El valor de un arquero de Selección
Mucho antes del miércoles a la noche en Mendoza, Marcelo Gallardo empezó a quebrar a Guillermo Barros Schelotto en la partida de ajedrez de los técnicos. Si hoy el Muñeco volvió a ser Napoleón no es únicamente por el planteo pensado para impedir que Boca juegue y por los cambios oportunos durante el partido que contrastaron con la demora exagerada del Mellizo para darle una mano a su equipo desde el banco. Gallardo comenzó a marcar tendencia en ese duelo a principios de año, en el mercado de pases, con una decisión crucial para cualquier equipo de pretensiones máximas. Es que ahí, por fin, eligió ir a fondo por un arquero que respalda de verdad a los defensores, imponente y confiable en cualquier circunstancia, gana-partidos y gana-finales.
Las últimas evidencias superclásicas que patentó Franco Armani se transforman en un alerta para todos los entrenadores, incluido Jorge Sampaoli. Todo equipo campeón de una competencia con dificultades extremas necesita un arquero que en algún partido lo salve. Es una verdad futbolera tan vieja como el mismo fútbol. Pero en este juego, como en la vida, a veces las obviedades se pierden de vista.
¿Cuánto probó, cuánto gastó y cuántos torneos dilapidó River desde que se fue Barovero? No fueron soluciones ni Batalla ni Lux ni Bologna. ¿Y Boca? Agustín Rossi no influyó para bien ni para mal en Mendoza, pero debe producciones consagratorias. La Libertadores será su gran prueba. Desde que se fue Mauricio Caranta (clave en la Libertadores 2007), no hubo caso. Abbondandieri volvió sin éxito. Pasaron Lucchetti, Javier García, unos minutos de Josué Ayala, Sara, Werner y ahora Rossi. El que más rindió fue Agustín Orion, pero no alcanzó la dimensión ideal para el arco de Boca por varias manchas superclásicas y algunas en Libertadores.
Ahí también anda la Selección disparando dudas desde el arco, con Sergio Romero, el titular para el Mundial, con mínimo rodaje en el Manchester United. Y con una más que fresca citación de Wilfredo Caballero, otro que ataja muy poco en el Chelsea. ¿Por qué no Armani? Gallardo aprendió... ■