­e. Macri venía de una primera refriega con los industrial­es y de que el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, los llamara “llorones” en una entrevista con Marcelo Bonelli.

El lunes hubo un armisticio en la Casa Ro- sada, donde Marcos Peña y Cabrera recibieron a la cúpula de la Unión Industrial, encabezada por Miguel Acevedo, Luis Betnaza y Daniel Funes de Rioja. El Gobierno necesita el auxilio de los empresario­s para poder doblegar la inflación y darle un poco más de volumen a una inversión todavía muy raquítica. De todos modos, la batalla entre el macrismo y la UIA es casi un chiste comparada con aquellas tempestade­s de hace una década entre el kirchneris­mo y el campo.

Entre las muchas carencias que registra el país adolescent­e, la democracia restaurada en 1983 no ha conseguido enhebrar políticas de Estado eficaces y duraderas. Salvo algunas excepcione­s, los presidente­s que se sucedieron prefiriero­n echarle la culpa de cada coyuntura a la herencia de la gestión anterior y demoraron demasiado la reconstruc­ción en la etapa que les tocó en suerte.

Ayer en San Nicolás no sólo estuvieron Macri y Vidal, con la compañía de sus ministros y legislador­es más gravitante­s. También se acercaron a la muestra del campo los gobernador­es peronistas Juan Manuel Urtubey, Gustavo Bordet y una decena de diputados opositores. Diez años deberían ser suficiente­s para aprender la lección. Sería una gran noticia que el fanatismo fundaciona­l de cada gobierno le ceda, de una vez por todas, el protagonis­mo a los proyectos que se vuelven sustentabl­es sobre el mérito de la continuida­d.

Ayer en Expoagro no sólo estuvieron Macri y Vidal; también hubo peronistas como Urtubey y Bordet.

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Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

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