Con brillo propio
El actor mexicano se pone en la piel del gran poeta portugués. Una notable producción para un elenco notable.
Para estar cerca de los hijos que tiene con Dolores Fonzi decidió hacer teatro en Buenos Aires. Los espectadores, agradecidos. Se luce en “Ejercicios fantásticos del yo” que además tiene excelentes críticas.
Si Fernando Pessoa no hubiera existido en la vida real, bien podría haber sido inventado por la mente frenética y delirante de algún escritor. Como él mismo. Es que la vida y obra de uno de los mayores poetas de lengua portuguesa es fantástica en todos los sentidos. Poder verla en escena -algo poco frecuente cuando de un poeta se trata- es un logro bienvenido. Más aún cuando la puesta, como sucede con Ejercicios fantásticos del yo, es redonda e impecable.
La obra, que se presenta hasta el 12 de mayo en el Coliseo, es el resultado de una hermandad latinoamericana, con texto original y protagónico de mexicanos, más producción, dirección y resto del elenco argentino. La curiosidad es que el personaje principal está a cargo de Gael García Bernal, en su primera incursión teatral en Buenos Aires, dirigido por Nelson Valente y con producción de Sebastián Blutrach.
El material de la autora Sabina Berman es un rompecabezas que encaja perfecto, tanto para quien conozca algo de la vida de Pessoa como para quien no tenga ni idea. Algunos fragmentos de los poemas más bellos del portugués se ensartan en la historia, que relata 27 horas en la vida de Pessoa en una jornada muy particular: el día que comenzó la Primera Guerra Mundial.
Todo el mundo poético y personal del escritor está resumido allí: su complicada historia de amor con Ofelia Queiroz, sus dificultades para insertarse en el mecanismo laboral de una agencia de publicidad, sus intenciones de lograr que su obra sea publicada fuera de Portugal. Y por supuesto, sus heterónimos.
Pessoa, además de ser poeta y tra- ductor de inglés, creó una descomunal cantidad de otros yoes (heterónimos), identidades literarias con vida y obra propia, que son una de las características que lo hacen único. Esos otros Pessoa -encarnados en sus alter ego como Ricardo Reis, Alvaro Campos, Bernardo Soares y Alberto Caeiro- aparecen en escena como un juego de espejos, de desdoblamientos de personalidad, creando un auténtica cofradía coral ramificada en lo humano, lo literario y lo teatral. Paradojas de la vida (y de la ficción), Pessoa, en portugués, significa “persona”.
En el día en el que a Pessoa parece salirle todo mal, habrá una recompensa de la que se beneficiará, principalmente, la literatura. Y es que en esas horas oscuras para el hombre, el poeta sorteó la adversidad creando dos de sus textos más hermosos que ya son parte de la literatura universal: Tabaquería y El guardador de rebaños.
El mecanismo escenográfico de paneles móviles que suben, bajan y se deslizan según el paisaje buscado, es un acierto. Sin llegar a la imagen fotográfica, el hiperrealismo visual permite recrear pequeños fragmentos de Lisboa, postales ideales, un poco oníricas, para enmarcar la trama. Un leve tono humorístico, más una acentuada pincelada en la fantasía, resultan la medida justa como para darle marco a este personaje y su mundo, en otro acierto de la dirección de Nelson Valente.
En un elenco muy coral y parejo, en el que se lucen todos, García Bernal deja atrás su impronta hollywoodense para meterse en este personaje que necesita (tanto como padece) a sus semejantes. El resultado es un un Pessoa tímido, distraído, exaltado, desorientado y dolido.
Sus heterónimos adquieren gran presencia gracias a las interpretaciones de Fernán Mirás (Ricardo Reis), Martín Slipak (Alvaro Campos), Javier Lorenzo (Bernardo Soares) y Lucas Crespi (Alberto Caeiro) y no se quedan atrás Fernando Sayago, Nacho Pérez Cortés (con varios roles cada uno), Vanesa González (Ofelia) y, especialmente, Rita Cortese. El lenguaje, el amor, los sueños, se hacen presentes en el escenario junto al sinsentido de una existencia que es, a la vez, todas las vidas posibles. ■