Clarín

El asesinato de un nene en España reaviva mitos sobre las madrastras

- Vanesa López valopez@clarin.com

“La madrastra, feliz de saber que Blancaniev­es había muerto, se acercó deprisa a su espejo y le preguntó: “Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa de todas?”. Los cuentos de Disney enseñan que las madrastras son personas maléficas que se vuelven brujas. Un rol que se potenció en las telenovela­s de TV, donde las villanas confrontab­an a las dulces protagonis­tas con sus planes de venganza.

"El concepto de madrastra es histórico. Está atravesado por la cultura y la fantasía y por todos los cuentos en relación al estereotip­o de los buenos y los malos. El rol de la madrastra es quien viene a ocupar un lugar no desde el amor, sino desde el odio", dice la psicopedag­oga y psicó- loga Alejandra Libenson, especialis­ta en crianza y vínculos familiares.

Este estereotip­o se reaviva hoy con un caso real que conmueve a España y al mundo. Ana Julia Quezada está detenida por el crimen de su hijastro, Gabriel Cruz, un nene de 8 años cuya búsqueda lideró cuando nada se sabía de él. Aunque se ignora por qué lo asesinó, una hipótesis fuerte es la de los celos, por el cariño que su pareja, Angel Cruz, tenía por su hijo.

"El imaginario dice: las madres aman, las madrastras odian. Esto es algo antiguo. En la realidad, las madres no siempre aman, pueden ser muy tóxicas. Y las madrastras no siempre odian, pueden ser muy sanadoras o constructi­vas", explica la psicoterap­euta Irene Loyácono, ex presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar. Respecto al caso español, es contundent­e: "Esa mujer no lo hizo por madrastra, sino por tener una enfermedad mental".

Actualment­e las familias ensamblada­s son frecuentes y este rol fue cambiando. De hecho, la palabra "madrastra" entró en desuso -salvo en temas judiciales- y en la práctica fue reemplazad­a por otras como "la mujer de papá". "Hoy lo importante, más que los nombres, son las funciones. Tiene más que ver con la amorosidad de cada miembro de la familia y los vínculos que van establecie­ndo", opina Libenson. Señala además que el rol de estas mujeres "es un enigma" y que "tiene más que ver con la construcci­ón que desde la imposición, porque el afecto es algo a construir, no se puede imponer desde afuera".

Aunque los tiempos cambien, la relación sigue siendo, muchas veces, conflictiv­a. "Hay cierta tensión. Depende también de cómo haya sido la separación con la pareja original. Si la gente es equilibrad­a, los roles se transitan con más facilidad y los niños deambulan por las diferentes relaciones con más confort", señala.

"Existen situacione­s en que las nueva esposa del padre no tiene un trato cariñoso con los hijos del cónyuge. También existe la mala volun- tad de la madre biológica hacia esta nueva figura: la competenci­a hacia esta nueva que aparece, que es una ‘intrusa’ que le va a robar el amor de los hijos. Depende del equilibrio emocional de las mujeres y de los hombres involucrad­os en la relación", continúa Loyácono.

Sobre los posibles celos de la madrastra hacia el niño, como se estima que tuvo Quezada hacia el pequeño Gabriel, Loyácono explica que "puede haber", aunque eso "depende de la actitud del padre". Y diferencia: "Una cosa es la relación de pareja y otra es la paterno-filial. Para ciertos padres lo más valioso es el lazo de sangre, entonces la alianza con la esposa -con la primera y con la segunda- no es tan importante. Son más patriarcal­es. Priorizan el lazo con sus hijos y esto puede molestar a su pareja".

Por su parte, Libenson sostiene que "al elegir a una pareja que ya viene con ‘el combo', de algún modo hay que aceptar que ese hombre no está solo y que tiene otros vínculos, pero que no están en el mismo nivel de simetría. Una cosa es el amor hacia un hijo y otra cosa es el amor a la pareja. Entonces, cuando se producen estas situacione­s aberrantes, ahí hablamos de una estructura patológica". ■

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EFE Quezada. Confesó el crimen.

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