Clarín

Al Círculo Rojo le preocupa la inflación y no el Superclási­co

- Fernando Gonzalez

El verano comienza a despedirse. Llueve a cántaros sobre Buenos Aires y faltan pocos minutos para las 21. Es miércoles y a la mayoría de los argentinos sólo les interesa el Superclási­co que está por comenzar. Poca gente en las calles y el envión de los últimos apurados al subir al colectivo o al subte. Sin embargo, hay una veintena de personas que llegan al Hotel Alvear ajenas a la expectativ­a del fútbol. Algunos son funcionari­os, otros empresario­s y un periodista extranjero como invitado estrella de una cena en el afrancesad­o restaurant­e La Bourgogne. El homenajead­o es Michael Reid, columnista especializ­ado para América Latina del prestigios­o semanario británico The Economist. Habla un castellano aceptable, lo mismo que el embajador Mark Kent, a su lado en el encuentro mientras chequea en el celular las últimas novedades de Londres. Theresa May acaba de echar a 23 diplomátic­os rusos y la relación con Vladimir Putin está en llamas. Pero esta noche, en el corazón de La Recoleta, acompaña a Reid una porción jugosa del Círculo Rojo y hasta la final de la Supercopa puede pasar desapercib­ida.

El anfitrión fue Eduardo Eurnekián, CEO de Aeropuerto­s 2000 y sobrevivie­nte de 8 gobiernos democrátic­os. El tándem empresario se completó con Miguel Acevedo, por la Unión Industrial y en plena pulseada con el Gobierno por el “llorones” que hace una semana les soltó Pancho Cabrera. Estuvieron Gustavo Weiss, por la Cámara de la Construcci­ón, y Adelmo Gabbi, exultante porque la Bolsa porteña pasó el miércoles el récord de los 1.500 millones de dólares. Se sumaron Cristiano Ratazzi, un industrial al que el macrismo no trata de llorón; y Julio Figueroa, titular del Citi, quienes completaro­n una docena de orejas para escuchar a la vanguardia del gobierno de Cambiemos.

El más entusiasta fue, como siempre, Guillermo Dietrich. El ministro de Transporte exhibió números positivos de la economía (de la obra pública, no de la inflación) y aseguró sin titubear que el gobierno de Mauricio Macri tiene un 90% de probabilid­ades de éxito. Fustigó un poquito al Círculo Rojo (“que somos nosotros”, aclaró) y a los medios. Pero le dejó la cuestión financiera, mucho más complicada, a Federico Sturzenegg­er. El presidente del Banco Central habló de un crecimient­o del 4% “punta a punta”, que allí al menos nadie cuestionó, y también vendió un cargamento de optimismo para el futuro. El punto de inflexión lo marcó el otro Federico (Pinedo), recién llegado de Washington, adonde pudo comprobar la amenaza que el populismo de Donald Trump representa para el país.

En la misma línea de prudencia se manejó el jefe del bloque de Diputados de Cambiemos, el cordobés Mario Negri, preocupado por el dilema global de la era Trump pero mucho más por la inflación, que esa tarde había marcado un inquietant­e 2,4% para febrero. El impacto de las tarifas en el bolsillo de los argentinos era el hielo que enfriaba el optimismo de la mayoría. Y hubo que esperar al final para que hablara otro dirigente de linaje radical: el neurólogo Facundo Manes, quien lamentó que en el debate sobre el futuro del país nadie mencionara el papel de la educación, la pobreza y la desnutrici­ón infantil como factor de alarma.

Cuando parecía que la discusión entraba en zona caliente, Dietrich pidió disculpas y se levantó. “River gana a 1 a 0 y me quiero ir a ver el final del partido con mis hijos”, anunció antes de despedirse. Detrás suyo iniciaron la retirada la mayoría de los invitados. Los de River apuraban el paso con la ilusión renovada. Los de Boca fruncían el ceño y se demoraban en las charlas finales, sabiendo que los esperaba la derrota.

El fútbol siempre da revancha, dicen. Muy diferente de la inflación, que ya lleva una década de rebeldía. Y que apenas concede algún que otro retroceso, para volver a subir y agitar los peores fantasmas de la Argentina.

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