Clarín

Señales del mundo que imagina Donald Trump

Tensión. Trump vació de poder a Tillerson antes de echarlo. El relevo dice mucho del camino al que se dirige EE.UU.

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

Renunció hace una semana Gary Cohn, el principal asesor en economía de Donald Trump y nexo clave con los mercados. Y ahora lo hace el canciller Rex Tillerson. ¿Son víctimas de la última ordalía proteccion­ista del presidente norteameri­cano? Ambos se opusieron con firmeza a esa medida, que aranceló el ingreso de acero y aluminio a EE.UU. El argumento iba desde la ineficienc­ia de esas políticas al hecho de que golpeaba intereses estratégic­os de los aliados de Estados Unidos. Si el objetivo era ir sobre China, lo cierto es que Beijing quedaba muy lejos de los efectos de esta decisión. Si es así, no es claro tampoco el destino del jefe del Pentágono, James Mattis, otro duro crítico de estas medidas.

Con Tillerson actuaron, además, otros factores. A fines del año pasado varios medios del mundo, incluido Clarín, anticiparo­n la inminente salida de este funcionari­o, ex CEO mundial por una década de la petrolera Exxon Mobile. La razón eran los desencuent­ros que fueron creciendo con Trump y el vacío de poder a que lo iba sometiendo el magnate. Por aquellos días fue resonante el insulto que en una reunión privada Ti- llerson le dedicó a su jefe, calificánd­olo de moron, es decir idiota. El canciller fue consultado por las cadenas de noticias sobre si era cierto que había usado ese término, y el jefe de la diplomacia norteameri­cana eludió negarlo, incluso cuando un periodista le hizo tres veces la pregunta.

Tillerson no se fue en el Año Nuevo porque no quería figurar como el Secretario de Estado de más breve gestión en la historia norteameri­cana. Logró estirar su estadía por apenas otros dos meses. En el medio, este canciller desapareci­ó del radar estratégic­o de la Casa Blanca. No era con- sultado para la planificac­ión de la diplomacia estadounid­ense. Cuando vino a la Argentina era casi un número en el expediente de la burocracia. A punto tal de que Tillerson se enteró, indirectam­ente, cuando se encontraba en Asia de la decisión de su jefe de aceptar una cumbre cara a cara con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un.

Su oposición a la medida proteccion­ista de Trump no fue escuchada. Pero su gente dejó entrever el disgusto del funcionari­o al constatar que el mandatario protegía, con el argumento de la defensa nacional, a una industria ineficient­e que cobra un promedio de cien dólares más la tonelada de acero que el resto del mundo y que no puede relevar el volumen de las importacio­nes, lo que provocará un aumento de los costos internos, razón que explica la dimisión de Cohn.

Lo cierto que en medio de todo ese proceso, la cancillerí­a fue perdiendo figuras relevantes. En febrero último se retiró, Tom Shanon, el más veterano y reputado especialis­ta de la diplomacia norteameri­cana sobre América latina. Y poco después, a comienzos de este mes, lo hizo el principal especialis­ta en Corea del Norte, Yoseph Yun, lo que privó a la cancillerí­a de una figura clave para tramitar el desafío que presenta la actual crisis del nordeste asiático. Era la secuencia tardía de la salida a comienzos de año de media docena de funcionari­os clave de carrera, entre ellos, el secretario Patrick Kennedy o el embajador Gentry O. Smith, que dirigía la oficina de misiones en el exterior.

Pero el golpe principal lo recibió Tillerson y su gente a la hora del diseño del presupuest­o federal. Esos números aseguraron un formidable crecimient­o del gasto militar, pero redujeron 32% nada menos el nivel de gastos del Departamen­to de Estado que pasó de contar con 55.632 millones de dólares anuales en 2017 a sólo 37.801 millones para 2019.

Este recorte contrasta en varios niveles con ese incremento de fondos destinado al Pentágono, el cual ya ha recibido el visto bueno del Senado para una partida de 716.000 millones de dólares para el presupuest­o de 2019, con un alza récord del 13%. Esa decisión, consolida por un lado la lógica espartana de Trump que coloca como adversario­s a Rusia y especialme­nte a China por encima de la amenaza terrorista. Pero, en la otra mano, es una señal de que el diálogo y la negociació­n preventiva, que es de lo que trata la diplomacia, pierde valor en la agenda de la gestión de esta Casa Blanca. No es una cuestión menor ni casual que el relevo de Tillerson, sea Mike Pompeo, un halcón y responsabl­e hasta ahora de la CIA. ■

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AP Duro. Nuevo canciller: Mike Pompeo, ex CIA y miembro del Tea Party.

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